Recuperar espacios agrestes

Vecinos cuidadores de espacios naturales son más eficientes que los Municipios. Desde hace años, el colectivo Todxs por el Yrigoyen pone dedicación y tiempo a la recuperación de un espacio degradado sobre el río de La Plata en Vicente López. Ellos mismos cultivan los árboles que luego trasplantan en los distintos ecosistemas que se fueron conformando. Limpieza manual y delimitación de senderos para no estropear el pastizal.

        Que los humanos generaron un efecto perjudicial sobre la naturaleza, es una afirmación indiscutible; que la vida humana se ve altamente afectada por la privación de naturaleza también es indiscutible. Vivir en ciudades donde predomina el cemento y el asfalto dio origen al síndrome por falta de naturaleza que afecta tanto a niños como adultos. En los últimos tiempos, este trastorno se ha profundizado por la exposición a la tecnología. La tristeza por vivir en espacios grises, la ansiedad provocada por el encierro, el estrés generado por el vértigo de la vida citadina, todo, en conjunto, repercute en el carácter, en el psiquismo, en el físico de hombres y mujeres condenados a la ciudad.

        Entonces como el ser humano requiere de ambientes naturales para mantener equilibrio psíquico, han surgido distintas propuestas para desarrollar en las ciudades haciéndolas más vivibles. Corredores biológicos, áreas naturales protegidas, reservas urbanas y periurbanas, infraestructura verde o soluciones basadas en la naturaleza, conceptos inspirados en la observación de la vida natural que brindan beneficios ambientales, sociales y económicos. Las ciudades también necesitan espacios verdes extensos que aseguren la vida de aves, insectos y la felicidad de las personas.

Luciérnagas 

        La zona norte del Gran Buenos Aires tiene una extensa costa en gran medida privatizada. En Vicente López, un grupo de vecinos y vecinas viene reclamando desde hace años que el sector de Yrigoyen y el río sea declarado Área Natural Protegida. “El Yrigoyen se formó sobre terrenos de relleno y, a pesar de los escombros, el pastizal crece”, dijo Alejandro Benatar, un bioquímico que, con deleite y paciencia, observa las pequeñas flores rastreras que vuelven a aparecer en esa área amorosamente cuidada por muchos vecinos.

        La limpieza de la basura generada por los humanos la hacen a mano. “Muchos creen que limpiar es quitar la cubierta vegetal”, comentó Alejandro, dejando en claro que la vegetación agreste no es suciedad. Además de retirar todos los plásticos imaginables, luego reforestan con plantas nativas. “Ya plantamos 1500 plantas y no vino una empresa a donarlas, las pusimos nosotros. Si nosotros, vecinos comunes, pudimos hacer ese gasto, con más razón lo puede hacer un Municipio sin necesidad de pedir ningún crédito porque la inversión es muy pequeña”.

        Todo va creciendo naturalmente y se mantiene porque los vecinos impiden que el Municipio “entre a destruir”. O sea que no entran obreros con bordeadoras y gracias a eso, el porcentaje de supervivencia de lo plantado “es altísimo”; contrariamente a lo que pasa en la mayoría de los Municipios donde lo que plantan, se muere. “¿Cómo puede ser que, sin ayuda estatal, seamos más eficaces que un Municipio que tiene todo un aparato a su disposición?”. Todo lo que plantan nace de semillas, en general recogidas en la zona lo cual asegura una genética adaptada al lugar.

        Cada ambiente tiene sus especies y eso es, desde luego, respetado. “En el pastizal no plantamos árboles porque queremos que se mantenga como pastizal porque es un ambiente valioso en sí mismo y hay árboles que lo exterminarían por la sombra, por ejemplo”.

        Cada planta tiene su ciclo vital de crecimiento, hay animales que se las van comiendo, puede ser que en un determinado momento se sequen, por esto no es necesario el corte de césped “una de las cosas más antiecológicas, se gastan litros de nafta para mantener el pasto corto. Se pueden tener senderos donde no se plante nada, o se puede poner piedritas. Además, si un sector se pisotea mucho, el pasto no va a crecer y eso termina siendo un sendero y después hay que caminar siempre por ese lugar”. Es importante, entonces, mantener ciertos senderos y en el resto dejar que el pastizal crezca libremente. ¿Por qué en nuestros espacios verdes no hay lugar para el pastizal? ¿Por qué los Municipios se empecinan en cortar, podar, talar, en definitiva, exterminar la vida? En muchos países europeos se está recuperando el potencial natural y ya que a los funcionarios públicos les gusta tanto mirar para esos lares, deberían tomar el ejemplo y permitir que la gente tenga la experiencia de convivir en una caminata con espacios agrestes.

        En el Yrigoyen se pueden ver luciérnagas, un placer que está vedado a la mayoría de los bonaerenses que viven en ciudades. “Si se está planificando un biocorredor o una reserva urbana, debe ser lo más natural posible, ni juegos, ni aparatos para gimnasia, ni cemento, ni bicisenda, pocas luminarias, puede haber luces con sensores de movimiento entonces sólo se prenden cuando pasa alguien”, recomendó Alejandro quien desde hace años concurre al Yrigoyen y está atento a los detalles para que el lugar sea lo más natural posible.

        Sin lugar a dudas, recuperar espacios para que la naturaleza vuelva a reinar en ellos, es la forma más sencilla y económica de revertir en parte todo el daño que algunos se empecinan en hacer a la madre tierra.

Por Mónica Carinchi

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