Vivir sin agua y sin alimentos frescos

Gran Chaco, comunidades indígenas con déficit vitamínico y mineral. Organizaciones internacionales financian un proyecto para que comunidades wichi, qom y pilagá, de Chaco, Formosa y Salta, puedan mejorar su dieta alimentaria. Los agrónomos torcuatenses Claudio Leveratto y Víctor Groppa llevaron adelante el proyecto agroecológico que se espera impacte sobre 2400 familias en tres años. “Estamos muy contentos porque sabemos que estamos haciendo algo bueno para mucha gente que lo necesita”, dijeron.

        “Es un lugar difícil para vivir y para producir. Con temperaturas muy altas, poca agua o salada, con distancias que a veces son cortas, pero dificultosas para recorrer”. Así describió el ingeniero agrónomo Claudio Leveratto la región para la cual trabajó, junto con el ingeniero Víctor Groppa, en el programa Niyab que busca sacar de la inseguridad alimentaria a comunidades qom, wichi y pilagá.

        En la zona comprendida entre el norte del Chaco, el este de Salta y centro-oeste de Formosa, o sea en el Gran Chaco, viven familias argentinas con déficit vitamínico y de minerales, porque no tienen acceso a verduras frescas, entonces “el único camino para mejorar su nutrición es producir su propio alimento”, señaló Leveratto.

        Por este motivo, estos agrónomos torcuatenses desarrollaron “una huerta adaptada a los requerimientos nutricionales de la zona, a las posibilidades medioambientales, donde se compatibilizaron saberes locales y técnicos en un modelo replicable con facilidad, apoyándose en un manual hecho por expertos, especialmente para ellos”, explicó Víctor Groppa.

El agua es vital

        El programa Niyab está financiado por la Unión Europea, en tanto Slow Food Internacional coordina el módulo alimentario y Fundación Gran Chaco gestiona los recursos.

        Además de realizar un relevamiento bibliográfico sobre el área de intervención, los agrónomos visitaron la zona y recogieron experiencias. “Con información ofrecida por las familias y los técnicos que los asisten, es decir con todo el conocimiento local más nuestro conocimiento sobre agroecología, armamos un material que les queda para continuar con la tarea a lo largo del tiempo”, dijo Groppa.

        Como el agua es básica porque “no hay posibilidad de producir ni de vivir en condiciones más o menos dignas, sin agua”, parte del aporte económico se invirtió en bombas de agua, cañerías, tanques (para recolectar agua de lluvia); también es muy importante el cerramiento de las huertas para que los animales no hagan destrozos. “El cerco lo hacían con palos y un poco de alambre, así se pasaba un animal y destruía el trabajo de meses. Eso desmoraliza. Ya tenían la experiencia de unos chanchos que les destruyeron una huerta”. Entonces a los palos clavados en profundidad y al alambre, le sumaron, por afuera, plantas de chaguar que son pinchudas, por lo tanto, funcionan como un repelente para los animales.

        Todas las acciones están pensadas de manera sinérgica, entonces la plantación de chaguar refuerza la materia prima para las artesanías tejidas con su fibra.

        Otro aspecto que se tuvo en cuenta es la plantación de algarrobo que produce alimento y sombra. “En un par de años, esos árboles ya tienen un porte interesante”, acotó Claudio.

        Los ingenieros remarcaron la necesidad de asociar verduras para darle más estabilidad al sistema y usar desechos verdes del mismo monte, así como el estiércol para fertilizar la tierra.

        Hay que tener presente que estas poblaciones fueron originalmente recolectoras-cazadoras, es decir que no tienen tradición agrícola.

Poco trabajo

        Claudio y Víctor viajaron a inicios del 2021, cuando todavía había aislamiento obligatorio, por lo cual sólo pudieron visitar algunos poblados de Chaco, dado que Formosa estaba cerrada y las comunidades de Salta tenían casos de covid. Algunas de las familias chaqueñas habían iniciado capacitaciones en 2020 y “ya tenían agua y semillas propias”.

        Durante la pandemia, las capacitaciones y seguimiento se hicieron de manera virtual, gracias a que “hay una cantidad importante de centros de reunión con acceso a internet”, informó Leveratto.

        Por supuesto que en esa zona el trabajo no abunda: las mujeres hacen artesanías tejidas con fibra de chaguar, algunos hombres tallan la madera, otros son trabajadores golondrina. “Algunos hacen las cosechas en todo el país, van de una provincia a otra. Viven en condiciones muy difíciles, mal pagos”.

        La carencia de agua fue recurrente en la entrevista. “En la medida en que se puede resolver el tema del agua, se puede vivir mejor. Como hay período de seca y período de lluvia, hay que organizar todo para que la huerta pueda producir todo el año. Se armó una tecnología agroecológica adaptada a la producción en una zona con temperaturas altísimas, escasez de agua y suelos malos”, precisó Groppa.

Empujados a la pobreza

        La campaña del general Victorica al Gran Chaco o Impenetrable, en 1884, fue el inicio del sometimiento de los grupos étnicos que ancestralmente lo habían habitado.

        Obligados a abandonar su forma de vida – diferente a la del hombre occidental – los indígenas que sobrevivieron a la campaña militar pasaron a ser mano de obra prácticamente esclava de los obrajes que allí se instalaron. Famoso es el caso de La Forestal que devastó los montes de quebracho para engrosar las arcas de su casa central en Londres. Ya en el siglo 21, esa región siguió sufriendo la destrucción de sus recursos naturales, en este caso por la ampliación de la frontera sojera.

        Esta política de permanente expoliación empujó a los sobrevivientes indígenas a habitar las zonas más inhóspitas de esa región: altas temperaturas, ausencia de agua, tierras poco fértiles.

        Este es el marco histórico donde Claudio Leveratto y Víctor Groppa llevaron adelante este programa donde se enlazan Slow Food, Fundación Gran Chaco, Unión Europea, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y empresas privadas.

        “Las mejores tierras no están en manos de las comunidades. Las mejores se privatizaron, se alambraron. Los indígenas están en tierra marginales, menos productivas”, puntualizó Claudio, agregando: “No creo que los corran ya de ahí”.

        Cultivar la memoria también es importante.

Por Mónica Carinchi

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