Frente al cambio climático, soluciones vinculadas a la naturaleza: Repensar la ciudad

El árbol es un elemento básico para mitigar las consecuencias de los calores agobiantes. Mutilar árboles es condenar a los ciudadanos a vivir mal. Se debe capacitar al personal municipal para gestionar el bosque urbano.

        La Organización Meteorológica Mundial informó, con fecha 25 de octubre, que los gases de efecto invernadero alcanzaron un nuevo récord el año pasado y que esa tendencia se ha mantenido en el actual año. Esto influye directamente sobre el aumento de temperatura: el verano 2021 en Europa, Canadá y USA marcó cifras sorprendentes: 47° en Grecia; 48° en el sur de Italia; 50% en Canadá, donde hubo más de 400 muertes repentinas por calor; 54° en California.

        En Capital Federal, el martes 26 de octubre se llegó a los 36°; en Santiago del Estero hubo 41°; en Catamarca, 38°; en San Luis, 37°; en Mendoza, 37°. Aún estamos a mediados de primavera, desde hace casi dos años las lluvias escasean, los 14 millones de argentinas y argentinos que habitan el AMBA viven amontonados en una jungla de cemento. ¿Qué se puede hacer para mitigar el calor?

        La respuesta está en la naturaleza. Miles de científicos aconsejan cuidar los bosques, forestar, plantar más árboles en las ciudades, entonces ¿por qué motivo los funcionarios públicos siguen matando árboles y todo lo que sea verde?

        Podas indiscriminadas, talas irracionales, mutilaciones brutales, falta de mantenimiento, carencia absoluta de riego, es lo que se ve en calles y plazas.

        ¿Hasta cuándo los funcionarios seguirán desoyendo las advertencias y recomendaciones de los especialistas? ¿Hasta cuándo la ciudadanía consentirá impasible esta destrucción planificada?

No hay dudas: están haciendo todo mal

        El AMBA está compuesta por la Capital Federal y los 40 municipios que la rodean; es una megaciudad que ocupa 13.285 km2, donde viven el 37% de los habitantes argentinos, es decir más de 14 millones. Colmadas de cemento y asfalto, atravesadas diariamente por miles de vehículos y con una densidad poblacional que aumenta descontroladamente porque las empresas constructoras imponen sus intereses que, por supuesto, no están relacionados con el bienestar general, las ciudades se transforman en espacios asfixiantes, violentos y deshumanizadores.

        Las propuestas para ir mejorando la calidad de vida están. La generación de infraestructura verde y azul, camino hacia la renaturalización del paisaje, es una estrategia obligada; sin embargo, en lugar de generar cada vez más espacios verdes, se destruyen.

        Estratégicamente diseñada, la infraestructura verde mitiga las temperaturas extremas, así como el estrés producido por vivir en una selva de cemento.

        Los árboles son eje de estos espacios verdes pensados para generar bienestar.

        ¿Por qué es tan importante un árbol? Sus beneficios ecosistémicos son amplísimos: secuestran dióxido de carbono; moderan la temperatura; dan sombra; mitigan inundaciones y la erosión de la tierra; retienen particulado atmosférico; generan barrera acústica; protegen contra los vientos; disminuyen los efectos de los rayos UV; mejoran la salud psíquica; crean paisaje y ecosistemas.

        Esta red sinérgica y articulada de espacios verdes que contribuyen a crear bienestar físico y psicológico y armonía visual no requiere grandes inversiones, no es necesario sacar ningún crédito internacional para armar un corredor biológico, refuncionalizar una plaza, recuperar un curso de agua o transformar un baldío en reserva urbana.

        Como los árboles y plantas requieren cuidados, esto genera empleo genuino y permanente. Es necesario regar y limpiar los espacios verdes, de manera minuciosa ya que es desagradable visualizar plásticos enredados en las plantas. Capacitar al personal es fundamental, pues quien cuida estos espacios no es un placero, es un operador ambiental que debe tener conocimientos específicos y amor por lo que realiza.

        Los árboles no se deben podar, las podas indiscriminadas disminuyen nuestro patrimonio arbóreo. En cada calle de la ciudad vemos árboles semimuertos, además de un follaje absolutamente disminuido y lo importante en los árboles es la CANTIDAD DE HOJAS, porque son las hojas las que realizan todos los procesos naturales. Las hojas capturan dióxido de carbono y cuando se poda, se tira carbono al ambiente.

        Debajo de los árboles se va generando vida siempre que se riegue. La microvida es indispensable porque es sustento de fauna y flora. Si se elige plantar herbáceas, deben ser nativas porque van a adaptarse con rapidez y luego se multiplicarán espontáneamente. Los gorriones están desapareciendo de las ciudades porque comen insectos que están en la tierra y semillas y, si la tierra es estéril porque no se riega, nada de esto vive. El agua es vida, sin ella ningún organismo sobrevive.

        Algo para erradicar: la bordeadora. Pasar la motoguadaña es una práctica antiecológica, pues arranca de raíz todo lo que encuentra y así mata la vida, dejando manchones de tierra desnuda; corta gramíneas antes de su floración y fructificación; si hay árboles, la tanza de la bordeadora lastima los troncos. Hay que dejar que la vida crezca y así aparecen flores e insectos que nos asombrarán.

        Estamos obligados a pensar nuestra relación con la naturaleza o sucumbiremos a las temperaturas impiadosas de un mundo inviable.

Por Mónica Carinchi

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