Destrucción de ecosistemas y aumento de enfermedades: No es sólo el mosquito

Las enfermedades tropicales, llamadas también “enfermedades desatendidas”, avanzan sobre zonas templadas. Según la Organización Mundial de la Salud ya afectan a más de 5.000.000 de personas. Algunos países han desarrollado vacunas específicas, pero en nuestro país su valor es inalcanzable para la mayoría de la población.

Es probable que el mosquito Aedes Aegypti haya llegado a América, a partir del siglo 16, en los barcos de esclavos provenientes de África. He aquí la mano del hombre.

En los últimos 200 años, la acción del ser humano, ya sea en procesos industriales como en el arrasamiento de ecosistemas, produjo cambios climáticos que atentan contra la continuidad de la vida tal cual la conocemos.

El aumento de la temperatura, las sequías extremas, las inundaciones devastadoras, la crecida de los mares, la desaparición de glaciares son manifestaciones naturales provocadas por la acción del hombre.

Ni las plantas ni los animales pueden adaptarse a estos cambios extremos, producidos en tan corto tiempo.

Las exageradas temperaturas vividas en los últimos años no sólo afectan a los humanos, también afectan a los insectos que dependen de la temperatura ambiental para regular su propia temperatura corporal. Es así que los episodios climáticos extremos afectan su reproducción, sus movimientos, su comportamiento. Las modificaciones regionales de la temperatura, por ejemplo, su aumento en zonas templadas, influyen en la distribución geográfica de los insectos.

Si al aumento de temperatura global se suma el arrasamiento del hábitat por deforestación, lo cual conlleva la desaparición de ranas, sapos, pequeños reptiles, murciélagos (depredadores naturales de mosquitos), entonces las poblaciones de insectos verán tan perturbado su ecosistema que o se extinguen o buscan nuevos espacios para sobrevivir. Los insectos con alas tienen mayor capacidad de dispersión, por lo cual buscarán nuevas geografías para su subsistencia.

El dengue, enfermedad ocasionada por el mosquito Aedes aegypti, fue tradicionalmente una enfermedad tropical, como la malaria, el zika y la chikungunya.

Algunos investigadores llaman a estas enfermedades con el término “enfermedades desatendidas” porque siempre se dieron en países pobres donde la investigación es escasa, así como los tratamientos médicos, los remedios y la comida de buena calidad.

En los últimos años, el mosquito Aedes aegypti se ha dispersado por nuevas geografías -a raíz del cambio climático- ocasionando, entonces, la aparición/aumento de la enfermedad que propaga: el dengue. Según la Organización Mundial de la Salud, entre 2000 y 2019, el número de casos, mundialmente, se elevó 10 veces, llevando el total de afectados de 500.000 a 5.000.000; casi el 80% de estos casos se registraron en América, donde los países con mayor incidencia son Brasil, Paraguay, Bolivia, Argentina.

En nuestro país, a medida que se fueron produciendo las epidemias de dengue, cada una superó a la anterior. Sólo en la Capital Federal, la de 2016 fue mayor que la de 2009; la de 2020 fue mayor que la de 2016 y la de 2023 fue mayor que la de 2020.

Este año, las altas temperaturas y las lluvias persistentes favorecieron la aparición de otra variedad: Aedes albifasciatus, el denominado mosquito de la inundación, transmisor de la encefalitis equina del oeste. La enfermedad afecta principalmente a caballos, pero también puede ser contraída por humanos. Pero la infección por dengue sigue manteniendo el semáforo en rojo: en marzo de este año, 17 provincias establecieron un alerta sanitario y los contagios aumentaron 2000% respecto del año pasado.

Brasil y Japón ya tienen sus propias vacunas contra el dengue. En Argentina, la ANMAT aprobó la utilización de la vacuna desarrollada en el país nipón, pero su valor es tan excesivo que sólo los privilegiados podrán aplicársela, dado que el actual gobierno no está dispuesto a incluirla en el calendario obligatorio de vacunación para toda la población.

Los desastres ambientales y los sociales los produce la mano del hombre. La epidemia de dengue es una pequeña muestra.

Por Mónica Carinchi

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