Aunque asegura que el lugar que más le gusta es el escritorio, Lucía Serrano es una gran viajera, por eso el último libro que editó, Caramelo, lo presentó en España, en San Marcos Sierra, en Mar de Ajó y, el 27 de septiembre, en Tigre.
“Me gustó mucho presentarlo en mi lugar”, nos dijo cuando ya había pasado toda la excitación del sábado. “Siento que Tigre es mi lugar, me emociona su olor, su nombre, es como un amor. Si fuera llorona, se me caería una lágrima”.
En el marco del ciclo Conversaciones con Escritores, el Museo de la Reconquista recibió a Lucía, que llenó el espacio con su voz, con su poesía y con su menudo cuerpo.
La mujer habitada
Caramelo, un título tan sencillo y humilde, surgió a partir de una canción de Roberto Carlos. “Ese hombre (cara) que está en la noche”, de ahí Caramelo.
Los caramelos están envueltos y nunca se sabe con qué nos vamos a encontrar. “Eso es lo mejor. Me gusta la trampa del lenguaje” y, políticamente incorrecta, agregó: “Chupate ese caramelo”.
Conversar con Lucía implica deslizarse desde la incomodidad del decir velado del escritor/psicoanalista hasta la hilaridad del decir callejero/metafórico.
Cada una de sus poesías evidencia un trabajo de ebanista, no por el preciosismo, sino por la precisión de las palabras, que reinan en su lugar, despojadas de adjetivos. “Hay cosas que están de más, hay mucha cosa estilística que a los grandes lectores les molesta”. Porque el texto literario es el espacio donde florece el inconciente del escritor y, también, del lector.
Siente que el arte le da una vida paralela a la vida cotidiana; pero despotrica porque “la cultura dice que el poeta hace nada”. Aún así, éste es su sexto libro y ya tiene tres más a punto de cerrar.
Lucía habla permanentemente del escritor que la habita y este masculino lo explica así: “El mundo es muy machista y el poder lo tiene el hombre y a mí… cuando digo el escritor, puedo decir la escritura, el lenguaje”. El lenguaje que la convoca, allí, en su escritorio, bien ordenadito, porque “el desorden es contrarrevolucionario”, y con el cual ella construye un verso como “nunca seas inocente como los asesinos”.
Celebrar la poesía leyendo la obra de Lucía Serrano no es un mandato categórico, pero es, sí, la posibilidad de escuchar a ese que vive con nosotros que a veces susurra y otras, aúlla.
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