Hablar de epilepsia para que deje de ser tabú: «Hay que dejar de tener miedo”

Entrevistamos a Mercedes Corvalán, una vecina de Rincón a quien los vecinos podrán cruzarse por los pasillos del hospital de Pacheco. Su día se inicia organizando el hogar, continúa en su trabajo en el Servicio de Área Programática y Redes en Salud y finaliza cursando en la Universidad de San Isidro Plácido Marín.

        “A veces, cuando se presenta el carnet (de discapacidad), te miran como si te estuvieran dando un regalo”, comenta la vecina de Rincón, Mercedes Corvalán, a quien todos le dicen Mechi.

        Mechi es una persona con epilepsia, por eso, al presentar el certificado único de discapacidad muchas personas la miran sorprendidos. Una parte de la población se ha quedado atada a un concepto muy limitado de discapacidad, entendiendo que recae sólo en problemas físicos visibles. Actualmente, la OMS dice: “Las personas con discapacidad son aquellas que tienen deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, en interacción con diversas barreras, pueden obstaculizar su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con los demás”. Podríamos decir entonces que la discapacidad es “el resultado de la interacción entre las deficiencias de una persona y diversas barreras del entorno que limitan sus actividades y restringen su participación plena”. O sea que hay muchas personas que no tienen una marca en su cuerpo, pero aun así conviven con una discapacidad. Y si entre todos los seres nos debemos cuidar y proteger, más aún a quienes tienen dificultades, ya sea físicas, mentales, intelectuales o sensoriales. Hay que entender, asimismo, que esas dificultades -y hablamos ahora en el caso específico de la epilepsia- no les impiden llevar una vida plena y disfrutable e, incluso, ayudar a otros.

        Justamente, la vocación de Mechi es facilitar la vida de quienes enfrentan complicaciones, por eso está estudiando Trabajo Social, en la Universidad de San Isidro Plácido Marín. “El día que fui a la admisión dije que quería demostrar que la persona con epilepsia puede estudiar. En las clases puedo decir lo que pienso, soy una compañera más”. Esta carrera le permite acceder al conocimiento de los derechos que “toda persona con una enfermedad tiene” y que en algún momento ella misma desconocía. Además, trabaja en el Magdalena V. de Martínez, en el SAPS (Servicio de Área Programática y Redes en Salud), algo que la hace feliz porque allí puede aliviar las angustias de muchos pacientes. “Yo sé lo que es que te traten mal en un hospital, entonces yo quiero revertir eso. Uno no elige enfermarse. Si se llega al hospital, con la persona hay que tener respeto, amabilidad y empatía”, expresa con seguridad.

        En la actualidad “se cortaron muchos recursos, pero el argentino es muy bondadoso, hay gente que dona o agradece al hospital”, así se van cubriendo baches. Pero lo importante es que desde SAPS “se explican todos los trámites para que los pacientes puedan acceder a los medicamentos, porque muchos son muy costosos”.

        En este momento cada vez hay más desocupados que recurren al hospital porque se quedaron sin obra social, entonces “el hospital colapsa, por eso es complicado conseguir turnos”, explica Mechi, quien se encuentra día a día con situaciones angustiantes: “Hay gente que no tiene plata para el boleto; veo mucha gente en situación de calle, donde vaya encuentro personas revolviendo tachos. La gente está pasando por un estrés muy grande por esta incertidumbre que se vive. Veo mucha gente con problemas de salud mental. Tenemos una guardia de salud mental que siempre colapsa. Hay internaciones por salud mental y la gente no tiene familiares y te parte el alma. Trabajar en un hospital es muy estresante, hay que ponerse fuerte y decir ‘puedo dar hasta acá’. Llegué a pensar en tener un celular sólo para el trabajo. Aun así, para mí es un orgullo trabajar en la salud pública”.

        Mechi percibe que cada vez hay más casos de epilepsia, ya que “el estrés es un factor causante muy importante” y, obviamente, quién no está estresado en este país. Y también en el caso de la enfermedad es básico informarse: “La información es poder, por eso nosotros en el SAPS le informamos a la gente que la salud es un derecho”, especifica la entrevistada. Además, asegura que es necesario derribar muchos mitos, “no sólo en epilepsia, también en salud mental, porque la pandemia dejó secuelas y mucha gente necesita ayuda y no tiene que tener miedo de pedirla”.

        Para que la epilepsia deje de ser tabú, es necesario hablar sobre ella: “Hay que dejar de tener miedo y buscar ayuda. Yo durante muchos años tuve miedo de decir ‘tengo epilepsia’ porque hay gente que dice ‘ay, pobrecita, tiene epilepsia’, ¡no!, me tocó, no es hereditario. Es necesario que la gente sepa de epilepsia y dejar de tener vergüenza. Yo me pude empoderar”.

        Mechi aconseja no quedarse sola/o, incorporarse a grupos porque se necesita que “alguien esté en nuestros días”. Y concluye asegurando: “La persona con epilepsia puede trabajar, tener vida social, estudiar. Lo importante es tener una red de contención”.

Por Mónica Carinchi

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