Antonio Tormo. Se cumplen 20 años de la muerte de “el cantor de los cabecitas”

De origen mendocino, inició su carrera en la ciudad de Buenos Aires a fines de la década del 30. Grabó el tema que más discos ha vendido en nuestro país hasta la actualidad, “El rancho ‘e la Cambicha”. La escritora argentina Hebe Uhart recuerda la magia de la radio y al gran cantante en el relato Antonio Tormo.

Nació en una casita de trabajadores perteneciente a Bodegas Giol, en Maipú, Mendoza, en 1913. No tuvo cunita de oro y probablemente tampoco de bronce, con seguridad tuvo una cuna de madera hecha por su propio padre, un tonelero que murió, de tifus, tres meses antes de que naciera su primer hijo: Antonio Tormo.

Cuando Antonio tenía 10 años, la familia se trasladó a San Juan donde estudió en la Escuela de Artes y Oficios, recibiéndose de tonelero. Entonces, el adolescente volvió a Mendoza dado que en San Juan no podía trabajar por ser menor de edad.

Antonio fue dotado con un excepcional registro de tenor y eso sumado a su afición por el canto, lo llevó a amenizar fiestas vecinales, formando un dúo con Diego Canale.

A principios de la década del 30, el dúo se presentó a un concurso en Radio Cuyo y, sin concursar, ganaron porque el dueño los escuchó e inmediatamente los contrató.

Con el tiempo, el terruño les quedó chico. Las ansias por triunfar en la gran ciudad hicieron que, tras un viaje de 3 días sobre un camión que transportaba vino, llegaran a Buenos Aires, ya como integrantes de La Tropilla de Huachi Pampa, liderada por el reconocido Buenaventura Luna. Debutaron, en 1937, en radio El Mundo en el Fogón de los Arrieros, primer programa folclórico de difusión nacional. Si bien la fama del conjunto fue en aumento, económicamente no les iba tan bien: el mismo Tormo contó que una tarde fue al hipódromo con su compañero Báez y $200, ganaron 7 carreras, lo que les permitió pagar los meses que debían de pensión y comprarse ropa.

En 1943 se desvinculó de La Tropilla de Huachi Pampa y volvió a San Juan, decidido a abandonar el canto. Pero su destino era ser un famoso cantor popular, así que a los pocos años volvió a las radios porteñas y comenzó a grabar para RCA Víctor. La difusión de sus discos por Uruguay, Chile y Colombia fue sorprendente. En este último país, a donde RCA Víctor enviaba discos de Tormo y también de cantantes de tango, le contestaron a la grabadora: “Gardel hay uno solo. No nos interesan los imitadores. Manden discos del gran Tormo”.

Grabó “El jarillero”, “Ay, que se va”, “Cuando no me quieras”, “Los ejes de mi carreta”, “Amémonos”, “Primero la Patria”, “Linyera soy”, “Trapos viejos”, “El rancho é la Cambicha”, disco que vendió, en 1950, 5 millones de placas, en una Argentina que tenía 16 millones de habitantes.

Tormo se popularizó entre los hombres y mujeres del pueblo que llegaron a la gran ciudad en busca de un futuro mejor. Fueron los trabajadores que alimentaron las fábricas del conurbano bonaerense. Esos argentinos que, lejos de sus pagos, con la añoranza en sus miradas, empatizaron con este cantor que hablaba en su mismo idioma. Por eso fue conocido como “el cantor de los cabecitas”, mote dado despectivamente por los sectores más acomodados; también fue bautizado por Armando Tejada Gómez como “el cantor de las cosas nuestras”.

Y como las dictaduras pretendieron siempre borrar lo típico de este país, la revolución libertadora lo incluyó en una lista negra, razón por la cual muchas generaciones dejaron de escucharlo.

Antonio Tormo murió el 15 de noviembre de 2003; sus grabaciones se pueden escuchar por YouTube y también se puede ver en la película de Fernando Ayala, El canto cuenta su historia (https://www.youtube.com/watch?v=9qhWqepQcbo).

Por Mónica Carinchi

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