Dos tigrenses restauraron la Pirámide de Mayo

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La obra duró 9 días

El frentista José Mastrángelo y el Lic. en Artes Visuales Carlos Dematté realizaron la restauración de la Pirámide de Mayo. La obra demandó un trabajo de investigación histórica y técnica, la utilización de materiales de época y una gran paciencia para extraer incontables capas de pintura.

A todos los actos, festejos y conmemoraciones por el Bicentenario, se debe agregar la restauración de la Pirámide de Mayo. Su historia comenzó un día en que José Mastrángelo – vecino de Don Torcuato –  “llegó a mi taller con una nota sobre la Pirámide”, contó Carlos Dematté, “y me largó la idea de donar la restauración. Después de hablar con funcionarios de la ciudad de Buenos Aires, les presentamos nuestros antecedentes profesionales y un anteproyecto y luego de pasar las evaluaciones que hizo la gente del Casco Histórico, nos dieron el trabajo”.

Mientras que José Mastrángelo hizo la dirección de obra, Carlos Dematté se dedicó al asesoramiento, investigación y elaboración de los informes, tanto históricos como técnicos.

El trabajo “empezó el 12 de mayo y teniendo en cuenta el armado de los andamios, la restauración, el desarme de los andamios y la limpieza del lugar, se trabajó en tiempo récord: 9 días”, exclamó Mastrángelo.

En una primera inspección ocular, la Pirámide no se veía tan mal, pero “cuando empezamos los cateos exploratorios, descubrimos una importantísima cantidad de continentes ahuecados que debimos extraer hasta hallar parte del sustrato relativamente firme. Luego de retirados los revoques en mal estado, proseguimos las tareas de restauración, aplicando un consolidante para recuperar la firmeza original del sustrato. El paso siguiente fue aplicar sobre los sectores intervenidos un puente de adherencia más un mordiente que luego nos permitió aplicar los sustratos faltantes”, explicó José.

Quizás uno de los trabajos más engorrosos fue “extraer infinidad de capas de pintura (al aceite, a la cal, látex, sintéticos, grafitis). Tantas capas de pintura habían hecho desaparecer las formas originales de los escudos centrales, que logramos recuperar gracias a una paciente tarea de extracción de materiales con espátula y con la aplicación de calor a través de pistolas”, describió prolijamente el director de obra.

Por su parte, Carlos Dematté – Lic. en Artes Visuales – mencionó que estuvo “in situ para ver cómo restaurar los dedos faltantes de la figura y también la decoración sobre el basamento”. Aunque fundamentalmente asesoró “sobre los materiales que se debían utilizar para que fuesen similares a los de aquella época. De la investigación surgió que se utilizaba una pintura a la cal y caceína. Esto es muy importante porque si se usan materiales incompatibles con los originales – por ejemplo cemento – al actuar con el material original se producen daños muy graves”. En síntesis, se utilizaron materiales de época como granza de ladrillo, polvo de ladrillo y cal apagada.

Para terminar la restauración, “se procedió a la aplicación de una pintura látex de color blanca y para preservarla de los atentados vandálicos, se le colocó un anti-grafiti transparente”, señaló José.

En la restauración trabajaron 8 operarios durante 11 horas diarias bajo la dirección de José Mastrángelo, “para poder terminar la obra el 21 de mayo”.

Una vez terminado el trabajo, Carlos Dematté se quedó con una duda: “la Pirámide mide 19 metros. Lo curioso es que había grafitis hasta la mitad, es un misterio cómo subieron hasta esa altura”.

En cuanto a José Mastrángelo, ya aliviado de todas las tensiones, confesó que “todos – operarios, funcionarios, yo mismo – rezábamos todos los días para que no lloviera. Lo logramos, aunque el 21 a la mañana llovió un poco, pero después mejoró y pudimos terminar con todas las tareas. Sin exagerar, esta obra rozó con lo titánico”.

La Pirámide de Mayo – construida en adobe cocido – fue encomendada en 1811 a Pedro Vicente Cañete. Fue un obelisco simple que contaba con un zócalo sobre dos gradas, un pedestal sencillo de 4 ángulos entrantes y cornisa volada alrededor; un vaso decorativo remataba el conjunto y una reja de hierro sostenida por 12 columnas de mampostería con un globo en cada extremidad circundaba el obelisco.

La excavación para echar los cimientos de la Pirámide se inició el 6 de abril de 1811, para ser terminada poco antes del 25 de mayo del mismo año.

Los documentos gráficos más antiguos sobre la Pirámide datan de 1817 y fueron realizados por el marino inglés – pintor por afición – Emeric Essex Vidal.

La estructura original mantuvo su fisonomía hasta 1856. Ese año, el pintor y arquitecto Prilidiano Pueyrredón concretó su idea de transformar la Pirámide, construyendo la actual que conserva en su interior la primitiva de Cañete.

Pueyrredón alteró el pedestal y capitel original, aumentando también la altura y ancho.

En 1857, el monumento terminaría siendo una estructura de mampostería, coronado por una figura alegórica (encargada al escultor francés Joseph Dubordieu) del mismo material apoyada sobre un basamento prismático, con una altura de 19 metros.

Si bien hubo posteriores debates e intentos de modificaciones del monumento, en 1912 sólo se logró correr la Pirámide 50 metros hacia el centro de la Plaza de Mayo, sobre carriles colocados en la base de su deslizamiento. Finalmente, en 1942 la modesta Pirámide fue declarada Monumento Histórico.

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