Despedida al Gallego Nieto

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        En el homenaje a los obreros ceramistas detenidos-desaparecidos de zona norte, realizado el 15 de febrero, el Gallego Nieto escuchó el último cumpleaños feliz que sus compañeros le cantaron en ritmo de marchita. Pocas horas después, falleció.

        Quien haya escuchado al Gallego Nieto, aunque sea una sola vez, coincidirá con el historiador Marcelo Magne en que, el objetivo de su vida, fue la militancia. “Fue un militante convencido, siempre pendiente de hacer lo mejor para la causa popular”.

        Como él mismo decía, vivió su infancia en esa década en que los únicos privilegiados fueron los niños; vio llorar a su mamá cuando murió Evita y, en su adolescencia, escuchó con atención a los viejos de la Resistencia Peronista, entre quienes se encontraba su padre.

        Desde su militancia en el sindicato de municipales de San Fernando, recorrió también el pueblo de Tigre, luchando codo a codo con los navales y siempre se le escuchó decir: “Sanfernandinos y tigrenses somos muy parecidos”. En el homenaje por los 40 años de la toma de Astarsa, el Gallego expresó: “Nosotros venimos a reivindicar con alegría a los navales, porque ellos eran alegres”.

        También él fue un hombre jovial y sensible, que un día llegó a la villa Garrote y se encontró con el cura Pancho Soares y lo vio sacar una mesa de una casilla y ponerla en el medio del potrero, en ese “pelagal”, y vio llegar a una vecina con un mantel blanco y colocarlo sobre la mesa y escuchó decir a Pancho “acá está la iglesia”. “Al Gallego le impactó ver que la iglesia aparecía en el medio de la villa”, comentó Marcelo. El Gallego siempre se reconoció cristiano, aunque aclaraba: “No somos católicos de misa dominical”.

        Una semana antes de su fallecimiento, se realizó una reunión en Judiciales para organizar el Siluetazo, cuando Marcelo llegó, el largo pasillo estaba lleno de jóvenes y “entre ellos, estaba el Gallego, con una bolsita”. Muchos recordarán, efectivamente, esas bolsitas llenas de fotocopias porque “donde iba, sacaba una fotocopia que podía ser contra el tarifazo o del Programa de Huerta Grande”.

        El Gallego sabía mucho de historia y siempre motivaba a sus compañeros a leer, a informarse. “Era un hombre muy preparado políticamente. Tenía una visión estratégica. Siempre hacía una lectura muy interesante de la realidad. No le costaba nada tomar el micrófono e improvisar con coherencia y siempre apelaba a la historia con pertinencia”, señaló Marcelo, quien reconoció que era un placer hablar de política con él.

        Marcelo y el Gallego tuvieron un problema de salud, hace algunos años, en tiempos coincidentes. Ya casi repuestos los dos, se reencontraron en una actividad militante. El Gallego estaba muy flaquito, débil, sentado en un costado; le dijo a Marcelo que se había enterado de su problema y terminó el comentario así: “El Barba, a nosotros dos juntos, allá, no nos quiere. Si nosotros le llegamos juntos, al otro día tiene huelgas, marchas”.

        El Gallego recuperó su salud, se levantó del banquito, siguió marchando. En 2015, poco antes del balotage, recorrió las plazas de San Fernando, poniéndose la campaña al hombro, como lo hicieron hombres y mujeres del pueblo que olfatearon que la derrota traería vientos de sufrimiento.

        Ahora, el Gallego se marchó, está junto a sus compañeros, cantando la marchita. HLVS, Gallego Nieto.

Por Mónica Carinchi

Fragmento de la poesía escrita y leída por Eduardo Montebello en la despedida al Gallego Nieto, en el Parque de la Memoria, el sábado 9 de marzo:

Una flor para el Gallego

Una flor, sencilla flor de cualquier jardín o de

ninguno,

tal vez una flor crecida en un zanjón inoportuno

de los tantos que atraviesan barrios de chapa e

infortunio.

Una flor que no figure en inventarios ni padrones,

que no tribute IVA ni impuesto a la belleza.

Una flor sin código de barras, ni patrones.

Una flor así, lozana e invencible

voy arrojarla al río para que te acompañe,

Gallego, para siempre y te lleve a navegar

por esos mismos zanjones donde el piberío

ensarta mojarritas y añora tiburones.

Una flor crecida por el viento, entre yuyos y

roedores.

De algo estoy seguro, Gallego compañero,

amigo bancador y cancerbero,

de nobles ideales y de jugarse el cuero:

en tiempos que se vienen de luchas y entreveros,

de inciertas estrategias y renovados sueños

permanecerá indemne tu reiterado credo:

“cuanto más cruda sea y oscura la tormenta

menos habremos de ablandar el puño

y la croqueta”.

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