Con un total de 350 embarcaciones construidas, y habiendo llegado a tener hasta cien obreros, el Astillero Baader cierra definitivamente en 1965. Cuáles fueron los motivos. Comenzaba a complejizarse la contratación de trabajadores, y como señala Juan Baader (hijo): “A cierta edad consideró que podía encontrar un país mejor en el mundo y se mudó a Nueva Zelanda donde estuvo ocho años pero no le fue como él esperaba y volvió a la Argentina”.
Ya de vuelta, el Ing. Baader se dedicó a diseñar embarcaciones. Diseñó el barco que hizo el Astillero Chediek en el río Tigre para la empresa La Serenísima, y diseñó los Fuerza 8 de los cuales Chediek hizo unas 60 unidades.
En cuanto al diseño naval, en aquellos años, no había universidades o institutos donde se impartieran estos conocimientos, por lo cual el aprendizaje se trasmitía en el propio lugar de trabajo. “Cuando mi padre trabajaba en los Astilleros Ortholán, daba clases de diseño. Por ejemplo, Oscar Paglietini aprendió a dibujar con mi papá”, recuerda Juan y agrega: “Oscar Paglietini era Perito Mercantil pero era un intuitivo porque una cosa era aprender a dibujar y otra cosa es imaginarse una embarcación, dibujarla y que eso funcione, que sea eficiente. Hay muchos que dibujan cosas y aunque han estudiado les falta cierta visión de eso”.
Suele pasar que ciertos inventos de la ciencia aparecen en forma simultánea en distintos lugares. Baader (hijo) recuerda que cuando él trabajaba en el Astillero de Paglietini en los años 60, el mismo Paglietini había dibujado una lancha de 3,80 m de eslora que se iba a hacer en plástico, y cuando ya la tenían a medio construir, le muestran una revista norteamericana en donde salía publicada una lancha con las mismas características. “Garantizo que él no la había visto y dibujó eso intuitivamente y otro pensó lo mismo por otro lado” y concluye Juan “en la náutica nada se inventa, todo evoluciona”.
Diseño americano para navegar en el mar o diseños para arroyos y ríos
La elegancia, el estilo refinado, las terminaciones impecables y su buen andar hicieron del apellido Baader un sello de calidad en los cruceros de madera que surcaban ríos y arroyos. Pero además de ello, su especial diseño, más apropiado a las características de nuestro Delta le sumaban una cuota de practicidad y de adaptación al medio.
Juan Baader nos relata: “Los barcos que se hacían en la Argentina en esa época eran bastante angostitos con una popa que se cerraba con una rueda invertida y mi padre lo que hace es cambiar el diseño y empieza a construir los clásicos barcos Ortholan de los años 30 – que algunos los llaman Ortholán-Baader – que es un barco de fondo redondo con espejo a popa. Mi papá, en su propio astillero, siguió fabricando el mismo tipo de barco pero cambia el sistema constructivo. O sea, en Ortholán, un barco de 14 metros que pesaba 12, 14 toneladas, en nuestro astillero, en la década del 50, se hacía del mismo tamaño, de forma muy parecida y pesando 8 toneladas, lo cual hacía que caminara más y que hiciera menos marejada”.
Se suele comparar el diseño americano con el europeo, pero el primero está pensado para navegar en mar abierto como es el caso de aquellos que parten de un puerto que está en las proximidades del mar. Por el contrario, apelando al ingenio, los diseños de Baader estaban orientados para navegar en nuestro estuario. “Los diseños de nuestro astillero eran bastante largos, angostos, con poca manga, que caminaban muy bien con relativamente poca potencia y haciendo poca marejada. Hay que considerar que acá estamos navegando por arroyos que están poblados, que hay botes amarrados…” señala Juan.
Si bien hay muchos diseñadores que están de acuerdo con la línea que marcó el Astillero Baader, el mercado se ha inclinado por el diseño americano o italiano. “No hay clientela para aquello”, concluye Baader.
Foto: Interiores de los barcos Limay y Guayna. Gentileza de Juan Baader.
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