Los colores de la tierra

Según la humedad de la zona, los tintes naturales varían su grado de saturación. La especialista en arte textil, Alejandra Deppe, trabaja con tintes y fibras naturales en distintos tipos de telares. Para difundir esta actividad, organiza todos los años un encuentro en San Isidro.

 

Entre los pueblos que habitaron América del Sur, el arte textil logró una gran maestría, no sólo en el trabajo en telar, sino también en el teñido de las fibras, por supuesto, con productos naturales.

En una búsqueda por reencontrarse con estas antiguas técnicas, la pachequense Alejandra Deppe estudió con la prestigiosa investigadora chilena María Paz Lira. “Anduvimos por Catamarca, Jujuy, Santiago del Estero, rescatando los conocimientos que usan las personas que viven en el campo”, explicó Alejandra.

En nuestro país, el telar de pedal (que trajo el invasor español en el siglo 16) se fue mixturando con la tecnología propia de los pueblos originarios, dando como resultado el telar criollo que “es un telar horizontal de pedales; también existe el telar vertical mapuche; el telar pampa, con el que se hacen fajas tubulares; el telar de estaca; el telar ranquel”, aclaró la especialista.

 

Tintes naturales

Si uno es observador, verá que la naturaleza nos regala una variadísima cantidad de colores y aquel que también es curioso, podrá reproducirlos con productos que también ofrece la naturaleza: “Los tintes naturales son básicamente plantas, raíces, cortezas, cáscaras, ramas. Se pueden usar cáscaras de cebolla, remolacha, repollo colorado. Las hojas del paraíso dan amarillo verdoso, también el perejil. En esta zona, los colores son demasiado pasteles, es decir muy suavecitos, por la cantidad de agua que tienen las plantas. En cambio, en zonas secas, el tinte es muy saturado”. En cuanto al color granate, Alejandra especificó: “El rojo es de origen animal, se saca de la cochinilla, un parásito que crece en los tunales. Abunda en Santiago del Estero. También se usa para repostería y cosmética”.

Para aquellos que quieran experimentar, Alejandra explicó el proceso básico que consiste “en cortar hojas o ramitas, se machacan y esa pasta se hierve en abundante agua durante una hora. Se deja ‘dormir’ toda la noche. Al día siguiente, se cuela y lo que queda es el tinte en sí, equiparable a la anilina que se compra. Paralelamente se preparan las fibras o telas que se mordentan en un baño con fijador que es sal gruesa o alumbre y, cuando la lana ya está mordentada, se pasa de una olla a la otra, se vuelve a poner en el fuego y se hierve suavemente. Después se deja enfriar y se enjuaga. Luego, todo se desecha en la tierra porque es orgánico”.

Obviamente, no se logrará siempre la misma tonalidad del tinte, porque influye el tipo de agua, los tiempos, si se usa sal gruesa o alumbre, pero “el propósito de hacer un tinte artesanal no es sistematizar el color”.

Entre sus intereses, Alejandra destacó que prueba las plantas que tiene alrededor “para ver qué colores dan”.

Así como los tintes a veces son muy suaves y otras, muy saturados, las fibras naturales “pueden ser suaves o ásperas, porque tienen pajitas o abrojos. Eso depende del lugar donde vivan los animales, también de la alimentación, pero si los artesanos hacen un buen trabajo de limpieza, el resultado final es muy bueno”.

Hablando de suavidad, Alejandra recordó: “En Toay (La Pampa), le compré a una señora que criaba conejos angora. Los esquilaba ella misma y también hilaba, es una lana muy suavecita”. El viaje por La Pampa le permitió contactarse con la cultura ranquel: “Tienen un telar horizontal que es una síntesis bastante especial, porque tiene cosas del norte y también del sur, de los mapuches. Los ranqueles estuvieron invisibilizados, como si no existieran más, sin embargo, este telar se encuentra en muchos pueblos pampeanos”. Además, este pueblo hace un uso particular del color y del espacio en sus ponchos, que “se diferencian mucho de los ponchos bonaerenses o de los neuquinos o de Río Negro”. A partir de esta información – poco difundida – Alejandra Deppe escribió un libro sobre la tradición textil pampeana.

Su larga trayectoria – iniciada hace 20 años – le permite desarrollar “una alfabetización del proceso textil, porque la gente que concurre a los talleres, después de conocer los distintos procesos, puede ‘leer’ de otra manera las prendas que vienen del interior del país”. Y se contagiarán, seguramente, de la pasión de Alejandra por el arte textil.

Encuentro de Arte Textil

“Con María Belén Gómez, profe de San Fernando y San Isidro, viajamos a un encuentro nacional de arte textil en Rosario, en el año 2000. Volvimos superentusiasmadas y nos propusimos realizar nosotras un encuentro para que la gente de nuestros talleres se conociera, intercambiara experiencias. Hicimos el primer encuentro en la Quinta El Ombú con el propósito de difundir técnicas antiguas, de pueblos originarios, arqueológicas”. El encuentro fue creciendo y ya está instalado: el primer fin de semana de octubre de cada año, todas las personas interesadas en el arte textil se encuentran en la Escuela Superior de Bellas Artes Regina Pacis, 25 de Mayo 327, San Isidro. Además de los talleres arancelados, hay muchas actividades gratuitas.

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