El productor Luis Barreto, de Colonia Oasis -Misiones- apostó, hace 3 años, al cultivo del banano. Se capacitó en el Inta y, de 500 plantas iniciales, actualmente tiene 3000. Tiene una producción constante, por lo cual vende entre 400 y 500 kilos por semana. No utiliza agroquímicos porque vive inmerso en la naturaleza y sabe que debe cuidarla.
La banana es la fruta más consumida por los argentinos. En 2023 se importaron 470.853 toneladas, por un total de 295 millones de dólares. Más del 50% de lo que se consume en los grandes centros urbanos proviene de Ecuador, luego siguen Bolivia y Paraguay.
Pero también en nuestro territorio existen pequeños productores de esta fruta. Uno de ellos es Luis Barreto, un misionero que, hace 3 años, empezó con 500 plantas y ahora tiene cerca de 3.000.
Con un crédito provincial pudo comprar las plantas madres; se capacitó en el Inta y “devoró” tutoriales de Brasil, Paraguay, Colombia. “Uno como productor se va asesorando y vamos creciendo en conocimiento, en el manejo, conociendo las enfermedades de la planta. Es muy importante el asesoramiento técnico porque ayuda mucho en el trabajo. Mis padres eran productores de sandía y melón, pero se trabajaba de otra manera. Después yo me fui asesorando, acercándome a la gente del Inta y viendo nuevas formas de plantación y nuevos cuidados. Cambia mucho la forma de trabajar. Ayuda a mejorar la producción”, reconoció Luis Barreto.

Si bien la tierra misionera es muy buena y su chacra está en la costa del río Paraná, algo que lo beneficia porque esta planta requiere mucha agua, para los meses de extremo calor necesitaría un sistema de riego. “Pudimos hacer un reservorio y bajar la luz, pero como ahora todo es tan costoso y no hay créditos…”, comentó. Por otro lado, también debe estar atento a los picos de maduración: “Las bananas maduran entre 18 y 24 grados para que dé el color amarillo. El año pasado tuvimos problemas con los picos de maduración porque acá podemos tener 24° a la mañana y 38/40 hasta 46° al mediodía y ahí hacía picos de maduración”. Para no perder esa producción, debería tener una cámara frigorífica, pero aún no tiene capacidad económica y se repite, entonces, la carencia de créditos favorables.
Esta planta va dando hijuelos y “hay que saber cuál es el hijo bueno”; cuando la planta madre dio el cacho de banana, muere, pero ya hay otra planta que tiene el cacho en maduración y así sucesivamente, “así siempre hay una continuidad de producción”.
Han llegado a sacar cachos de un metro sesenta de altura con un rendimiento de 42 kilos de fruta. “En noviembre de 2023, como hubo mucha lluvia, 4 bananas pesaban un kilo doscientos. Por ahora estamos sacando 400/500 kilos por semana. Si tuviera 2000 kilos, los vendería”, dijo Barreto. Efectivamente, la respuesta de los consumidores es muy buena, lo llaman de distintos mercados, sin embargo, no toma nuevos compromisos porque no llega con la producción. “No hacemos nada alocadamente, todo con paciencia y mucho estudio”.
Barreto aseguró que puede competir con la banana de Brasil, incluso su producción la saca “un poquito más rellena, a punto de maduración. Además, no tiene horas de cámara ni mucho tiempo de transporte. Nuestra banana va directo al paladar del consumidor”. Obviamente, las bananas que se importan las sacan verdes y “quedan como ásperas al paladar, a nosotros eso no nos pasa”, aclaró. Como vende su producto localmente, los consumidores tienen la suerte de comer una fruta casi recién cosechada.
Por otro lado, sus bananas tienen un plus: no usa agroquímicos. “Esto hace la diferencia, la gente busca estos productos”. Para hacer la limpieza de la chacra usan azada y guadaña: “No metemos insecticidas, porque matan muchas cosas buenas que tiene el suelo y también muere mucha fauna. Nuestro método nos da resultado porque una vez que la banana empieza a crecer ya los yuyos no salen con tanta fuerza. Los primeros tiempos son los más complicados. Después las hojas del banano se ponen en los líneos y eso va matando el crecimiento de los yuyos. Y además sirven de abono”. Para que las aves no se coman la producción, tapa los cachos con telas que ellos mismos hacen.
En la zona hay venados, coatíes, monos. “Pensé que los monos se iban a comer la banana, pero no, comen brotes de tacuara”. Está atento a los pícaros que quieren cazar: “Cuidamos a los animales de los cazadores. Si escucho algo, aviso (a la policía, a gendarmería)”.
Por supuesto, en su chacra hay diversidad de cultivos: sandía, melón, cítricos, palta, papaya. También tienen abejas. “Hacemos de todo un poco por si fracasa algo, tenemos otra cosa”.
Este es un emprendimiento que lleva adelante el grupo familiar. Trabajan además dos jornaleros a los que les enseña para que “en un futuro, también ellos puedan dedicarse a producir banana. También le enseñamos a la gente de la Colonia (Oasis), pero todavía no quieren hacer, pero creo que en un futuro puede ser porque es una buena salida”.
Colonia Oasis era una zona productora de ananá y dado que sufrieron heladas unos años seguidos, dejaron de plantar porque no sabían cómo proteger las plantas. “Ahora tenemos la tela antihelada. El año que viene queremos arrancar con ananá”, señaló Luis Barreto, siempre atento a ampliar y diversificar su producción.
Por Mónica Carinchi