Un paro con olor a gato encerrado

El fin de semana largo, turistas y trabajadores se volvieron a sus casas. El viernes 8 de octubre, las lanchas de pasajeros no salieron de la estación fluvial de Tigre porque el SOMU decretó paro por tiempo indeterminado dado que sólo habían cobrado parte del sueldo. La provincia de Buenos Aires no depositó por falta de firma. Malestar generalizado y reflote de problemas que parecen irresolutos.

        En un fin de semana largo, con buen clima y sobre todo con ganas de disfrutar, después del aislamiento prolongado, el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) inició el viernes 8 de octubre un paro, jodiendo a turistas, vecinos y a los propios lancheros que perdieron propinas y la posibilidad de que sus familias ganaran plata brindando servicios a los turistas.

        Desde temprano, la estación fluvial fue un caos. “El autosecuestrado abrió temprano las ventanillas y vendió boletos!”, refunfuñaba un vecino isleño que había pasado la noche del jueves en tierra y quería volver a su casa. Otros miraban con caras de pocos amigos, otros palmeaban, otros intentaban resolver el problema porque ya habían pagado la cabaña.

        Todos buscaban alguna respuesta, pero sólo se escuchaba: el sindicato decretó paro porque no les pagaron. Sin embargo, el que pudo abrir bien los oídos escuchó: “En la empresa grande hay sueldos de diez mil pesos, ¿dónde está ahí el sindicato?”. Rápidamente la voz se perdió entre los cuerpos ofuscados.

        Si bien todos los trabajadores tenían depositada una parte del sueldo, el SOMU insistió en que debía estar todo. Aparentemente no están acostumbrados a realizar asambleas de trabajadores para tomar decisiones consensuadas, porque, si así fuera, las madres de los lancheros no escribirían “me partió el alma escuchar a mi hijo diciendo ‘ma, los del sindicato no nos dejan salir’” y los trabajadores mayorcitos no expresarían “al que va a trabajar, lo desafilian, lo dejan sin obra social, entonces hay que acatar la medida”.

        Las empresas no recibieron el subsidio de la provincia de Buenos Aires a causa de la renuncia del Jefe de Gabinete, por lo cual recién depositarían la totalidad del sueldo el 13 de este mes. Sin embargo, algunos trabajadores dijeron que la provincia había depositado -unas semanas atrás- una compensación para evitar el aumento del pasaje y “parece que cobraron, pero en vez de pagar los sueldos, gastaron la plata en otra cosa”.

        Es cierto que el fin de semana largo los trabajadores tenían poca plata en el bolsillo, pero también es cierto que estaban dentro del plazo de cobro habitual, por eso los isleños que pintan canas decían “éste es un apriete para que la provincia dé más plata”. Algunos más excitados gruñían “¿qué hicieron con la guita que les dio la provincia durante décadas?¡ No renovaron una lancha!! Hay que expropiar la empresa!”.

        Aunque hay más de una línea de transporte fluvial de pasajeros, todos hablan en singular porque los reproches recaen sobre Interisleña, ya que realiza los recorridos con mayor volumen de pasajeros, por lo tanto, es la que deja varada a más gente y, además, es la que se supone que tiene espalda financiera para evitar estos paros que sólo conducen a un malestar generalizado y a pérdidas económicas importantes entre los pequeños emprendedores isleños. Para colmo, misteriosamente, apareció un mensaje de wasap anunciando que Interisleña cerraba dejando a 100 personas en la calle. “Eso lo dijo para asustar a la gente”, aseguró un vecino.

        Así como hay funcionarios que no funcionan, hay sindicalistas que mean fuera del tarro y con sus inoportunas medidas dejan al descubierto problemas que trabajadores y usuarios conocen y padecen desde hace años, por esto esperan que alguien le ponga el cascabel al gato para terminar con un servicio deficiente, con empresarios que aumentan sus arcas y no invierten, con sindicalistas que todos consideran aliados de la patronal y con el fantasma de un accidente anunciado.

Por Mónica Carinchi

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