El Barrio Ferroviario, de Victoria, carece de agua potable. Son 180 familias censadas por el RENABAP. No pueden mejorar sus condiciones de vida porque el Municipio de San Fernando impide que ingresen materiales de construcción. Como los trámites administrativos no dan resultado, cortaron la avenida Sobremonte para dejar de ser invisibles.
Identificado con el número 700 dentro del Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP), el Barrio Ferroviario se extiende por la mano impar de Martín Rodríguez y tiene su ingreso casi donde desemboca Miller, en la localidad de Victoria, partido de San Fernando. Todo aquel que toma el tren para Capilla del Señor, lo ve desde atrás, ya que está comprendido entre Martín Rodríguez y las vías del ferrocarril Mitre. Según información oficial, el barrio data de 1969.
Seguramente alguna vez hubo un portón en lo que hoy es su acceso principal; ahora hay una garita de prefectura a la derecha y un pajonal a la izquierda. El ingreso se extiende unos 50 metros hasta desembocar en una calle que lleva al corazón del barrio.
Para dejar de estar ocultos por el paredón, el miércoles 10 y el viernes 12 de noviembre, sus pobladores cortaron la intercepción de Sobremonte y Martín Rodríguez porque a todas sus penurias, se sumó corte de agua no potable.
Milagros forma parte de las 180 familias censadas, vive en el barrio hace 5 años. Una señora que se fue le ofreció su casa. “Era una casita chiquitita de chapa. Se me voló el techo. Yo estaba embarazada, entonces decidimos comprar materiales. Aunque nos decían que nos iban a sacar, no nos importó porque queremos vivir dignamente. Luchamos por nuestros hijos, para que puedan vivir en una buena condición, por lo menos con agua”.
Ella es una de las tantas mujeres que salieron a cortar Sobremonte para dejar de ser invisibles.
Un barrio sin agua potable
Si bien se denomina Barrio Ferroviario, la mayoría de sus habitantes no trabajan en el ferrocarril y esta diferencia se nota en las viviendas: los ferroviarios tienen casas de material y pueden seguir haciendo mejoras; en cambio, los que viven de trabajos informales, tienen casas más precarias porque el Municipio de San Fernando les impide ingresar materiales. La presencia de la prefectura en la puerta es para hacer cumplir esta inhumana disposición. A pesar de todo, los vecinos se las ingenian para mejorar su existencia. “Acá la mayoría trabaja, quieren construir y no nos dejan. Todo lo que entramos, es a escondidas, como delincuentes. Pero no nos frenan, nosotros seguimos avanzando”.
Entre casillas de madera, otras de chapa y algunas de ladrillos sin revocar, asoman viejas construcciones del ferrocarril convertidas en vivienda. Calles anchas, mucha vegetación, árboles recién plantados, ausencia de basura, un pequeño santuario popular, todo demuestra que los vecinos cuidan su barrio y así lo explicó Milagros: “Nos organizamos para que nadie se meta, porque no queremos que se haga una villa 31 porque sabemos que, si se súper puebla, después es incontrolable, no se puede vivir. Entre todos llegamos a un arreglo que sólo se pueda hacer hasta dos pisos, así no viene más gente. Acá quisieron venir a meterse, pero los referentes estuvieron al pie del cañón”.
Toda esta organización vecinal se ve trabada por la falta de acompañamiento municipal, por eso Milagros sostuvo: “Figuramos en el RENABAP, fuimos censados, tenemos derecho a los servicios básicos”.
La falta de agua potable es muy grave. “El ferrocarril nos provee de agua que no se puede tomar, pero agradecemos tener esa agua, por lo menos para lavar la ropa”. Una vecina solidaria que vive en la mano par de Martín Rodríguez “deja su puertita abierta para que los vecinos saquen agua” y algunos, cuando pueden, compran bidones.
En 1993, la ONU declaró el acceso al agua potable como un derecho humano. Entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, el número 6 es Acceso al Agua Potable y Saneamiento. El hijo de Milagros fue víctima de la falta de agua potable: “Mi hijo me cayó internado dos veces. No sabíamos por qué. Yo tenía la pileta, estaba aprendiendo a nadar, entonces tragaba agua y me había olvidado de ponerle lavandina, no pensé que iba a afectarlo. Vomitaba hasta el agua, así estuvo días y días y era el agua”. Por esto y por todos los inconvenientes que viven a diario las 180 familias, Milagros se preguntó cómo estando en 2021, en un barrio que ya tiene 50 años, todavía carecen de agua potable.
Condenados a vivir entre chapas
El piso de la entrada está muy desnivelado y, para evitar accidentes, los vecinos quisieron arreglarlo, pero el Municipio lo impidió. También quisieron hacer vereditas porque cuando llueve, se dificulta el andar; quieren parquizar la franja que está contra el paredón del fondo para transformarla en un lugar de esparcimiento. La familia Andreotti se opone a todas las mejoras.
Si bien tienen electricidad, provista por el ferrocarril, es muy precaria; las luminarias de la calle fueron colocadas por los vecinos. No hay recolección de basura, pero una cuadrilla de Barrios de Pie la junta tres veces por semana y la descarga en Martín Rodríguez.
“No les pedimos plata”, aclaró Milagros, “nosotros juntamos la plata para nuestros ladrillos, para mejorar el barrio, pero les pedimos que nos dejen vivir dignamente. ¡Queremos pagar los impuestos, sabemos que la urbanización viene con los impuestos y los queremos pagar!! Queremos pagar el agua, lo anhelamos. ¡Pero directamente no nos dejan!”.
Mucha solidaridad
Marcos se crio en La Cava, por eso sabe de estrecheces y privaciones. Ahora vive cerca del Barrio Ferroviario, fue viendo su crecimiento y también su organización y como aspira a que todas las personas tengan las mismas posibilidades, se acercó a ofrecerles internet, porque la empresa donde trabaja le permitió generar su propio emprendimiento.
“Hace 8 años que trabajo en barrios populares colocando internet. Yo le digo a la gente que, por más que no paguen, no les vamos a cortar el servicio”. Asegura que tener internet es garantía de que “los nenes estén adentro de las casas”. Por otro lado, sabe que muchos trabajos se ofrecen por las redes sociales.
“Falta poco para que todo el barrio esté cubierto”, contó, “recién me llamó un muchacho que no andaba bien y le ofrecí que pague en dos veces y que se sume, porque una vez que esté todo el barrio con el servicio, empiezo a empujar para que metan la fibra óptica, así puedo digitalizar la telefonía y la televisión”.
Las agrupaciones sociales también apoyan al barrio: cortan el pasto, hacen olla popular, colaboran en casos de violencia de género. “Lo que tendría que hacer el Estado municipal, lo estamos haciendo nosotros”, dijo Nahuel de Barrios de Pie, quien criticó duramente al Municipio de San Fernando que “se ocupa de poner palmeritas, pero durante la pandemia no llamó a las organizaciones sociales para ver qué necesitaban”.
Con firmeza y alegría, Milagros confesó que todos están esperando el día que les digan “podés entrar materiales”.
Por Mónica Carinchi
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