Otro año más con incendios en el Delta del Paraná: Un foco de atención

Denuncias penales, acciones de agrupaciones ecologistas, propuestas ministeriales, pero, hasta el 5 de julio, aún había incendios. La ganadería a gran escala es el trasfondo de esta catástrofe. Una obra pública de magnitud, el puente Rosario-Victoria, es parte de una trama que beneficia a grandes empresarios y deteriora el ambiente.

        Novelas y películas siempre destacaron del Paraná y sus islas las crecidas extraordinarias, unidas al coraje de sus pobladores. Los desbordes cíclicos de la naturaleza nunca impidieron la permanencia de los isleños ni el renacer de la flora y la fauna, adaptados a esas condiciones sistémicas.

        En la actualidad, por el contrario, apareció un enemigo que arrasa con el ecosistema: el fuego. Mientras que las crecidas son naturales, los incendios – que tomaron pública notoriedad a partir de 2008 – son provocados por la mano del hombre. Grandes quemazones que se dan cada vez con mayor frecuencia e intensidad, están provocando la alteración de los ciclos biológicos.

        Algunos dicen que los responsables son pescadores y cazadores furtivos; otros, como la agrupación El Paraná No se Toca, responsabilizan a productores ganaderos que queman el pastizal para promover el rebrote de pastos tiernos, alimento de sus vaquitas.

        Este año, dada la bajante extraordinaria del río Paraná y, en consecuencia, la sequía del pastizal, el fuego fue imparable. Desde fines de febrero hasta el 4 de julio, el Museo Regional de Ciencias Naturales A. Scasso llevaba monitoreados 4.212 focos, extendidos entre Santa Fe capital y Campana, provincia de Buenos Aires.

La causa de los incendios

        Una vez más, la soja transgénica es la causante de un perjuicio para miles de argentinos y la naturaleza que los rodea. Los altos rendimientos que este cereal deja a los empresarios, han corrido a los ganaderos hacia regiones consideradas, durante décadas, marginales: el delta del Paraná.

        Las islas más atractivas para los empresarios ganaderos son aquellas que están cerca de centros de comercialización y consumo. Por ese motivo, a Rosario llega el humo agobiador y, entonces, los incendios toman estado público.

        Este año, la primera denuncia penal la hizo Pablo Javkin, intendente de Rosario; posteriormente, organizaciones de la sociedad civil también hicieron presentaciones judiciales.

        “Hay una omisión por parte del Estado provincial entrerriano, ya que no controla estas actividades ilegales porque, en Entre Ríos, para poder hacer una quema, hay que pedir autorización y, en este momento, están suspendidas por la bajante extraordinaria del río. Y toda quema que se realice sin autorización, es ilegal”, explicó la abogada ambientalista Valeria Enderle, integrante de la organización Cauce.

        Después de una persistente demanda de funcionarios y organizaciones ambientalistas, se puso en funcionamiento el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, del Ministerio de Seguridad de la Nación, defensa Civil de Entre Ríos y Santa Fe, Bomberos, Gendarmería Nacional.

        Como solución definitiva, aunando el cuidado del ambiente y la posibilidad de realizar actividades productivas, el Ministro de Ambiente de la Nación, Juan Cabandié, propuso la creación de una Reserva Nacional, transfiriendo así a la Nación el poder de policía, que ahora está en manos de las provincias. De dicha Reserva quedaría excluido el delta bonaerense.

Un puente hacia la destrucción

        La construcción del puente Rosario-Victoria se inició en 1997; fue a partir de ese momento cuando los procesos de usucapión sobre las islas adyacentes se multiplicaron. Una vez inaugurado, en 2003, el delta santafesino y entrerriano fue servido en bandeja a ganaderos corridos de la pampa húmeda y a inversores inmobiliarios que, décadas atrás, ya habían extendido su mirada hacia esas tierras de escaso valor.

        En 2004 comenzaron los incendios en la zona de influencia del puente; la llegada del ganado hasta las islas, que anteriormente era costosa, se abarató; el circuito de la pesca se aceleró, generando una presión excesiva sobre el recurso; el valor de la tierra se triplicó.

        Como es imposible que todo salga perfecto, los inexpertos en el manejo del ganado largaron una lagrimita cuando, en 2007, sus vaquitas isleñas quedaron debajo de las crecidas del Paraná. Pero dado que todas las intenciones (empresariales y provinciales) apuntaban a que la ganadería fuese un negocio rentable, en las inundaciones de 2009-2010, las provincias más afectadas – Santa Fe y Entre Ríos – no sólo pusieron a trabajar sus dependencias, también solicitaron ayuda al gobierno nacional para evitar el desastre de años anteriores. Por supuesto, todo se pagó con impuestos ciudadanos.

        En tanto, los isleños expulsados por las crecidas y los incendios descontrolados y por los productores envalentonados, fueron a aumentar el número de parias que conforman las villas miserias y buscan la comida en los basurales.

Por Mónica Carinchi

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