Para tomar conciencia del peligro de este fenómeno natural, potenciado por la actividad humana, el 12 de julio se declaró como Día Internacional de Lucha contra las Tormentas de Polvo y Arena. Tanto en Asia como en África iniciaron proyectos para detener la desertificación y así controlar estas tormentas asfixiantes.
Podríamos decir que el ser humano ha estado siempre asediado por distintas plagas. Una de las tantas son las tormentas de polvo y arena que, por ser tan trascendentales, tienen un día internacional de lucha contra ellas: 12 de julio.
Estas tormentas se producen cuando soplan fuertes vientos en regiones sin cubierta vegetal. Son tormentas naturales que, actualmente, se han intensificado por la actividad humana. Por esto, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación advierte que sus efectos destructivos se multiplicarán.
Existe un ejemplo en USA que dio en llamarse Dust Bowl: durante la década del 30, la región central y septentrional de las Grandes Llanuras sufrió una sequía excepcional.
Los investigadores estiman que el reemplazo del ecosistema de praderas por cultivos de trigo que no prosperaron en esa década, debido a una gran sequía, fue lo que dejó el suelo desnudo y por lo tanto expuesto a que el polvo se levantara, originando tormentas que oscurecieron el cielo durante días. Se considera que 3 millones de colonos migraron hacia otros estados. Transformar sustancialmente una región no es gratuito. Este desastre económico, social y ecológico dio origen a una famosa novela de John Steinberck, Las uvas de la ira, llevada al cine por John Ford.
Mucho más cerca en el tiempo, en mayo del año pasado, en Illinois -USA- se produjo una tormenta de polvo con ráfagas de 56 a 72 km/h, reduciendo la visibilidad, en pleno mediodía, casi a cero. Hubo múltiples accidentados y 6 muertos.
En África y Asia, las tormentas de polvo y arena son frecuentes: en el desierto de Gobi, China; en el desierto del Sahara, norte de África; en el Sahel, que se extiende desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo, con una longitud de 5400 km por debajo del Sahara. Lagos que se han secado, como el de Bodélé (en el Chad) y el conocido como mar Aral son la mayor fuente de emisión de polvo terrestre.
Las tormentas de polvo y arena no sólo repercuten negativamente en la economía, también provocan problemas sanitarios como el agravamiento de problemas respiratorios y enfermedades impensadas como la fiebre del valle, en las tierras áridas de USA, enfermedad infecciosa causada por un hongo cuyas esporas son diseminadas por este fenómeno climático.
Para hacer frente a este problema mundial, la respuesta debe ser global. Hay que enfrentar la causa: degradación de los suelos, desertificación, pérdida de recubrimiento vegetal, por lo cual se deben restaurar los ecosistemas, restablecer la vegetación y evaluar las consecuencias ambientales de las represas.
China es uno de los países más afectado por las tormentas de arena, por este motivo inició, en 1978, el proyecto de reforestación más ambicioso del mundo: la Gran Muralla Verde, que tiene como objetivo frenar la expansión del desierto de Gobi, distante sólo 180 km de Beijing, capital del gigante asiático. Este proyecto es considerado la mayor obra de ingeniería ecológica del mundo. En las últimas décadas, China ha plantado 66.000 millones de árboles.
Los países de la región africana del Sahel han iniciado también un proceso de reforestación a lo largo de 8.000 km, al que han llamado Muralla Verde Africana. Lo que al principio fue sólo una plantación de árboles se ha convertido en una iniciativa integral de desarrollo rural.
Recuperar los ecosistemas verdes es esencial para que el día no se vuelva noche y el aire no sea irrespirable.
Por Mónica Carinchi
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