Cocina tradicional argentina y europea

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El Bodegón de los Inmigrantes. En la esquina de Av. Italia y Albarellos, una antigua casa, que fue habitada por Delfín Garaza, recuperó su estilo de principios de siglo. En un ambiente cálido y sobrio, se pueden degustar platos típicos de los hogares argentinos y también aquellos preferidos por los inmigrantes que llegaron a las costas del Luján. De jueves a sábados, al mediodía hay un menú fijo por $95.

 

¿Buscando lugar para comer? Si quiere un restaurante bien puesto, sin pretensiones de exclusividad, en la esquina de Italia y Albarellos está lo que anda buscando: El bodegón de los inmigrantes. Con un nombre elegido para homenajear a los vascos, gallegos, franceses, italianos que llegaron al Delta y con su esfuerzo empujaron el crecimiento de este pueblo, el restaurante tiene un aire nostálgico que se va metiendo en las conversaciones de todos los comensales.

Sólo 10 mesas dispuestas en 2 pequeños espacios separados por una reja bajita generan un ambiente íntimo, más cercano a un hogar que a un comercio.

La decoración está presente en las paredes. Sectores temáticos armados con fotos y cuadros nos van remontando a los inicios del tango (Gardel y Le Pera); a lo mejor del cine (El Pibe, de Chaplin; Casablanca; Lo que el viento se llevó); a barcos que partieron de Génova cargados de inmigrantes; al Mundial 78. Almanaques originales de Alpargatas con dibujos de Medrano y Savataro nos recuerdan otras formas de marcar el tiempo. Y lo que no podía faltar: el Tigre de principios del siglo 20.

Estas últimas fotos, además de paisajes, retratan vecinos de aquel entonces. Algunos comensales ya han reconocido a sus parientes, usted… ¿se anima a encontrar a algún conocido?

La profusión de fotografías se detiene en una pared; allí reina un cuadro pintado por un tigrense. La propuesta de los dueños es ir cambiando las obras, que serán siempre de artistas locales.

A la decoración gráfica la acompañan objetos, colocados en repisas: una canilla cisne, de la época de los mostradores de estaño; una típica balanza de verdulería; un sol de noche, de esos que se usaban en la isla; una plancha a carbón.

Las arañas de caireles son ideales para el lugar; y el antiguo espejo de vidrio repartido atrae la atención de todos los  clientes.

 

Comer como en casa

El acogedor ambiente tiene un objetivo básico: sentirse cómodo para degustar cada uno de los platos que prepara el cocinero. Sí, el cocinero, porque en este restaurante no hay chef, sino un cocinero que hace platos populares. “Para nosotros es importante que la milanesa se coma bien en dos lugares: en tu casa y aquí”, se escuchó decir al dueño.

Actualmente ofrecen las comidas tradicionales de cualquier restaurante y algunas especialidades europeas que irán ampliando de acuerdo a la época del año. Para el veranito que se acerca prometen entrada de fiambres alemanes y cerveza tirada; además próximamente incorporarán platos para celíacos y vegetarianos. En cuanto a los postres, han recuperado la tarantela y el postre Balcarce y están buscando la receta de la sopa inglesa. La relación precio-calidad es óptima: se puede comer por un valor que va entre $120 y $180. La carta de vinos está pensada para los platos que se sirven, en todo sentido, ya que los precios oscilan entre $80 y $180.

El lugar se presta para realizar festejos íntimos, sólo hay que reservar con tiempo.

Los horarios de atención: lunes y martes, sólo brindan cena; jueves, viernes y sábados, almuerzo y cena; domingos y feriados, abierto de 10 de la mañana a 17 hs.; los días miércoles está cerrado.

Como último dato tentador, por las noches hay una copa de bienvenida: un bellini, un típico trago italiano que, oh casualidad, tuvo su origen en Venecia.

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