Vestir de verde la ciudad

Ciudades europeas y americanas avanzan en modificaciones urbanísticas sustentables. Además de techos verdes, son necesarios los bosques urbanos que disminuyen las temperaturas y atemperan las inundaciones.

 

Por primera vez, el 50% de la humanidad vive en ciudades. Como en líneas generales, su crecimiento se produjo sin planificación, esto ha generado impactos negativos sobre su habilitabilidad. Entonces, a medida que el cambio climático se hace cada vez más notable, las ciudades se transforman en espacios más invivibles. Para que las selvas de cemento no se conviertan definitivamente en monstruos que desintegren a los sufrientes organismos humanos, algunas ciudades comienzan a establecer cambios sustanciales en sus formas constructivas. Vestir de verde los edificios se ha convertido en un imperativo de la arquitectura.

Copenhague, la ciudad más grande de Dinamarca, estableció la obligatoriedad de construir techos verdes; por supuesto que no se trata de poner macetas, sino de una tecnología que permite el ahorro de energía, la utilización de aguas de lluvia, además de la reducción de dióxido de carbono. La propuesta de esta ciudad es avanzar con todos los techos para llegar a 2025 con huella de carbono neutral.

Francia también inició este tipo de legislación. Asimismo, Suiza implementó la Ley Federal de techos Verdes. En cuanto a América, la ciudad de Toronto – Canadá – ya tiene 1,2 millones de metros cuadrados de techos verdes. Chile cuenta con más de 60 mil metros cuadrados y, aunque por ahora esta tecnología no es obligatoria, se otorgan incentivos a las personas que opten por implementarla.

Es evidente que en las ciudades hay que dejar de poner cemento; la carencia habitacional requiere de la reinvención de los espacios ya existentes, además de la utilización de materiales sustentables: adobe, cañas, maderas.

Las soluciones a los problemas generados por las grandes urbes, ahora las provee la naturaleza.

 

Enfriadores urbanos

El bienestar humano no se puede alcanzar alejados de la Naturaleza. Los escenarios de eventos climáticos extremos (sequías, inundaciones) así como las islas de calor con las cuales ya se convive, sólo pueden ser mitigados por los bosques urbanos.

Las partículas suspendidas en el aire y el dióxido de carbono son producto de la industrialización y la motorización. Los árboles mitigan sus efectos negativos, no sólo mejorando la calidad del aire, sino también ayudando a enfriarlo y filtrando los contaminantes urbanos; más aún, regulan las inundaciones y proveen de alimentos, a los humanos y también a los animales.

Existen estudios que demuestran que un árbol tiene capacidad para remover 1,4 kilos de contaminantes por hora. Existen estudios, también, que demuestran que una agrupación de árboles actúa más eficientemente. Por eso plazas, parques y bosques urbanos son necesarios para contrarrestar el estrés calórico, la contaminación del aire, la ansiedad citadina, las inundaciones. Los bosques urbanos (concepto que comienza a tomar cuerpo entre los urbanistas y biólogos) ayudan a mejorar la calidad de vida; son estratégicos como medida de adaptación al cambio climático y permiten aumentar la resiliencía de las grandes ciudades.

¿Por qué los bosques actúan como enfriadores urbanos? Porque las hojas verdes reflejan (rechazan) la luz solar, en tanto que el asfalto negro atrae (concentra) los rayos de luz y, por lo tanto, el calor. Al beneficio de reflejar la luz solar hay que sumar el efecto de sombra y la evapotranspiración, que es el intercambio de agua del suelo a la planta y luego al aire, obteniendo así la humedificación del ambiente y, por consiguiente, la disminución de la temperatura. Un ejemplo de este beneficio es el bosque urbano de 110 hectáreas de la ciudad de Jalisco, en México; a través de un monitoreo meteorológico se ha comprobado que su efecto de humedad llega a los 1500 metros alrededor del bosque.

Mientras que una plaza puede reducir entre 2 y 4 grados la temperatura; un bosque puede llevar esa reducción a los 8 grados.

Asimismo, los bosques urbanos tienen gran capacidad de infiltración de aguas de lluvia, sobre todo por su hojarasca, que disminuye la velocidad del agua, tanto de forma vertical como horizontal. Si bien para muchas personas la hojarasca es basura, esta capa de hojas es lo que alimenta a la tierra gracias a los microorganismos a los que ella da refugio.

Evidentemente es más beneficioso invertir en bosques y plazas (sin cemento, por supuesto) que en infraestructura hidráulica, que de ninguna manera presta servicios colaterales y siempre termina colapsándose, es decir resultando inútil.

Por supuesto, todo esto redunda en beneficios directos sobre la salud, tanto física como psíquica.

En definitiva, los bosques urbanos generan grandes beneficios ante los adversos efectos del cambio climático y de las urbes, en general. Por lo tanto su conservación y ampliación es un tema estratégico que no puede faltar ni en la agenda de los funcionarios públicos ni en las demandas de la ciudadanía.

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