“Hubo que hacer mucho trabajo social porque vinieron años bravos”

, Sociales

Acción frente a una realidad desafiante. Transitando barrios y localidades de Tigre, desde hace 30 años, Juan Martín es uno de los curas que tiene su nombre unido al trabajo social. Actualmente se lo encuentra en la parroquia San Francisco de Asís, ocupado en un proyecto educativo que pueda transformar la vida de las personas.

 

        Llevados por nuestro permanente interés por conversar con vecinos que han vivido las transformaciones sufridas por el partido de Tigre, esta vez nos entrevistamos con Juan Martín Dilernia, párroco de la capilla San Francisco de Asís.

        El 19 de marzo se cumplieron 30 años de su ordenamiento como diácono; así llegó, para ayudar al padre Edel, a la Inmaculada, parroquia desde la cual se atendía – por aquel entonces – todo Tigre; permaneció allí 5 años. “Luego se armó una nueva jurisdicción con sede en Rincón, en la parroquia Perpetuo Socorro, y me mandaron allá. Me quedé 11 años”. Probablemente haya sido desde ahí donde se lo comenzó a conocer, simplemente, como Juan Martín.

        En 1998 le pidieron que atendiera las islas que, incluyendo Dique Luján, transitó durante 10 años. Actualmente, desde hace 3 años, está en la capilla San Francisco de Asís, en Tigre centro.

        Nacido a la vida sacerdotal junto con el retorno a la democracia, Juan Martín recordó que “hubo que hacer mucho trabajo social porque vinieron años bravos”. Le tocó el período de la hiperinflación alfonsinista, el remate del patrimonio nacional en la década menemista, el corralito de cavallo y toda la degradación de la vida social que desencadenan las políticas económicas para las cuales las personas son simples porcentajes graficados en barras grisáceas.

 

Dar vuelta el mundo

        ¿Cómo era Rincón cuando vos llegaste? – “Era muy lindo, allí la comunidad es especial, hay mucha gente del litoral, muy sana. Pero en infraestructura era muy pobre, porque se había empezado a desarrollar sin agua corriente, sin asfalto.

        “Otro tema era el laboral. Cuando yo llegué a Tigre, todavía había astilleros, pero comenzaron a cerrar y eso cambió el mapa laboral, porque los hombres que tenían oficios relacionados con lo naval, ya no conseguían trabajo, por eso salió la mujer a trabajar. Entonces empezamos con guarderías y jardín de infantes, primero fue Niño Dios, después San Martín de Porres, después Santa Ángela. Más tarde surgieron los apoyos escolares. Y todo se armó con la comunidad, con el voluntariado.

        “En Rincón se trabajó mucho con chicos de familias vulnerables. Armamos un hogar pequeño, Rincón de la Esperanza, que llegó a tener 50 chicos. Había un voluntariado que apadrinaba chicos, los llevaba a sus casas. El hogar dio buen resultado, hoy tengo la visita de jóvenes ya casados, que pasaron 10 o 15 años de su vida allí.

        “También se hicieron proyectos habitacionales. El barrio Juan Pablo II, que está detrás de la (línea) 60, fue una iniciativa de los vecinos más antiguos que se acercaron a la parroquia porque se estaba empezando a armar una villa. Esa era una zona de bañados, entregados por la Fundación Eva Perón a una fábrica de formio para que hiciera viviendas para los empleados, pero la fábrica los utilizó para hacer un zanjón porque necesitaba llevar mucha agua para desfibrar el formio. Se armó una comisión de vecinos y también participó la Municipalidad haciendo obras de infraestructura.

        “También en Dique Luján se trabajó el tema de la vivienda. Ahí se inundaba mucho y había unas 100 familias que perdían todo. Encima, las llevaban a la escuela de Dique que era más baja que las casas de ellos; había que entrar con bote a la escuela. Entonces, para esas familias, se hizo un proyecto para que tuvieran, al menos, una habitación a dos metros y medio que les sirviera, por lo menos, para salvar las cosas que más cuesta comprar, heladera, colchones. En esa época, Massa era diputado provincial y estaba llegando a Tigre, nos ayudó a través de un fondo de la vivienda, con subsidios, también colaboraron empresas.

        “Por ese entonces, lo que más cerca tenía la gente era la parroquia, porque el Estado estaba muy ausente. Ahora, en cambio, está más en lo social”.

        La tarea social a la que se entregó Juan Martín lo obligó a estar en contacto con el sufrimiento y las necesidades reales de la gente y de esta manera fue moldeando su forma de ser sacerdotal, pues “no es lo mismo quedarse en el santuario rezando y dando misa que estar metido en el barro y en el agua”.

 

        Pasaron muchos años, ¿cómo ves, ahora, a Tigre? – “Va dejando esa característica de pueblo, donde las relaciones entre vecinos son intensas y profundas. Ahora hay mucha gente nueva que viene con otra cultura. Esta es una explosión urbana muy diferente al crecimiento que fuimos viendo en Rincón, en Carupá, en Pacheco, con una clase media y media baja que iba ladrillito a ladrillito, con un vecino antiguo que ayudaba a otro nuevo, que se iba integrando de a poco a la comunidad. Ahora hay otro fenómeno porque aparecen countries, los hacen a 2 o 3 metros, a salvo de toda marea. Este cambio es muy fuerte porque pone delante del rostro esta diferencia propia del sistema económico capitalista que fue generando una división cada vez mayor entre una clase con todas las posibilidades, por un lado, y mucha gente que aspiraba a clase media, por el otro, que ha visto su situación económica muy degradada. Y esta diferencia la tienen en la puerta de la casa, una cosa es tenerla lejos y otra, es estar viéndola todo el tiempo.

