Islas del Delta 25 de diciembre de 2009
Mamá murió a las 6,30 hs. del 22 de diciembre de 2009 a los casi 90 años. Vivió el último año y medio con nosotros, aquí en la Isla. Tuvimos la suerte de mimarla y sentir que estábamos haciendo bien las cosas.
Privilegio, el mío, más que sacrificio. Viví este año y medio con mis tres mujeres más amadas: Dora, mi mamá, Vivi, mi mujer, Ianina, mi hija.
Tuvimos ese martes 22 la rara mezcla de tristeza y alegría, llanto y sonrisa, porque aceptar la muerte es parte de la vida. La muerte, es lo único seguro de la vida. Despedirse con Amor alivia el dolor. Nos hizo de algún modo felices.
Quiero agradecer a las personas que ayudaron a transitar este tiempo. A Ximena, que hizo de psico-masajista, a Isabel, que colaboró en los últimos meses, al Dr. Castro, clínico de cabecera de una humanidad rara en estos tiempos, al Dr. Viale, traumatólogo (nunca falta una caída), al Dr. Leonhard por su medicina psico-amistosa y humana, Arce, quien trasladó en su lancha Remis el cuerpo de mamá, un verdadero vecino servicial y a la cochería Tigre en las personas de Alicia, Cristina y Pelusa que nos hicieron más fácil el trance.
A todos ellos, mi más profundo agradecimiento. Y sin duda el más grande de todos, a mi compañera de lo que va de mi vida, a mi amada Vivi. Sin ella, todo hubiese sido más difícil o imposible.
Hasta aquí, una Cara de la Mondeda: “Lo Bueno”. Ahora, la otra cara, lo increíble, “Lo Malo”.
Pasadas unas horas desde la muerte de mamá, comenzamos con la parte desagradable; los trámites, la búsqueda de cochería, los traslados, la documentación y el dinero. Conseguimos todo menos el traslado por agua. Llamé primero a nuestra prepaga de emergencias, Delta Medic; me respondieron que no hacían traslado de cuerpos sin vida. Me acordé entonces que tenía el número del recientemente inaugurado con bombos y platillos: Servicio de Emergencias Tigre (SET Fluvial). Llamé y un operador me dijo que lo consultaría con el jefe. Media hora más tarde, me respondió que tampoco trasladaban cuerpos. Me dijo que llamara a la Salita del Carapachay, cosa que hice a continuación. Me contestaron que no tenían allí lancha ambulancia, que recurriera a la Salita del Capitán. Allí también me respondieron que no trasladaban muertos. Entonces recurro a la instancia final: La Prefectura. Hablé a jefatura; me respondió un oficial: “Sólo estamos para sacar cuerpos del agua”. Contesté que en ese caso podía – como en el Ganges- tirar a mamá al agua y que ellos la sacaran en Tigre. Colgué y traté de reciclar la ira.
Se me ocurrió entonces llamar a la Dirección de Islas. Me dije: “ellos tienen que tener una solución”. Me gasté el dedo marcando. Luego supe que la Delegación tenía el único teléfono del que disponen, roto.
Terminé improvisando una camilla con un elástico de cama. Acolché las maderas, envolví con una sábana a mamá y la até con trozos de sábana al elástico. Gracias a Arce, con su lancha, a mi hermano Sandro y a mi hijo Pablo, pudimos cargar a mamá y llegar a tierra a partir de donde todo – por suerte- fue: “La otra Cara de la Moneda”: La Buena. Allí nos esperaba la ambulancia de la cochería.
Me acordé entonces, después de 31 años de vivir en la Isla, por qué estoy convencido que sólo cuando los isleños decidamos sobre nuestras inquietudes, deseos, problemas, propuestas, en fin, sobre nosotros mismos, estas barbaridades dejarán de ocurrir.
Y finalmente, me pregunto y les pregunto: “Si hubiese muerto la mamá del Intendente, del Gobernador o de algún funcionario, ¿hubiera pasado lo mismo? ¿o hubieran venido al unísono, el helicóptero, el barco y las ambulancias de todas las reparticiones?
A pesar de todo, y por lo que de bueno hay en la condición humana, ¡Feliz Navidad y Año Nuevo para todos!
Martín Nunziata
DNI: 4.618.920
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