La experiencia diaria nos demuestra que esta forma moderna de esclavitud está escandalosamente difundida causando indecibles sufrimientos humanos, especialmente a propósito de la trata con fines sexuales, el trabajo esclavo, el comercio de órganos y otros flagelos que sufren hombres, mujeres y niños.
Las organizaciones criminales, dedicadas a la trata de personas, eligen mayoritariamente a las víctimas entre las personas que hoy tienen escasos medios de subsistencia y aún menos esperanzas para el mañana y, sobre todo, usan de las rutas migratorias para esconder a sus víctimas entre los migrantes y los que buscan refugio.
Como Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes invitamos a todos los ciudadanos e instituciones: a incrementar la conciencia de la creciente necesidad de ayudar a las víctimas de estos crímenes; a acompañarlas por un camino de reintegración en la sociedad y de restablecimiento de su dignidad humana; a llevar el bálsamo de la misericordia divina a quienes sufren; a aunar esfuerzos para su prevención.
Hacemos un llamado especial a las autoridades, en los diversos poderes y niveles de gobierno para que, preocupados por este grave problema, se ocupen y atiendan, con persistencia y seriedad, el drama de la trata y tráfico de personas, a través de políticas públicas y legislaciones precisas.
Oremos “para que el Señor convierta el corazón de los traficantes – qué palabra fea: traficantes de seres humanos – y brinde la esperanza de recobrar su libertad a cuantos sufren por esta plaga vergonzosa”. (Francisco, 7 de febrero de 2018)
Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes
Buenos Aires, julio de 2018
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