        “Tigre es caro y se gobierna desde ahí. En este Tigre de la parte antigua, veo mucha gente que vive con ingresos básicos y los impuestos son para otro nivel. Este problema es grave y hay que tomarlo en serio, porque el ajuste viene desde hace 30 años, en Argentina.

        “Antes un hombre trabajaba en un astillero, hacía horas extras y sostenía a una familia, se compraba su lote, de a poquito se hacía su casa. Con el tiempo, ese hombre se quedó sin trabajo, su oficio ya no le sirvió, se fueron disolviendo muchas familias, la mujer tuvo que salir a trabajar, el chico quedó solo. Y la escuela, la capilla, el apoyo escolar no pueden reemplazar a la familia; hoy, tienen que trabajar 3 en una casa y más horas para tener lo mismo que hace 30 años. Y esto condiciona muchas cosas”.

        Como si la afrenta económica no alcanzara, en la actualidad, los grupos económicos – y también los políticos que lo permiten – intentan arrasar con espacios de dignidad laboral y memoria colectiva, para construir ciudades navegables artificiales, desconociendo que, frente a sus rostros, tienen una ciudad navegable natural. “Es lamentable”, comentó Juan Martín.

        “El sistema capitalista va generando todo esto. Creo que ni los empresarios, ni los dirigentes políticos han tenido una mirada que les permitiera ver todo este proceso”.

 

        En tu relato de los tiempos pasados no hubo mención a la droga, que ahora se instaló como un tema fuerte – “Sí, un negocio muy importante que está afectando a la franja joven. En Argentina hay 9 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan y hay muchos que estudian, pero no estudian. En nuestro colegio parroquial, el año pasado repitieron más de 100 chicos, que son inteligentes, pero no tienen motivación y ése es el caldo de cultivo para la droga. Si a los 15 años no se tiene la adrenalina para llevarse el mundo por delante y aspirar a ser médico, abogado o político para dar vuelta el mundo y traer justicia y paz, entonces hay un espacio vacío que llena la droga.

        “Si tenemos jóvenes que están en el aire porque sus familias y la sociedad no les da un sustento, lo primero que buscan es evadirse. Por esto, resolver el problema de la droga no es sólo combatir el narcotráfico, también hay que ver que se han generado condiciones de vida para que muchos la consuman. Cuando nosotros éramos chicos, teníamos una droga propia, no necesitábamos otra para vivir, porque queríamos ser como el Che Guevara, porque había proyectos, ideales, valores. Ahora eso falta y hay muchos chicos y jóvenes que están en el aire.

        “Por eso ahora, el problema social es mucho más grave, no se resuelve con un jardín de infantes. Ahora está surgiendo el tema de la sanación: curas sanadores, espacios terapéuticos dentro de la iglesia, para el jugador compulsivo, para la mujer golpeada. La iglesia está tratando de responder a este problema, o sea que ya no tenemos a ese sujeto sano que se inicia a la vida con grandes ideales. Ahora tenemos gente enferma que necesita que la iglesia le ofrezca sanación. La gente está desbordada por una vida que la sobrepasa y la aturde, la enferma, la enloquece. Un ejemplo es la catequesis; cuando yo estaba en Rincón, había dos grupos, uno para madres solas y otro para familias y se anotaba el 60% para el grupo de matrimonio. En la actualidad, hubo que transformar la catequesis porque no existe más la familia y, si se arma un grupo de madres, cuando se les pregunta por sus vidas… gracias que pueden subsistir. Cuando en ese espacio se pretende hablar de la fe, se desvía el tema por problemas graves que están viviendo las personas. La realidad es muy dura”.

 

        Frente a esta realidad tan desafiante, ¿qué propuestas tiene la parroquia? – “Ahora, a mí me toca fortalecer este centro educativo que nació en el 46 como una escuela de artes y oficios. Pero aquél era otro Tigre y otra Argentina. Hubo que hacer reformulaciones, se cambiaron los oficios y se armaron 8 talleres más cortos, con salida laboral, que tienen 700 alumnos; hay un secundario con 600 alumnos y, desde hace 2 años, empezó el primario. Estamos tratando de organizar un proyecto educativo que tiene, desde su fundación, el objetivo de brindar herramientas educativas y laborales a niños y jóvenes de pocos recursos. Esto hay que tratar de mantenerlo, porque se está dando una gran división entre las escuelas privadas – inaccesibles para la mayoría – y la escuela pública, que está cada vez más deteriorada, aunque lo nieguen los dirigentes, es así. En el medio no hay nada; para el empleado común que vive de un sueldito, para las mismas maestras que tienen hijos, no hay opción educativa. Por esto estamos poniendo mucho énfasis para completar este colegio que, cuando esté terminado el primario, va a tener 1600 alumnos de un sector de clase media baja al que pretendemos brindarle un servicio educativo transformador de la vida. Es todo un desafío porque los chicos están apáticos, entonces hay que transformar el modo de educar para que el chico se interese.

        “Otro ámbito de trabajo es la villa Garrote, a través de la capilla que está allí, porque hay mucha mujer sola, mucha madre soltera.

        “Otro tema es la gente mayor, porque en este barrio hay mucha gente sola, sin recursos, entonces se formó un grupo de voluntarios que los visitan, les hacen mandados, los acompañan al médico”.

Deja una respuesta