Por la ley de autocultivo Ya!

Mamá Cultiva Argentina. El cannabis es una planta medicinal que tiene miles de años de historia. Las leyes antidrogadas han impedido que su uso aliviara el sufrimiento de personas con enfermedades como cáncer o epilepsia refractaria. Nuevamente la lucha de un grupo de madres pone al descubierto esta manipulación. Buscan la legalidad del autocultivo y la accesibilidad a la información que facilite el uso de esta medicina, sin ningún tipo de restricciones económicas.

 

En abril de 2016, se presentó formalmente en el auditorio de UMET, la ong Mamá Cultiva Argentina. Esta organización agrupa a cultivadores de cannabis, madres y familias que tienen niños con epilepsia refractaria y otras patologías que no responden a tratamientos de la medicina tradicional. Estas familias han logrado la mejoría de sus hijos a través del uso del extracto de cannabis, en consecuencia luchan para que el autocultivo de esta planta, así como el uso del aceite, se legalicen en nuestro país.

A fines de noviembre, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que regula la importación de aceite de cannabis. Esto no es lo solicitado por las familias que tienen la experiencia del autocultivo y producción casera del aceite, pues la importación del aceite sólo beneficia a quienes tienen dinero para comprarlo. Una vez más, la salud es tratada como un negocio.

Por esto, conocer la palabra de quienes se han acercado al tema desde el lugar de la salud como un derecho humano, es un aporte para comprender que las leyes prohibicionistas condenan a los ciudadanos al padecimiento y profundizan las diferencias de clases.

 

Acceder a la información

Luis Osler es integrante del Centro de Estudios de Cultura Cannábica. Además de manifestar su emoción por acompañar a Mamá Cultiva, dijo que “desde hace 30 años venimos padeciendo una política global de drogas que es un fracaso”. Esta política generó nichos de corrupción a nivel estatal, complicidad con el narcotráfico, muchas más muertes que las causadas por las sustancias y, como ejemplo, mencionó a México y Colombia.

Además de la criminalización de usuarios, tanto recreativos como medicinales, Osler destacó que lo peor fue la prohibición de la información y, en el caso del cannabis, incluso desinformación.

“Pero hace casi 10 años surgió un movimiento en América Latina que se basa en un cambio de paradigma, que reclama el libre acceso a la información y, al acceder a ella, descubrimos que el cannabis es utilizado en el tratamiento del glaucoma, en cuidados paliativos, en tratamientos del dolor”.

Aparece así la lucha de Mamá Cultiva, que “es la lucha del acceso a la medicina para todos, en condiciones de igualdad, sin restricciones de ningún tipo, es la lucha por el autocultivo”. Señaló, entonces, que esto no es algo menor, pues aquel que tiene plata puede importar aceite de Charloc, pero hay que tener mucho dinero. “Esta medicina es de fácil acceso, se trata de cultivar una planta y hacer aceite con un procedimiento sencillo”, resaltó.

 

La clave: autocultivo

DAYA es una fundación chilena que investiga y promueve terapias alternativas para aliviar el sufrimiento humano. Su presidenta, Ana María Gazmuri, estuvo presente en la UMET.

“Nuestro continente ha pagado las consecuencias de la prohibición”, dijo Gazmuri y continuó: “Durante 40 años se ha negado el acceso a una planta medicinal que podría haber aliviado la vida de miles y miles de personas. Aquí hay verdadero ocultamiento de información y es hora de que esto termine porque hay demasiado sufrimiento en el mundo. Y si tenemos una herramienta eficaz, económica y segura para evitar el sufrimiento, es un deber ético abrir los caminos para que este alivio llegue a todos los que lo necesiten”.

Conocedora de que las leyes son lerdas y muchos académicos temerosos e, incluso, cómplices del poder del dinero, Gazmuri alentó los presentes: “Cuando no están los políticos de nuestro lado, cuando no está la ciencia de nuestro lado, la clave para avanzar es actuar en conjunto, colaborativamente porque, cuando caminamos de la mano todos juntos, se avanza más rápido y mejor”.

Fundación DAYA ha puesto a disposición de quien lo necesite todos los conocimientos que han logrado hasta el momento, “no queremos descubrir un saber para guardarlo para nosotros”.

DAYA trabaja con Mamá Cultiva Chile, cientos de familias que tratan a sus hijos, que padecen epilepsia refractaria, con aceite de cannabis: “Lo hacen con el derecho a autocultivar la medicina para sus hijos. Esto es fundamental porque democratiza el acceso a la medicina. Si entregamos nuestro poder a una producción extranjera, a la importación y nos negamos el derecho del autocultivo, entonces estamos dejando esta medicina para unos pocos. Y eso es inmoral”.

El cannabis es una planta medicinal con más de 5 mil años de historia al servicio de la humanidad. “Fue nuestra cultura moderna, consumista, regida por el Norte, que ha estigmatizado esta planta medicinal”.

Gazmuri advirtió que “no existe una fórmula mágica” y que ésta es una terapia personalizada, pues una persona puede necesitar un tipo de planta y otra persona, otra planta, aún con el mismo diagnóstico. Resaltó: “Ha habido una especie de separación entre componentes buenos y componentes malos, esto es una estrategia comercial. Hay que tenerlo claro”.

Sintetizó su mensaje: “El autocultivo debe prevalecer como el gran elemento democratizador y regulador”.

 

El sufrimiento de los cuerpos

Paulina Bobadilla, fundadora de Mamá Cultiva Chile, contó: “Un día fui con mi hija hasta un barranco, la miré y le dije ‘hasta aquí llegamos, ya no soporto verte convulsionar más’”.

Había probado todos los tratamientos de la medicina tradicional, que sólo lograron que la niña se arrancara las uñas sin sentir dolor, pero eso, para los médicos, era normal, porque era producto de un efecto secundario de un medicamento.

Bobadilla habló del sufrimiento de los cuerpos que convulsionan cientos de veces por día; del sufrimiento de las madres que duermen sólo dos horas porque están atentas toda la noche, pues sus hijos pueden morir por una convulsión.

Después de sufrir todo eso, un día comenzó con el aceite de cannabis y empezó la mejoría. “Ahora mi hija va al colegio, ríe, canta”. Por esta razón, Paulina Bobadilla no se guardó el secreto: “Si me llevan presa, no me importa. Voy a ayudar a todas las madres que pasan lo mismo que yo”.

Por esto dio la palabra a dos madres argentinas: Mariana Quiroga, mamá de Lara, que llegó a tomar 500 pastillas al mes y “para el neurólogo, esto estaba bien”; y Valeria Salech, quien dijo: “Muchas tenemos hijos con estas patologías desde que nacieron. Hemos sufrido mucho. ¿Alguien puede mirarme a los ojos y decirme que esto tiene que estar prohibido?”

Mamá Cultiva lleva adelante una campaña por el autocultivo Ya!

 

“Los médicos se atreven a recomendar a una madre a que autorice a desconectar a su hijo de un respirador artificial, antes que permitir que se trate con cannabis”, contó Ana María Gazmuri.

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