A fines de noviembre se presentó el libro Cientificidio, soberanía y lucha de clase, de Nuria Giniger y Rocco Carbone, investigadores del Conicet.
Para presentarlo, los autores eligieron a cuatro investigadores (Raúl Courel, Federico Montero, Gabriel Bober, Cristina Ibarra y Alberto Kornblihtt) que representan un arco militante desde ATE-Conicet hasta la Conadu histórica, pasando por la toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología cuando se inició el recorte en ese sector, en 2016. Para graficar esta militancia, Rocco señaló: “Alberto (Kornblihtt) tiene un laboratorio de primer nivel, podría recordarlo allí, cómodamente sentado. Sin embargo la imagen que yo tengo de él, es de su lucha por el Conicet”.
Como todos los trabajadores, los científicos también están en las calles levantando sus banderas y, en este momento político, deben salir a luchar por los logros y reconocimientos alcanzados durante la etapa anterior, que el actual gobierno está destruyendo sistemáticamente.
En el libro, los autores dicen: “El Conicet creció exponencialmente… Este crecimiento, cuya curva significativa despegó entre 2005 y 2015, es una demostración de que hubo una política de Estado que se propuso revertir años de desfinanciamiento, de fuga de cerebros… Esta política implicó: aumento sustantivo del presupuesto de ciencia y técnica, creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la configuración de un sentido común que le (re)otorgó legitimidad a los científicos”.
Actualmente, en contra de las promesas que lanzó durante su campaña Mauricio Macri, en 2016 se votó un presupuesto que “implicó una reducción de 190 millones de pesos para el MINCyT y esto impactó en la exclusión de 498 investigadores jóvenes de la planta permanente del Conicet”.
Como si la palabra escrita no fuera suficiente, para remarcar esta política de vaciamiento en ciencia y tecnología, una participante al evento, que se presentó como “una simple ciudadana”, interrumpió las exposiciones explicando que debía partir, pero no quería dejar de comprar un libro para un sobrino que, habiendo sido despedido de ARSAT, partía contratado por los Emiratos Árabes.
Vale recordar que Sergio Massa, en 2014, en ocasión de la puesta en órbita del primer satélite fabricado íntegramente en el país, justamente en ARSAT, se refirió al mismo como “una heladera lanzada al espacio”. Raro que en los Emiratos Árabes contraten gente que manda heladeras al espacio.
Como producto de la defensa de este potente sistema conformado por universidad pública-ciencia-innovación tecnológica capaz de dialogar con todos los sistemas universitarios del mundo, que está en este momento atacado ferozmente, surgió este libro que “tiene un sentido militante”.
Ciencia para quién
Abriendo la presentación, el Dr. Raúl Courel destacó el conflicto que surge a partir de la pérdida de soberanía. “No puede haber ciencia si no hay soberanía. Como la producción de ciencia y tecnología es un tema de poder, es fundamental quién define los problemas: el Estado o las corporaciones. En síntesis, la política científica la fija el Estado o el mercado”.
Además de su comentario sobre el libro, Courel recordó que en 2018 se cumplen 100 años de la Reforma Universitaria.
Por su parte, Federico Montero, Lic. en Ciencia Políticas, sostuvo que el libro Cientificidio da marco al conflicto que atraviesa la ciencia en nuestro país. Reclamó “una agenda estratégica para la reconstrucción de una mayoría política que haga posible frenar el cientificidio y reconstruir la soberanía en términos de conocimiento”.
Desde la pata sindical del Conicet, llegó Gabriel Bober, Lic. en Sociología, quien mencionó que el proyecto de este gobierno era ingresos 0 para el Conicet y que “de no haber sido por los conflictos planteados por el sector, no hubiéramos tenido ningún nuevo ingreso de investigadores”. En este sentido, este libro aportó la sistematización de las agresiones recibidas por la comunidad científica y sus respuestas.
La Dra. Cristina Ibarra comenzó recordando que, en los 90, a la investigadora Susana Torrado la mandaron a lavar los platos porque anticipó que el modelo económico que llevaba adelante Domingo Cavallo conduciría a la Argentina al precipicio. No se equivocó.
Asimismo comparó el retorno de científicos en los 90 y la repatriación que se produjo durante el gobierno anterior: “En los 90 volvían los que habían fracasado en el exterior”.
Cristina Ibarra señaló que, si bien existe un ataque feroz a la comunidad científica, “no estamos tan mal como en los 90 porque los sectores populares han rescatado el valor de la ciencia”.
Fue el Dr. en Ciencias Químicas, Alberto Kornblihtt, quien cerró la presentación del libro. En su introducción aclaró que para él estamos frente a una restauración conservadora y destacó que asistimos a un ataque no sólo de la ciencia y la universidad, sino de la educación pública en su conjunto.
Apuntando al libro, se detuvo en la pregunta que hacen los autores “ciencia y tecnología para qué”. El Dr. Kornblihtt confesó que siempre le inquietó más preguntarse “ciencia para quién”. “¿Vamos a transferir tecnología para los empresarios amigos del gobierno?, ¿para un empresario al que sólo le interesa obtener un crédito blando del Estado para hacer un galpón más grande? Es decir si el para quién es un sistema capitalista ineficiente, prebendario, mediocre, preferiría no hacerlo”.
El investigador superior del Conicet sostuvo: “Los científicos somos intelectuales, trabajadores y especialistas. El problema es que muchos de nuestros colegas se consideran sólo especialistas y tienen horror a considerarse trabajadores e intelectuales. Entonces, al negar su condición de intelectuales, niegan su capacidad de cuestionar la realidad social”. Insistió en que el país necesita científicos en su rol de intelectuales que puedan cuestionar el accionar del Estado, advirtiendo, por ejemplo, que el banco de horas que se pretende crear es una burrada porque se está desconociendo la necesidad que el ser humano tiene de dedicarle tiempo a su familia, al esparcimiento, al descanso, al ocio.
También Kornblihtt destacó la calidad de la universidad pública argentina y cerró diciendo que hacer ciencia es irreprimible, por eso, a pesar de cualquier gobierno, seguirán construyendo conocimiento.
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