Saberes necesarios para vivir en la isla

El aporte de los nuevos isleños que cuidan la naturaleza. Casas de barro con un diseño adecuado al entorno. Tecnologías de transición hacia una vida más autosuficiente y ecológica. El problema del transporte fluvial. Temas tratados con Gabriel Litwin, un vecino isleño que no quiere vivir como Tarzán.

 

Hace ya varios años, muchos capitalinos, cansados de vivir en una ciudad enfermante, pusieron un pie en la isla. Tal el caso de Gabriel Litwin que privilegió el contacto con la naturaleza, la pertenencia a una comunidad pequeña y el desafío de ser autosuficiente. “Un día me decidí a vivir de otra manera”, sintetizó nuestro entrevistado.

Allí fue con sus saberes urbanos (es editor, periodista, fotógrafo, diseñador), dispuesto a ir desarrollando los conocimientos necesarios para la supervivencia isleña y algo más. “Uno se va dando maña para arreglar muchas cosas, una canilla, por ejemplo y esto no significa que le quiera sacar trabajo al plomero. También está lo relacionado con vivir en un humedal, lo que implica saber cuáles son sus ritmos, cómo hay que construir la casa en función de su entorno. Vivir en la isla implica una responsabilidad muy grande, porque hay que cuidar el agua, toda la naturaleza”.

Así, entonces, investigando, leyendo, intercambiando con vecinos, Gabriel fue construyendo otro bagaje de conocimientos permaculturales que lo vinculan con una nueva forma de encarar la vida, aunque él diga que “lo que más se acerca al hombre del Renacimiento es vivir en la isla por la cantidad de saberes que hay que dominar”.

 

Al barro volvemos

Las casas de barro son las elegidas por muchos nuevos isleños, que recuperan una tradición y, al mismo tiempo, avanzan hacia nuevas técnicas constructivas.

“El barro es ideal para la isla porque de esta manera se trabaja con los materiales que hay alrededor. Construir en la isla es muy caro por el tema del transporte, entonces ya hay un ahorro; además tiene muchas propiedades, es aislante, térmico. Por otro lado, para quien tiene inclinaciones artísticas, permite gran desarrollo plástico”.

Como la construcción en barro requiere muchos brazos, para conseguir voluntarios, Gabriel ofreció – vía Facebook – la posibilidad de capacitarse en variadas técnicas (cob, encofrado, bahareque). “Me asocié con la gente De Otro Modo para que capaciten a los que vengan. Me sorprendió la cantidad de gente que se anotó. Muchísimas personas están interesadas en la construcción ecológica y en la autoconstrucción”.

En abril harán el taller de mampostería; posteriormente, revoque grueso y fino. “El barro lleva un proceso largo, hay que esperar que se seque”.

 

Diseño global

La casa no concluye con las paredes, hay que proveerla de servicios; surge, entonces, el tema del agua, la calefacción, la electricidad.

“El agua tiene un proceso de purificación. Primero se le sacan los restos de materia orgánica, se puede utilizar un filtro de barro; después se le sacan las bacterias, con calentar el agua es suficiente. El problema real son los metales pesados que son muy difíciles de sacar, es contaminación producida por el humano. Hay sistemas de purificación por ósmosis inversa, pero son muy costosos. Hay zonas de la isla que tienen gran concentración de metales pesados y otras que no tienen, entonces se  depende de la zona en que se viva para usar o no el agua. Una cosa es vivir sobre el Luján y otra sobre un arroyito”.

Gabriel insistió sobre la responsabilidad de cuidar el humedal, ya que uno de los servicios que presta es la purificación de las aguas.

“En definitiva, hay que mandar a analizar el agua y si no hay metales pesados, se puede utilizar y es muchísimo mejor que el agua de la canilla que tiene cloro. Además se pueden establecer niveles de transición, se puede empezar utilizando el agua para cocinar y para beber, no”.

En cuanto a los efluentes cloacales, Gabriel fue taxativo: “Es imposible poner una red cloacal en la isla, cada uno debe tener la responsabilidad de hacer su proceso de saneamiento como corresponde. Se puede poner un biodigestor o armarlo o utilizar técnicas permaculturales, para el saneamiento de las aguas grises y negras, que son muchísimo mejores que la red cloacal, que son plantas de tratamiento costosísimas. Si se hacen las cosas como corresponde, no hay ningún problema”.

Si bien hasta hace un par de décadas, los isleños vivían sin energía eléctrica, Gabriel aseguró que los nuevos pobladores no quieren vivir como Tarzán. “La vida moderna tiene algunas comodidades que queremos conservar. Por eso, separarse totalmente de la red eléctrica es difícil, pero existen tecnologías de transición que se pueden ir adoptando de a poco para ir hacia una vida más autosuficiente y más ecológica”.

Los cortes de electricidad se dan en la isla de la misma manera que en la ciudad, aunque “quizás se sufre menos en la isla por el entorno”, señaló Gabriel, sabiendo que es una afirmación polémica.

Nuevamente planteó el uso de tecnologías de transición: “Se pueden pensar diversas estrategias para ir siendo autosuficiente de a poco: saber en qué momento prender la bomba para que gaste menos; tener un grupo electrógeno únicamente para la bomba cuando se corta la luz; un calefón solar, una heladera a gas y electricidad, algún sistema de 12 voltios, paneles solares para determinado uso. Es decir un diseño global donde convivan distintas formas de energía, pensando en la transición”.

Sobre los calefones solares, especificó: “Se pueden comprar o fabricarlos uno. Esta es la posibilidad que ofrece esta tecnología, además de usar la energía solar para calentar el agua. También ofrecen la posibilidad de ser híbridos porque tienen un termostato que permite enchufarlos. Éste es un ejemplo de tecnología de transición: se utiliza la energía solar, pero en el caso en que esté nublado, se puede enchufar a la corriente eléctrica”.

Para aprender ésta y otras tecnologías (cocina roquet, techos vivos, etc.), Gabriel organizará nuevos encuentros, por lo cual es conveniente darse una vueltita por su facebook Gabriel Litwin.

Vivir en la isla no quiere decir aislarse, sobre todo para los nuevos pobladores que todavía tienen “un vínculo con la ciudad, aunque el deseo sea sacar definitivamente la pata”. Pero llegar a tierra se hace difícil, ya que el transporte no acompañó el crecimiento poblacional.

“El boleto de lancha es caro; para el turista es carísimo, para el isleño es caro y no se puede encarecer mucho más. Lo de la tarjeta SUBE fue una buena idea, pero no se aplica”.

Ahora bien, Gabriel remarcó que el problema fundamental es que el servicio se corta a las 9 de la noche. “Esto impide que mucha gente vaya a estudiar, por ejemplo. Hay que poner un transporte a las 11 de la noche”.

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