La ganadería viene acumulando años de crisis por malas políticas de apoyo a un sector pilar de la economía agropecuaria, por ineficiencias propias y por problemas económicos que hicieron que un ciclo agrícola sea más valorado que el ganadero.
Cada año se habla de la posible escasez de la carne en el mercado interno con la misma intensidad que la conductora Mirtha Legrand anuncia su retiro de la televisión. Ninguna de las dos cosas se han dado aún y, tal vez, coincidan el año próximo. O no.
La Argentina es una de las mayores potencias mundiales en consumo de carne. Es el país que absorbe el mayor porcentaje de lo que produce, ya que el 85 % se destina al mercado interno. El resto se exporta, aunque cada vez menos.
Es cierto que después de tantos años de crisis, las estructuras están resentidas. Las constantes liquidaciones de hembras destinadas a faena, los problemas climáticos que provocaron muchas muertes y la falta de un manejo más eficiente como para hacer rendir mejor algunos de los índices del sector se conjugan como para suponer una menor oferta de terneros el año próximo y, como consecuencia, una caída en la producción de carne.
Pero hay muestras para suponer que el ganadero está entero en sus fuerzas, aunque hayan mellado su entusiasmo. Los ciclos de charlas y seminarios de capacitación del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina llenan de unos de los espacios importantes que puede tener el ganadero para mejorar su situación, porque suma información de especialistas para el manejo del negocio.
Y es allí, en esos encuentros, donde se observa la firmeza de las bases ganaderas, porque convocan a cientos de productores en cada uno, porque transmiten conocimiento y porque permiten palpar la realidad del sector.
Los analistas anuncian posibles faltantes de carne para los próximos año y la potencial necesidad de importar de los países vecinos, algo tan “humillante” para la ganadería como que perdamos la final del mundial 2010 con Brasil. Y viceversa para los brasileños.
Sin embargo, la Argentina tiene capacidad como para sobrellevar la situación y más que faltar carne, es más probable que menos argentinos puedan acceder a este producto por un incremento en el precio, que se considera inevitable, a menos que el Gobierno ejerza una fuerte intervención.
Tal vez, sufran más los exportadores para poder encontrar hacienda que sea destinada a los mercados externos o las barreras comerciales altas como para poder embarcar. Pero el mercado interno difícilmente sea escaso en provisión de los cortes.
Por el momento, el posible faltante de carne es más utilizado como argumento político para reclamar medidas de apoyo que como una realidad próxima a concretarse. La devoción de los argentinos por la carne hace que cualquier tema extremista que la vinculen sea considerado un problema nacional y por ello las amenazas del sector, en varias oportunidades, se instalan en las comunidades de consumidores.
Es cierto que no será un año sencillo para la ganadería el que viene y, seguramente, muchos productores cambiaran de actividad o modificaran sus actuales estructuras. Pero la problemática ganadera viene desde hace tiempo. Aún hay posibilidades para revertir muchas de las falencias que sufre la ganadería, tal vez se podrían “copiar” algunas iniciativas, como las del IPCVA para capacitar y entrenar ganaderos, y de esa manera gestionar un modelo productivo para cubrir todas las demandas de un producto que es, incuestionablemente, demandado en cualquier lugar del planeta.
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