Enrique Aidar, el médico del barrio

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Cuando los médicos tenían todo el tiempo para escuchar al paciente… Se especializó en neumonología, pero jamás le pidió a sus pacientes radiografías de manera sistemática porque “cada radiografía es una cantidad de rayos nociva para el cuerpo”.

 

Hace 45 años, el Dr. Enrique Aidar llegó a Tigre junto con su señora, Susana Muñoz. Instalaron un consultorio cerca del puerto y “allí iba mucha gente del barrio y de la isla porque llegaban con su lanchita y se venían para acá. Éramos los médicos del barrio y esa es la medicina que nos gusta”, dijo el doctor y recalcó: “Hay una gran diferencia entre la medicina actual y la nuestra, porque para nosotros el centro de la atención era el paciente. En la actualidad están las empresas de salud que contratan a muchachos jóvenes que quizás atienden en Cazón, pero viven en Mataderos, entonces están mirando el reloj para volar a sus casas. Nosotros no nos íbamos, nos quedábamos acá y la gente podía tocarnos el timbre a cualquier hora”.

Enrique ejerció como médico clínico y se especializó en tisio-neumonología en el Hospital Muñiz y su señora se especializó en recién nacidos, por eso “Susana atendió a muchachos que hoy tienen 45 años y pasan y le dicen ‘chau, doctora’”.

En un principio, el matrimonio compartía el consultorio: “Yo atendía a los recién nacidos hasta los 11 o 12 años, después la ficha pasaba al doctor; sobre todo, los varoncitos se pasaban al doctor enseguida”, comentó Susana.

Un vecino que frecuentó el consultorio del Dr. Aidar fue José Ubieto, “un caballerazo”, resaltó la doctora. El padre del recordado intendente era de esos hombres que dejaban pasar primero a las mujeres: “Como atendíamos con mi esposa alternativamente, Josecito llegaba, se sentaba en la sala de espera, después llegaba una señora y él la dejaba pasar primero, luego llegaba otra señora y también la dejaba pasar, después de un rato llamaba su esposa para preguntar si estaba Josecito y yo le decía que sí, que todavía estaba porque dejaba pasar primero a todas las señoras”.

Además del consultorio particular, Enrique también trabajó en el Hospital de Tigre; en el Dispensario de Vías Respiratorias de San Fernando, “ese fue un lugar muy lindo, ahí tuve el honor de estar con el Dr. Carlos Cetrángolo, sobrino de Antonio Cetrángolo”; en el barrio San Pablo y ese humilde consultorio tiene su anécdota: “Una de las veces que Ubieto fue candidato a intendente, a mí me pusieron en la lista de concejales. Andábamos haciendo campaña por el barrio San Pablo y yo veía que la gente no estaba muy conforme, entonces saltó uno y dijo ‘acá vienen ustedes, pero no tenemos ni médico nosotros’; Ubieto le dijo que, cuando estuviera en la intendencia, les iba a mandar un médico. En ese momento a mí me salió algo espontáneamente y dije ‘no, no esperemos las elecciones, ya hoy tienen un médico, yo voy a venir acá’. Y así empecé a ir los martes, con una bolsa llena de remedios; atendía en una cocina donde la señora ponía sobre la mesa una sábana blanca. Me acuerdo que ahí estaban los peronistas, de la JP de aquella época, había uno que caminaba por la sala de espera y les decía ‘compañero, hágale caso al Dr., no es peronista como nosotros, pero es una buena persona’”.

En el SEDRONAR llevó adelante su lucha contra el tabaco: “La gente no toma conciencia del peligro del tabaco. Con la primera pitada de cigarrillo, a los 6 segundos la nicotina está en el cerebro y ahí hace estragos. Los que fuman son adictos, por lo tanto son enfermos. En el cuerpo médico me parece que no hay mucha conciencia del daño que causa el tabaco”. En la revista de la biblioteca Sarmiento escribió mucho tiempo sobre el tema, pero “cambiaron las autoridades y parece que la persona que se hizo cargo fumaba, entonces dijo ‘a éste lo sacamos’”, comentó, con su buen humor, Enrique. Si bien ya no se fuma tanto, el doctor destacó que actualmente se empieza a fumar a menor edad y “eso es muy peligroso”.

Después de tantos años dedicados a la medicina, el Dr. Enrique Aidar se jubiló. Sus pacientes ya no podrán tocar el timbre a cualquier hora, pero será recordado por todas las familias del modo en que a él le gusta, como el médico del barrio.

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