“Aquí está todo por hacerse, tenemos la tela en blanco”

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Posicionar el boulevard Sáenz Peña como un espacio de arte. A partir de su tarea como coordinadora de la galería de arte de Almacén de Ramos Generales, Andrea Degiovanni se puso a la espalda la fascinante tarea de transformar un espacio público. Convoca a artistas y también a los vecinos.

 

Algunas personas gustan andar por calles superconcurridas, como la Oxford de Londres, la rambla de Barcelona o Time Square de Nueva York. Otros, en cambio, prefieren los espacios íntimos y silentes como el boulevard Sáenz Peña. “Este es un lugar bello y estamos empecinadas en conservar sus características”, dijo Andrea Degiovanni, una artista plástica que desembarcó en Tigre para coordinar el espacio de arte de Boulevard Sáenz Peña, un “almacén de ramos generales”, que está en la esquina de Albarellos y Sáenz Peña. Este emprendimiento de Soledad Benvenuto es una síntesis de restaurant, espacio de decoración y galería de arte, pero es mucho más que una propuesta cultural, es un proyecto que involucra el espacio público y “a todos los artistas locales, que son muy talentosos”, señaló Andrea.

 

A la calle con la obra

“Tenemos muchas ganas de trabajar, pero si no se tiene el apoyo del Municipio, se está con las manos atadas”. Y parece ser que olfatearon el olorcito de la voluntad y por allí anduvieron funcionarios municipales que prometieron apoyar el proyecto. “Sentimos una sinergia absoluta entre lo público y lo privado. Vimos el deseo de transformar el boulevard en un polo turístico a través de la cultura y el arte. La idea es generar en tres cuadras un espacio con actividades que serán parte de la agenda cultural del Municipio”.

Entre las actividades se encuentran “pequeños conciertos de jazz o tango, algo de teatro, pintadas”, todo en la calle. Seguramente cansada de pasear por todas las galerías del mundo, Andrea manifestó: “Queremos hacer galerías abiertas, exponer sobre los frentes, mostrar que el arte es para todos”.

Artistas callejeros canadienses vendrán para “intervenir algunos frentes con el permiso de los vecinos que nos dijeron ‘hagan lo que quieran’. Así, la zona empieza a estar más cuidada, por eso todos están contentos”. Algunos muros están reservados para artistas locales: “Bruno Prin va a pintar un costado de la Casa del Delta. Vamos a utilizar la voluntad del Municipio para pedir los materiales”.

Dado que el boulevard atrajo a muchos artistas autóctonos, Andrea sintetizó la propuesta: “Queremos hacer un centro de gestión para organizar todas las actividades. Algunos artistas ya tienen sus propios proyectos, nosotras queremos darles un marco general para que no sean acciones que se diluyan en el tiempo”.

Como una vecina más, estableció contacto con los viejos morados de esas cuadras: “Ya nos conocemos todos. A Angélica, una señora que nació en 1923, la cuidamos entre todos. Apostamos a que la gente pierda el miedo, que deje de encerrarse entre rejas, que pueda mostrar lo que hace, porque aquí hay mucha gente que sabe oficios”. Y contó el caso de Omar que “tiene cientos de piezas náuticas. Me las mostró y me preguntó qué podría hacer, por supuesto que lo primero que tiene que hacer es mostrarlas. Esto es lo que queremos generar, que la gente se conecte, que comparta lo que tiene, que enseñe sus saberes. El arte lo logra porque es una fuente de intercambio permanente”.

Con un entusiasmo contagiante, Andrea dibujó con palabras su idea: “Queremos transformar este lugar en uno de esos espacios porteños que se fueron posicionando sin querer. Aquí está todo por hacerse, tenemos la tela en blanco, tenemos los artistas, vamos a hacer una gran obra. Con la apertura de los lugares que ya existen, ya hay un trazo tirado”.

 

Ramos generales

Detrás de un estilo sobrio, el Boulevard Sáenz Peña esconde un mundo de creatividad. Cada mes se presenta la obra de un artista diferente: “Tienen  espacio artistas locales y también consagrados internacionalmente, como Felipe Giménez, María Laura Pini, Isabel Puente”. También Andrea Degiovanni ha presentado su obra el año pasado: “Hice una instalación de ropitas antiguas acompañada por fotografías”.

El almacén de ramos generales gestó otros dos espacios: la Tienda, una boutique de ropa de autor; y la Trastienda, una galería “donde hay obra de artistas que ya se presentaron en el almacén. Además está mi taller personal y el fondo lo estamos arreglando para dar cursos”. Las disciplinas: pintura, escultura, fotografía. “Tenemos becas en cada taller, sobre todo para los chicos del barrio”.

La preocupación por el cuidado del medio ambiente no está ausente en este proyecto: en un oculto pulmoncito verde, Andrea piensa cultivar hierbas aromáticas. “Es importante saber plantar para la autosustentación. Quizás, a partir de las hierbas, surja otro curso. Cuando uno abre una puerta empiezan a surgir ideas. Estamos abiertas a todo lo posible”.

Entre lo posible y necesario, aparece el tema del reciclado: “Necesitamos aprender a reciclar nuestros residuos, a separarlos. En algunas partes del mundo ya es habitual que separen lo orgánico del vidrio o papel. Hay gente que está pidiendo a gritos que les den latas, entonces vamos a colaborar con ellos y así con el medioambiente”.

La idea de mejorar el espacio que la circunda, despunta en Andrea casi como una obsesión: “A mí me parece que los megaproyectos son casi irrealizables, tenemos que empezar por nuestras casas. Por eso nosotras pensamos en mejorar esta cuadra”, y entre miradas y sonrisas pícaras, agregó “y ya vamos por tres”.

Al igual que los viejos vecinos de la zona, está preocupada por “algunos emprendimientos demasiado altos, porque las torres cambian las características del lugar”. Lo que no cambia es el empuje de Andrea Degiovanni para gestionar una propuesta en la que pone convicción y alegría: “La palabra fundamental es sinergia. Debemos juntarnos para posicionar este lugar en beneficio de todos. Nuestra energía va a converger en algo importante porque el arte es un gran transformador”.

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