Ríos, lagos y los mejores atardeceres en el Circuito Parque Patagonia. Si la Ruta 40 fue el desafío de muchos argentinos, en la actualidad la Ruta Provincial 41, en Santa Cruz, es el recorrido que hace la diferencia a la hora de contar historias entre viajeros. Durante horas, la única compañía son los guanacos, familias de choiques y el majestuoso cóndor. En los extremos de la ruta, Los Antiguos y Lago Posadas son pueblos que ofrecen calma y experiencias inolvidables.
Para alejarse del calor sofocante que producen el asfalto y el cemento, un destino ideal es la meseta patagónica. En el noroeste de Santa Cruz, muy cerca del límite con Chubut, se encuentra el Circuito Parque Patagonia.
Seguramente muchos turistas han atravesado el Circuito por la Ruta Nacional 40 y se han detenido en la famosa Cueva de las Manos, un farallón de más de 100 metros de altura, donde hombres, mujeres y niños dejaron su impronta hace unos 9000 años. Las misteriosas manos podrán tener muchos significados, pero cuando uno está frente a ellas, lo único importante es la emoción que provocan.
Cuando se regresa del recorrido de más de 600 metros que tienen estas enigmáticas pinturas, buscar chinchillones en las grietas de las rocas nos contacta con un presente que debemos preservar: el hermoso animalito, de color anaranjado, corre peligro de extinción por la estupidez humana.
En este momento, la niña mimada del Circuito Patagonia es la Ruta Provincial 41, que tiene tantas bellezas en su recorrido que ha sido denominada Ruta Escénica. “La ruta 41 recuperó lo agreste que perdió la ruta 40 cuando fue asfaltada”, dijo Federico Djeordjian, un guía que vive en Los Antiguos, el pueblo donde comienza la Ruta Escénica.
El pueblo de las cerezas
Los Antiguos está en un valle compartido con Chile. La frontera es el río Jeinimeni que se puede observar desde uno de los 4 miradores que tiene el pueblo. Allí arriba se aprecia todo el valle, con un pueblo a cada lado: Los Antiguos y Chile Chico. Federico comentó que, aunque comparten el mismo valle y el pueblo chileno también es agroturístico, “hay diferencias, por ejemplo, la gastronomía es bien distinta”.
Recostado sobre el lago Buenos Aires, el segundo más grande de Sudamérica, Los Antiguos es un pueblo apacible donde se pueden realizar actividades náuticas (kayak, windsurf, kitesurf), recorrer chacras donde se produce fruta fina o hacer caminatas entre bosques e hilos de agua.
El segundo fin de semana de enero se realiza la Fiesta Nacional de la Cereza. “Muchos dicen que las mejores cerezas del mundo salen de acá”, apuntó Federico que, por supuesto, siempre convida a sus pasajeros con estas exquisitas frutas.
Una visita por las chacras permite conocer el trabajo, historias de los pioneros y saborear los ricos frutos, tartas, mermeladas, chocolates, escabeches y, si lo encuentra la hora del té, seguir disfrutando.
Para completar la estadía, la noche invita a pasar por la cervecería de Germán Alles, un chef que, llegado a Los Antiguos, se dedicó a la cerveza artesanal. Tiene una gran variedad, todas hechas 100% con lúpulo nacional.
El microclima del valle y la cantidad de propuestas de senderismo, estimulan para volver a Los Antiguos, por eso, para el turismo post pandemia, éste es un lugar privilegiado.
Naturaleza plena
La Ruta 41 está trazada al oeste de la 40, es decir muy cerca de la Cordillera. Son 160 kilómetros de ripio; tiene muy buen mantenimiento y algunos dicen que se puede hacer en dos horas. Pero como lo fundamental es ir parando para observar todos los atractivos que la rodean, la guiada, hasta Lago Posadas, lleva una jornada completa. No hace falta salir muy temprano de Los Antiguos, en esa zona el sol se oculta casi a las 10 de la noche.
Para aquellos que se aventuran a recorrerla solos, deben saber que no hay dónde cargar nafta, ni comprar comida, ni ir al baño, por lo cual conviene ir preparado. Para disfrutar: tanque de nafta lleno y, si es posible, bidón adicional; goma de auxilio inflada y si hay segundo auxilio, mejor. Unos binoculares permiten avistar fauna y los cerros nevados; también se pueden bajar las audioguías que están en la página de la provincia de Santa Cruz. Pero la seguridad, el conocimiento y el real descubrimiento de la zona están garantizados con un guía profesional.
En una serena ascensión, se parte de los 100 metros sobre el nivel del mar para llegar a los 1500 en la zona de Portezuelo, aproximadamente en la mitad del recorrido. Luego se desciende nuevamente, de manera casi imperceptible.
El primer punto para detenerse es Toscas Bayas, una conformación de areniscas de color rojizo, de millones de años. Un poco más adelante, estas mismas conformaciones de arenisca forman elevaciones separadas unas de otras que semejan edificios entre los que se puede caminar. Una ciudad petrificada del mejor cuento de ciencia ficción.
A lo largo de la ruta se va pasando del bosque de lengas y ñires hacia un paisaje semidesértico, donde se impone la vegetación achaparrada, xerófila, que va conformando una ondulación de pancitas muy pegadas a la tierra. En enero todavía hay flores diminutas, configurando manchones amarillos entre el verde desteñido.
Por momentos, nacimiento de aguas o mallines, con pasto muy verde y variadas especies de aves, como cisnes de cuello negro, garzas y la gallineta austral. También es posible divisar ojos de agua donde los flamencos posan para las fotos.
Siguiendo hacia el sur, aparecen rocas verdosas con pliegues producidos por la presión de los glaciares que fueron avanzando, desde el oeste hacia el este, hace miles de años.
Cascadas de deshielo que desgastan frágil nieve, recuerdo del último invierno, invitan a la foto, salpicada de gotas de agua prístina.
En varios recodos se ve el cerro San Lorenzo, de 3700 metros, con sus hielos eternos y su permanente desafío para todo escalador.
Guanacos, choiques y el señor del cielo, el cóndor, son la compañía típica que nos aseguran que las cosas se están haciendo bien: esas son tierras protegidas y los animales se multiplican, felizmente.
Mientras se va bajando de los 1500 metros, se dejan ver los lagos Pueyrredón y Posadas. Separados por una lengua de tierra, el Pueyrredón es de un color azul intenso ya que tiene una profundidad de más de 400 metros, mientras que el Posadas es de un turquesa claro, por su menor profundidad. Al visitar este último lago, la caminata hasta El Arco es imperdible: subidas y bajadas por estrechas huellas que, en ocasiones, esconden el lago, hasta enfrentar la formación rocosa en forma de túnel en el medio del agua. Cubriéndose del viento, entre el roquerío, se puede almorzar, imaginando mil aventuras en esas aguas frías.
La pequeña localidad Lago Posadas es ideal para descansar y ser base de varios días de hospedaje, porque ésa es una zona de paisajes que merecen ser recorridos con tiempo y, por supuesto, cámara fotográfica en mano, porque nunca se sabe cuándo puede aparecer un puma.
Volver al pueblo después de una salida de día completo amerita una pasadita por Aldonza, una pequeña cervecería artesanal, con un jardín enmarcado por álamos. La tranquera será abierta por sus dueños, que tienen mil aventuras para contar, acompañados de una perrita que siempre quiere un cariño más. Y cuando el sol ya no alumbre, una cena en la hostería Río Tarde será el inicio de una descansada conversación, alumbrada por la luna patagónica. (continuará)
Por Mónica Carinchi
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