Compostera comunitaria

Los vecinos demuestran que hay necesidad de cambios. Como el mundo está cambiando, los trabajos también cambian. Emilia Vaca e Inés Costa lanzaron un emprendimiento de venta de composteras hogareñas y comunitarias: Ramasomos. Municipios y empresas se mostraron interesados en la propuesta. Con parte de sus ganancias, las jóvenes donan composteras comunitarias, buscando reducir la basura orgánica. Una compostera comunitaria se encuentra en la placita de Enciso. Para comunicarse, @ramasomos y www.ramasomos.com.ar

        Cuando el inicio de la pandemia obligó a muchas personas a quedarse en sus hogares, fue un momento de replanteo de vida. Así lo hicieron Emilia Vaca e Inés Costa, quienes se decidieron a poner en marcha @ramasomos, un emprendimiento que contacta con la naturaleza.

        “Si bien lo veníamos planificando de antes, arrancamos justo con la pandemia. En ese momento, mucha gente que tuvo que quedarse en su casa, empezó a tomar conciencia de los residuos que genera. Así comenzaron a replantear su estilo de vida”, dijo Emilia Vaca.

        El emprendimiento -venta de composteras y otros productos relacionados con la práctica del compostaje- no es sólo comercial, tiene también un aspecto social: parte de sus ganancias las donan a través de composteras comunitarias porque tienen como lema “que todos puedan compostar”.

        La cantidad de seguidores que tienen en Instagram y Facebook y las consultas que reciben por wasap demuestran que mucha gente está interesada en transformar los residuos orgánicos en compost. “Entender que en casa podemos reducir los residuos y generar con ellos abono natural es maravilloso. La gente está súper interesada. Nosotros capacitamos con un taller virtual, también entregamos un PDF explicativo y tenemos asesoría permanente”.

        En las empresas también se están produciendo cambios: Ford las contrató para que dieran un taller a sus trabajadores y Osde llegó a un acuerdo para que los empleados puedan comprar composteras con descuento, además de adquirir una compostera comunitaria.

        El Municipio de Vicente López dio un paso al frente: compró 100 composteras para regalar a los vecinos, además de ofrecerles capacitación. Esto le indica a Emilia que “vienen épocas de cambio”.

Alma y tierra

        La naturaleza recicla todo lo que produce, por ejemplo, esas hojas que caen de los árboles en otoño “cubren la tierra y, por acción de los bichitos, se transforman en abono natural. Enseñar esto que es algo tan natural es volver a la tierra y creo que allí tenemos que volver porque la tierra es nuestra maestra”, aseguró Emilia.

        Las composteras comunitarias admiten 400 kilos de residuos orgánicos que se van transformando con la ayuda de lombrices. “Es conveniente combinar los residuos orgánicos con pasto seco, con hojas secas o pedazos de cartón que aportan la cuota de carbono”, explicó Emilia. En unos 6 meses se obtiene un humus que se puede utilizar en huertas, macetas, en la plaza misma.

        Todas las composteras comunitarias tienen una encargada. La que se encuentra en la placita de Enciso está cuidada por Sabrina, una vecina cercana. “La respuesta de los vecinos es muy buena. La gente va alternando secos y húmedos, también se encargan de mezclar. Se ve que había mucha gente con necesidad de compostar porque el primer módulo se llenó súper rápido”, dijo Sabrina. Ahora comenzaron con el segundo y, cuando el humus esté listo, se decidirá si se usa en la plaza o cada uno se lleva un poquito.

        Compostar los residuos orgánicos ayuda a “reducir el gasto en recolección de basura. Como van menos camiones al Ceamse, hay menos gasto de nafta, menos contaminación del aire. Hay menos contaminación de la tierra causada por el lixiviado de la basura y menor producción de gas metano, también producido por la basura. Repensar el consumo es básico y reutilizar en forma de abono los residuos orgánicos, es un gran paso”.

        Inés y Emilia dedican muchas más horas de trabajo a su emprendimiento que las dedicadas a sus trabajos anteriores en relación de dependencia, pero saben que están poniendo un granito de arena para mejorar el mundo y esto les “llena el alma”.

Por Mónica Carinchi

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