El Escarabajo, un auto que genera pasiones

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Bienvenido al museo del VW. Marcos Varela es un vecino de Pacheco que hace 35 años colecciona maquetas de Escarabajos y Porsche. Además restaura autos y, como todo volwaguenista, sueña con tener un cabriolet.

 

En una pequeña habitación con un piso cuidadosamente decorado con 14.407 monedas antiguas argentinas que coinciden con las tablas del piso de machimbre – “eso fue lo más difícil”, dijo su realizador – Marcos Varela, un vecino de Pacheco, atesora 750 maquetas del famoso Escarabajo, un autito de larga y atrapante historia.

A raíz de un accidente automovilístico, “el único que tuve en mi vida”, aclaró rápidamente, Marcos tomó contacto con “la cofradía del Volswagen” y así empezó, hace 35 años, a coleccionar autos y a restaurar verdaderos Escarabajos.

Si bien no puede precisar cuál fue la primera maqueta que llegó a sus manos, con seguridad estableció cuál es la más importante: “Un Mercedes diseñado por Porsche que fue el auto personal de hitler. El auto apareció en Austria y lo compró un californiano que estaba restaurando un Escarabajo modelo 51 y esos repuestos no se consiguen más. Mi hija, que vive en Estados Unidos, lo puso en contacto conmigo, yo tenía todos los repuestos que él necesitaba”. Así fue como los repuestos volaron para allá y el lujoso auto negro con tapizado de cuero llegó a la Argentina y hoy se luce en una vitrina de honor en el museo de Marcos.

Entre las incontables réplicas de Escarabajos se destaca una de chapa carcomida por el tiempo, sin ruedas, pero que conserva aún sus líneas sinuosas; otro modelo 50 con caja de herramientas “tan chiquitas que le puse una lupa”, explicó. La caja venía colocada en la rueda de auxilio, en lugar de la tasa, “pero en el puerto se las robaban, así que no quedaron muchas”. Por supuesto, Marcos tiene una original.

Una pieza importante, “porque no se fabrica más”, es una radio, modelo 62, que “se sacaba como un pasacasete, se extendía la antena y uno se iba de picnic”.

Como algunos de sus amigos consideran que junta cosas raras, uno de ellos, que trabajaba en la planta Pacheco de Radio Nacional, le regaló una lámpara de un radio transmisor: “Yo me dije ‘si hay alguien que puede poner un barco en una botella, yo puedo poner un auto en una lámpara’ y puse un Porsche”.

No sólo hay modelos de allende los mares, también tiene una réplica del primer automóvil hecho en Argentina “por un gallego que se llamaba igual que mi papá, Manuel”, recalcó con orgullo. “Este gallego llegó en 1860 como carpintero y en el museo de Campana tenemos guardado el baúl con todas sus herramientas de carpintería. A principio del siglo 20 ingresó en el ferrocarril y ahí se familiarizó con la mecánica y en su casa hizo íntegramente a mano un auto, que está en el museo y todavía funciona. Lo empezó en 1903 y lo terminó en 1907. Cuando lo empezó, la casa estaba al ras de la calle; cuando lo terminó, habían comido la calle y la casa quedó en un primer piso, entonces tuvo que sacar el auto por atrás, por la casa de un vecino. Al auto lo llamaban ‘el mataperros’ porque el motor tenía un escape directo  – un caño de agua – y, cuando salía a la calle, hacía una bulla terrible, entonces los animales se alteraban. Tiene un motor de 2 litros, arriba el tanque de agua y abajo, el de nafta. Tenía ruedas de hierro, pero nosotros hicimos una réplica perfecta y en lugar de hierro le pusimos gomas finitas para poder andar por la calle”. Quien quiera ver este singular automóvil, puede hacerlo en Lavalle 537, Campana.

“Todo volwaguenista sueña tener un cabriolet”, expresó Marcos, por eso, paso a paso, está restaurando el suyo. Además de ser técnico mecánico recibido en la escuela de Ford y de haber trabajado en esa fábrica, Marcos fue amigo de Galicio, un famoso mecánico de San Fernando: “Restauró un OM – auto italiano – que luego corrió las 1000 millas de Italia. Y el último auto que restauró es una Bugatti de 1929 que está en Estados Unidos asegurada en 140 mil dólares. Era un genio”.

Sobre los autos actuales, Marcos Varela aseguró que “la mecánica actual se complicó; antiguamente era muy simple, con 4 tornillos se bajaba el motor, que no tenía apoyo y no se caía ni se rompía”. Y concluyó con una afirmación que, dada su probada experiencia, habría que tener en cuenta: “No hay malos autos, hay malos dueños y peores mecánicos”.

 

La pasión que Marcos Varela siente por el Escarabajo va unida a la pasión por su creador: Ferdinand Porsche. “Me encanta su vida. No tuve la suerte de conocerlo. Murió en el 51. hitler lo nombró ingeniero honoris causa porque él sólo tenía nivel primario; le dio también investidura militar, por eso, cuando terminó la guerra, los franceses lo tomaron prisionero y lo llevaron a Francia donde lo hicieron trabajar como diseñador para Peugeot. Su hijo trabajó para pagar su fianza y lo recuperó en el 49. Como ya estaba enfermo, murió en el 51. Su hijo, conocido como Ferry, continuó su obra”.

Siendo muy joven, Porsche comenzó a experimentar con la energía eléctrica y en la Exposición Universal de París de 1900 presentó un coche eléctrico. Trabajó para Mercedes Benz. En el año 31 creó su propia empresa de diseño y cuando recibió su primer encargo, lo denominó número 7 porque no quería que se supiese que era su primer proyecto. Durante mucho tiempo rondó en su cabeza la idea de realizar un auto económico y sólido – idea que mantenía ocupados a muchos ingenieros de la época, como al ingeniero Joseph Ganz. Finalmente produjo el Escarabajo: “Lo logró en 1934. Tenía una aerodinamia mucho mayor que cualquier auto de aquella época. Es el único que, si no está chocado y tiene los burletes en condiciones, flota”. De la invención de Porsche salió el VW y el carísimo auto que lleva su nombre. Lamentablemente también ejecutó vehículos militares para el ejército nazi con mano de obra esclava por lo cual, junto con su hijo Ferry, fue encarcelado una vez finalizada la 2da. guerra mundial.

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