El 1 y 2 de noviembre, los pueblos andinos recuerdan a sus seres queridos que ya no están. Familiares y amigos se juntan la comida, bebida y la música que más gustaba al difunto. El cementerio de Flores es el marco de este encuentro ancestral, que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires se empeña en violentar.
Zapallos ahuecados con muecas de terror, disfraces de fantasmas y muchas más mercancías se exhiben en jugueterías y negocios varios, desde hace algunos años, cuando llega el fin de octubre. El intento para que el Halloween norteamericano ingrese en la vida festiva de los argentinos no descansa y apunta a que los niños se disfracen (de esta manera, la industria del disfraz se activa fuera del período de carnaval) y los adultos beban más cerveza (agradecidas las cervecerías que ya se despidieron de su mejor momento). A este festejo foráneo ahora se le agrega el día de los muertos mexicano, transformado en un evento turístico en su propio país y en un acontecimiento culturoso en el nuestro, ya que por ahora se mantiene encapsulado en librerías y centros culturales.
Todas las culturas del mundo honran a sus muertos. Algunas de manera íntima, otras con formas comunitarias más extrovertidas. En el continente americano, con la llegada del invasor europeo, muchísimos grupos étnicos fueron sometidos. El resultado del proceso de invasión y conquista derivó en formas más o menos sincréticas, con doble intención: por un lado, la cristiana, que buscó borrar la espiritualidad propia de los pueblos invadidos y, por otra, la indígena, que intentó preservar su religiosidad.
Desde hace décadas, los pueblos originarios de nuestro país están indagando la historia larga para reencontrarse con sus costumbres, sustentadas en su propia cultura. Es así que retomaron la práctica del Aya Marq’an Killa, la ceremonia ancestral de los pueblos andinos denominada actualmente Ceremonia de Homenaje a los Difuntos, que se realiza el 1 y 2 de noviembre. “La celebración fue recuperándose del olvido y cobrando fuerza en paralelo a la autoafirmación de nuestra identidad”, expresó la abogada Paula Alvarado Mamani, especialista en Derechos Humanos y Litigio Internacional.
Un reencuentro violentado
No se sabe cuánto hace, algunos dicen que unos 30 años, el cementerio de Flores se puebla de celebrantes de raíces indígenas andinas que, el 2 de noviembre, van a reencontrarse con sus difuntos. Estos pueblos reciben con alegría las almas de quienes se fueron, por eso comparten comidas, bebidas y música. El cementerio se llena de color, alegría y reciprocidad.
Pero desde que la ciudad de Buenos Aires está gobernada por representantes del PRO-Cambiemos, la celebración se empaña porque el gobierno despliega un operativo policial como si los festejantes fueran peligrosos. “Era violento ver cómo revisaban las mochilas de los niños. Requisaron a señoras, hombres adultos. Quedaron botellas de agua en la entrada, tampoco se podía ingresar asientos ni sombrillas y había un sol tremendo”, contó, sobre el último 2 de noviembre, Johana Arce, integrante de la comunidad de sikuris Ayllu Sartañani. También muchos músicos quedaron afuera por el capricho del personal de seguridad que se apostó a los costados de la única entrada habilitada para cientos de personas. “En estas fechas no sólo se comparte la comida y bebida que le gustaba al difunto, también se comparte la música que está muy ligada con lo espiritual”, agregó Johana.
La Constitución Nacional reconoce la diversidad cultural y étnica de nuestro país, el Estado argentino ha ratificado instrumentos internacionales en los cuales se resguardan los derechos de los pueblos indígenas y el propio gobierno de la ciudad de Buenos Aires tiene leyes específicas sobre cementerios, como la 4977/2014, que autoriza “toda manifestación y expresión de pueblos originarios de carácter ceremonial comunitario, en relación a los difuntos, los días 1 y 2 de noviembre de cada año”. Sin embargo, el accionar del gobierno de la ciudad de Buenos Aires pisotea toda normativa y transforma el espacio público en un dispositivo de control. Para ponerle freno, la abogada Alvarado Mamani presentó, en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, un proyecto de ley para que se instaure el 1 y 2 de noviembre como la Celebración del Aya Marq’an Killa en la C.A.B.A. y se declare día no laborable para quien tenga origen indígena.
Distintas organizaciones indígenas dialogan, desde hace años, con el gobierno de la C.A.B.A. para lograr que la celebración se desarrolle con normalidad. Si se entiende que para los pueblos indígenas no existe la muerte, sino que la vida continúa en otra dimensión, se puede comprender, entonces, que la persistencia es una de sus cualidades. Y el año próximo estarán nuevamente en el cementerio de Flores para reencontrarse con los ajayus (almas) de sus seres queridos que siempre retornan en paz.
Por Mónica Carinchi
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