En Victoria, el equipo de Gareca se impuso por 3-0 con dos goles de Waldo Ponce y otro de Blanco, en contra. El Fotín cortó una racha de dos derrotas consecutivas como visitante. El Matador sigue en el fondo de la tabla.
Fue un paso más para Vélez. Como para agregarle suspenso a su posibilidad matemática en este Apertura, como para sostener la imagen de mejor equipo del año (es el líder en la tabla acumulada), como para demostrar que está vivo como equipo de cara al futuro inmediato, en la antesala de su centenario. Pasó por Victoria con victoria. Es cierto, no brilló. Pero le alcanzó para ganar sin enormes sobresaltos, más allá de haberlo resuelto sobre el final.
No había demasiadas cuestiones relevantes en juego. Por un lado estaba este Vélez que sólo busca consolidar su condición de equipo protagonista, aunque ya sólo con posibilidades matemáticas en este Apertura. Por el otro este Tigre de Diego Cagna, dueño del mejor ciclo de la historia del Matador de Victoria y de esta campaña que se parece mucho a un padecimiento continuo. No había chances de título, de clasificaciones a las Copas (Vélez participará de la Libertadores 2010 por su condición de campeón del Clausura) ni fantasmas de promedios escasos.
Sin embargo, el primer tiempo desmintió la falta de motivaciones grandes. Incluso a pesar del campo de juego condicionado por la lluvia, se trató de un desarrollo con ritmo, con llegadas, entretenido. Fue un poco mejor Vélez, a partir de su mayor precisión al momento de manejar la pelota y, sobre todo, por la jerarquía de sus individualidades. Tal vez, no sólo eso: son ánimos y momentos distintos. Y está claro, fecha tras fecha, que a este Tigre que fue capaz de imaginar títulos todo le cuesta el doble por su falta de confianza.
Más allá de eso, los dos tuvieron posibilidades de llegar al gol en esa etapa inaugural. Pero fue Waldo Ponce –luego de un corner de Emiliano Papa y un cabezazo de Sebastián Domínguez– quien definió y generó el primer grito de la noche. Antes y después se repartieron posibilidades. Vélez llegó gracias a la inspiración de Maxi Moralez, uno de los mejores futbolistas del equipo de Gareca en este Apertura. Tigre, a partir de la intensidad y de la constancia de su mejor atacante, Carlos Luna.
El partido ofrecía también una chance histórica para este Tigre: el primer triunfo ante Vélez, en Victoria, luego de 54 años (desde aquel lejanísimo 3-2 de 1955, en los tiempo de Miguel Rugilo y de Tucho Méndez). Pero no pudo ser tampoco esta vez.
Lo intentó, claro, en el segundo tiempo. Trató de asociarse en el medio y de llegar rápido a sus dos atacantes, pero le faltó precisión. Vélez, con más oficio en la mitad de la cancha, no permitió que se lo llevaran por delante en ese comienzo de la segunda mitad.
Parecía que el ritmo se iba a sostener, que las llegadas iban a estar presentes como al principio. Pero fue sólo un rato. Una suerte de impulso inicial (dos arribos peligrosos en tres minutos; uno para cada uno). Desde entonces, el encuentro se hizo feo, con muchos roces. Se transformó de un partido agradable a otro deslucido.
Esas circunstancias, claro, favorecían a Vélez, ya en ventaja, ya sin apuro, ya más cómodo en su condición de equipo agazapado a la espera del contraataque perfecto para resolver el desenlace. Y eso sucedió con el zurdazo de Papa (que se desvió en Jonathan Blanco) que significó el 2-0 y la certeza de la victoria. Faltaba sólo el cabezazo de Ponce para convertir la victoria tranquila en goleada. Y en la posibilidad de que el sueño de otro título dure un rato más.
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