Cada año, más niños con cáncer

Informe de la Sociedad Argentina de Pediatría sobre efectos de agrotóxicos. Estadísticas realizadas en pueblos fumigados demuestran la aparición temprana de enfermedades. Los estudios de laboratorio en ranas, pollos y ratas evidencian que los efectos de los agrotóxicos son permanentes, irreversibles y transgeneracionales. El estudio se puede leer en https://www.sap.org.ar/uploads/archivos/general/files_efectos-agrotoxicos-07-21_1625686827.pdf

        En un documento presentado a principios de julio por la Sociedad Argentina de Pediatría, la Dra. María Gracia Caletti, coordinadora del equipo multidisciplinario que realizó las investigaciones, informa que, en nuestro país, los efectos de los agrotóxicos sobre la salud infantil son un problema que va adquiriendo, año a año, mayor dimensión, sin ser atendido adecuadamente. Esto sucede a pesar de que, en la actualidad, ya se tiene suficiente literatura científica sobre el tema.

        “La Argentina tiene una tendencia sostenida hacia modos de producción agrícola con base en monocultivos y transgénicos que requieren una creciente utilización de insumos químicos”, sostiene la Dra. Caletti. Y si bien existen efectos comprobados sobre la salud de las personas (problemas respiratorios, diabetes tipo II, hipotiroidismo, colagenopatías, cáncer) salvo en localidades donde se han dado intensas luchas por parte de los pobladores afectados, lográndose ordenanzas restrictivas, a nivel nacional “casi no existen restricciones al uso de estos productos”.

        Los niños son especialmente vulnerables a los agroquímicos: juegan más cerca del suelo; tienen una relación constante mano-boca; alta ingesta de comida y líquidos en comparación a su peso corporal; sistema inmune y sistema nervioso central, inmaduros, lo que crea una ventana de gran vulnerabilidad.

        Se está expuesto a los agrotóxicos desde la vida intrauterina; diversos estudios han demostrado que, en estos casos, habrá efectos sobre el neurodesarrollo: déficit de atención, hiperactividad, trastornos de aprendizaje, autismo. En las escuelas de pueblos fumigados, los problemas de aprendizaje se dan en cifras alarmantes: 30% de los niños sufren algún trastorno, lo que incide sobre su vida social, la de su familia y también en los gastos del sistema público de salud.

        En las zonas agrícolas se puede estar expuesto de muchas maneras a los agrotóxicos, de forma directa y también indirecta: los trabajadores llevan a sus hogares prendas con residuos de las fumigaciones.

        Desde hace tiempo, los médicos evalúan la exposición a agrotóxicos en casos de abortos espontáneos y malformaciones mayores, enfermedades oncológicas y onco-hematológicas en la niñez y trastornos endócrino-metabólicos de temprana aparición; bronco espasmo y asma bronquial con mayor incidencia que en zonas no fumigadas. ¿Se puede seguir utilizando el concepto de “salud pública”?

        El mercado de los agrotóxicos se ha expandido alarmantemente: mientras en 1996 se consumieron 100 millones de litros, en 2018 se vendieron 520 millones (datos provistos por la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes).

        Los agrotóxicos son compuestos químicos altamente tóxicos, por lo tanto, es necesaria una estricta regulación gubernamental. Además, es indispensable educar para su uso responsable (hasta tanto no se prohíban definitivamente) para minimizar riesgos, tanto para el trabajador como para la comunidad y el ambiente.

        Si bien son muchos los agrotóxicos que se utilizan en el campo argentino, el glifosato es el de mayor volumen ya que está atado al paquete tecnológico de las semillas transgénicas.

        Las estadísticas realizadas en pueblos fumigados desde hace décadas muestran el aumento de enfermedades no transmisibles (mientras la muerte por cáncer en todo el país es de 20% por año, en Canals -Córdoba- llega al 56%) en adultos y niños. Los estudios de laboratorio muestran daños irreversibles, permanentes y transgeneracionales. Si las evidencias ya son contundentes, si la aplicación de pesticidas es claramente intencional porque se usa con la intención de matar organismos, ¿hasta cuándo se va a tolerar este modelo agro-industrial antiético?

Por Mónica Carinchi

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