Un antes y un después de un “milagro”

        Esta verdadera historia está muy resumida a lo realmente padecieron 3 animalitos, luego de la muerte de uno de sus dueños. Hambre, sed, calor, frío, usurpación donde vivían hasta que pude rescatarlos, pero a Brisa la encontré en una situación delicadísima, lastimada.

        “Oh no, hay que sacrificar”, fueron textuales las palabras del veterinario al ver a nuestra gatita Brisa lastimada por un perro. Aparentemente tenía la columna quebrada, con problemas en la médula. Al oírlo, sentí una desesperación tremenda y le grité: “No puede ser posible, tiene que haber una solución. Hagamos todo lo que se pueda”.

        Brisa, al abrazarla, de tanto dolor se enroscó en mi muñeca, me mordió y arañó la mano de tanto dolor que padecía. Al escuchar el escándalo, vino el dueño del consultorio, a quien yo lo conozco de años, y él tomó el asunto.

        De pronto, siento otro yo dentro de mí mismo, y que debía luchar contra viento y marea, y así lo hice. Este doctor me dijo: “Vamos a hacer todo lo posible”. Le dio calmantes, antibióticos… etc. Logré una radiografía urgente. Una vez hecha, me dijo la radióloga que es un caso muy difícil y que por lo general suelen quedar con parálisis. Mi mente no paraba de pensar buscando cualquier forma de curarla y me decía a mí mismo: “Tengo que sanarla, y no existe el NO”. Se le hizo acupuntura varias veces, y yo que leo siempre un diario mensual sobre salud, donde un veterinario homeopático publica notas sobre animales, le llevé radiografías y una foto de la gatita.

        Me dio gotas para la médula y varios días de tratamiento, además días y noches aproximadamente cada 4 o 5 horas; la daba vuelta con mi mano haciendo paleta para un lado y luego para el otro; así no se cansaba de un solo lugar. Con algodón y agua limpiaba sus necesidades, así varios días. Busqué por Internet cómo curar una médula felina, encontré que “el quitosano”, una sustancia que se saca del caparazón de los crustáceos, se vendía desde España y podría servirme.

        Lo consulté pero no era conveniente para ella. Seguí con fe y tenacidad presintiendo que triunfaría. No existía el NO para mí, tenía que sanarse.

        Aproximadamente al mes, un día maravilloso, vi que Brisa comenzó a levantarse; lloré muchísimo de alegría porque se produjo el milagro que tanto había esperado ansioso. Le había pedido a Jesús que la haga caminar ya que estaba todo el tiempo acostada.

        Ninguno de los veterinarios consultados, dado el caso, me dieron esperanzas positivas. Hoy ellos mismos me dicen “fue un milagro”.

        Gracias a Dios Brisa corre, juega, lame mis manos queriendo decirme gracias. Ustedes también tengan fe en sus propósitos dictados por sus corazones y no decaigan en ningún momento.

        Que Dios los bendiga!!!

Jorge Marcenaro

DNI 8.273.404

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