Identidad local

Las Dulceras del Río (2 parte). Utilizan productos típicos: nuez pecán, cítricos, brotes de bambú, hierbas aromáticas, pescado de río. Aspiran a aumentar la producción sin abandonar la calidad artesanal. Necesitan políticas públicas que les permitan vender en el Puerto de Frutos, ferias locales y negocios de todo el distrito.

        “La cocina nos enseña a compartir, a reciclar, a aprovechar al máximo los productos que la tierra nos da”, dice la escritora Laura Esquivel en su Tratado filosófico de cocina. En ese camino están, justamente, Las Dulceras del Río: “Pronto empezamos con las mermeladas de cítricos. Cuando utilizamos producción isleña, hacemos cascaritas. En cambio, cuando compramos los cítricos en el mercado, con las cáscaras hacemos un producto de limpieza”, contó Tania. Y todas insistieron, una vez más, que en esa cocina no hay desperdicio: lo que no se come, se composta.

        Trabajar con productos de estación es otra de sus características: “Es difícil que el comerciante entienda esto, en cambio el comprador directo sí lo entiende”.

        Atención en estos meses que se viene la conserva de bambú: “Nunca damos abasto con los brotes de bambú. Son riquísimos y además son beneficiosos para los huesos y las articulaciones”, comentó Ceci, quien agregó que una vez cortado, el brote debe ser rápidamente elaborado ya que es muy perecedero. Usar los brotes del bambú es una forma de controlar esta planta que puede transformarse en plaga.

        Todas cultivan en sus casas gírgolas, por lo tanto en otoño e invierno preparan escabeche y paté.

        Y no podía faltar el pescado: “Hacemos un escabeche que nos sale muy rico”, aseguró Lucía.

        ¿Qué hace falta para acompañar estas exquisiteces? Un aperitivo elaborado con plantas aromáticas de la zona. “Todavía no hacemos en cantidad, pero es uno de nuestros objetivos”. Mucho o poco, esperamos probar próximamente.

        Para el invierno, cuando es necesario calentar la garganta y también el espíritu, preparan un té con hierbas que se puede acompañar con budín de nuez pecán. ¿Será ésta la receta de la dicha?

Deseando la energía solar

        Gracias a un trabajo de investigación realizado por un integrante del Movimiento Nacional Campesino Indígena, la cooperativa tiene un potabilizador y, así, el agua llega directamente a los tanques de la cocina. Como siempre hay una búsqueda de beneficio comunitario, en la costa se instaló una canilla de la cual se proveen los vecinos más cercanos. Actualmente se están instalando 5 potabilizadores en otras zonas, haciendo realidad el derecho al agua segura. “Habiendo sistemas ya probados como éste, no es posible que los isleños tengamos que estar acarreando bidones desde tierra”, señaló, con mucha razón, Ceci, cuyo compañero limpia los tanques una vez por semana.

        Un tema que puede afectar cualquier proyecto productivo es la energía. Todas coinciden en que el actual sistema funciona mal y, además, resulta inseguro, pues ocasiona incendios. Como muchos otros isleños, están pensando en la energía solar que, si bien es cara, Cecilia confía en que pronto podrán instalarla.

Local y cuidadoso con el ambiente

        El trabajo de las Dulceras no se limita a la cocina, turnándose van al mercado de Beccar. “Es un espacio de hombres, pero no son zarpados”, aclaró Lucía, una de las que va con mayor frecuencia porque tratan – y todas rieron – de que vaya la más linda del grupo para que le hagan precio. Como siempre están pensando en el ahorro, de dinero, combustible, tiempo, cada vez que van, compran para varias familias.

        Las jóvenes trabajan con método y objetivos precisos; desde luego, quieren aumentar la producción, pero aclaran: “Nuestra calidad siempre será artesanal, nunca vamos a utilizar químicos. Además, en una fábrica hay empleados y acá todas somos compañeras, tenemos un compromiso con el producto terminado que no existe en una industria”. Las Dulceras del Río tienen su identidad y parte de ella es no caer en la alienación del trabajo: “Cada una de nosotras tiene otros intereses en la vida. No queremos trabajar 6 días a la semana en la cocina, porque cada una tiene otros trabajos y también una familia y, además, vivir en la isla ya es un trabajo en sí”.

        Obviamente, este año están acotadas por la crisis económica: “Hubo años en que vendimos 1500 frascos por mes. Si antes la red de comercio justo nos pedía 400 frascos, hoy nos pide 150”.

        Acceder al Puerto de Frutos, a ferias locales y a los comerciantes de la zona es urgente. “En el Puerto de Frutos no hay un espacio para el isleño”, señaló Lucy, “y los turistas buscan productos regionales. No quieren llevar un adornito chino, quieren comprar algo local. Sacar la producción de la isla es muy caro, si no hay un punto de venta fuerte como el Puerto de Frutos, entonces la isla no remonta”.

        Tania aprovechó para destacar que, actualmente, “hay un turismo depredador, que provoca accidentes en el río, contamina las aguas, hace ruido. Si hubiera un desarrollo local, podría venir un turismo interesado por lo que pasa cultural y productivamente en la isla. Y nuestro emprendimiento y otros van de la mano con el cuidado del ambiente y el desarrollo local”.

        Después de un breve descanso para almorzar, las jóvenes continuaron pelando peras, revolviendo ollas y planeando y soñando nuevos sabores de dulces, porque saben que nada hay que “endulce tanto las penas del espíritu como las mermeladas” (H.A.F.).

Por Mónica Carinchi

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