Duro castigo para los jugadores del país comunista que penaron el mundial 2010. Fueron exhibidos para que el «pueblo» los insulte. Siglo XXI, ideas del medioevo.
Al campeón España un recibimiento de gloria, a Holanda con la aval de un campeón «moral» y paseo en barco pro los canales de Amsterdam; mientras en Uruguay sus jugadores eran recibidos como héroes por el cuarto puesto y a los argentinos sorprendidos por un «sospechoso» recibimiento con mezcla de espontaneidad y armado político. Mientras todo esto sucedió, a los pobres jugadores de Corea del Norte los esperó el escarnio y la vergüenza pública por una actuación decepcionante que encontró como punto de mayor dolor la goleada con Portugal 7 a 0.Una escala interminable, de seis horas de duración: los jugadores de la selección norcoreana de regreso del Mundial, firmes, de pie sobre un palco decorado en el Palacio de la Cultura popular. Frente a ellos, 400 personas que los insultan echándoles en cara la debacle sudafricana.
Después del comienzo tranquilizador con Brasil (derrota honorable por 2-1), fueron muy terribles los nocauts con Costa de Marfil (3-0) y sobre todo con Portugal, un 7-0 que tuvo el agravante de ser transmitido en directo por TV.
Los únicos que se salvaron fueron Jong Tae-Se (la estrella, quién no recuerda su llanto a mares durante el himno) y An Yong-Hak, que fueron directo a Japón.
Peor aún para el entrenador, Kim Jong-Hun, a quien mandaron a trabajar a una obra edilicia de la capital, Pyongyang.
El epílogo del Mundial estuvo de acuerdo con los comienzos. Ya desde el vamos el clima era feo: los jugadores no podían conceder entrevistas, entrenamientos blindados hasta la noticia sobre la presunta fuga de jugadores.
Después el cambio de rumbo: todos en la cancha frente a la prensa con mucha numeración oficial, mientras funcionarios no mejor identificados filmaban a quienes daban vueltas alrededor.
Era, de hecho, la segunda participación de Corea del Norte, después de 1966. En ese momento, los asiáticos entraron en cuartos de final, llegaron a tener una ventaja de tres goles sobre Portugal hasta que Eusebio revirtió la situación y los fletó a casa.
Empresa heroica, ¿se imaginan la fiesta del regreso? Pero no, ni en sueños. Los jugadores festejaron su gesta yendo a un local, a la manera occidental, y a la vuelta, el “premio” fue una deportación a los campos de trabajo forzado para curar esa actitud de “burgueses decadentes”. Se salvó sólo Pak Do Ik, que se quedó en el hotel por un ataque de gastritis.
El país comunista es así, además de sufrir la amenaza de cuatro jugadores que intentaron escaparse del poder de un gobierno dictatorial pidiendo asilo político se sumó al presencia de 500 chinos alentando en las tribunas.
¿Chinos alentando a Corea del Norte?, si, actores chinos contratados por el gobierno norcoreano para hacer de simpatizantes a 1000 dólares cada uno ante la negativa de dar visas a los ciudadanos de ese país para ir la Mundial.
En el siglo XXI, todavía hay países medievales. Penoso.
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