Cientos de pueblos y culturas unidos por el intercambio comercial: La Ruta de la Seda

El presidente Alberto Fernández acaba de firmar la incorporación de nuestro país a la nueva Ruta de la Seda. El acuerdo implica inversiones multimillonarias en temas tan variados como energía nuclear, trenes, puertos, desarrollo espacial, medios de comunicación.

        Marco Polo fue un comerciante veneciano que se transformó en viajero y escritor. En su conocido libro Las aventuras de Marco Polo, describió las Rutas de la Seda y las Especias, es decir caminos por el sur y centro de Asia, abarcando India, China, Persia, Armenia y otros.

        Marco Polo anduvo por las regiones donde crecen los pistachos que se transformaron en uno de los gustos tradicionales de los helados italianos. Ninguna riqueza natural fue ajena a la mirada de este famoso comerciante veneciano.

        Si bien muchos productos se comercializaron por ese recorrido, la seda era lo más preciado, muchos antes de la aparición de Marco Polo. Por supuesto, el intercambio cultural que se dio conjuntamente con el económico fue destacado.

        En 1453, cuando el imperio bizantino cae ante los turcos, estos cierran la Ruta de la Seda y los europeos, que ya no podían vivir sin exquisiteces y refinamiento, iniciaron el recorrido de los océanos para saquear otro continente.

        Ya en el siglo 21, la nueva Ruta de la Seda es una región que abarca un potencial de negocios basado en energía, recursos naturales y mano de obra. Es China la impulsora de este megaproyecto económico, que une Asia con Europa, África y América Latina.

        La ruta tiene dos recorridos: uno terrestre (un tren transcontinental que parte de China y llega a París) y otro marítimo (implica la instalación de puertos comerciales en los océanos Índico y Pacífico).

        La actual Ruta de la Seda está conformada por 134 países: 30 europeos, 37 asiáticos, 54 africanos y 13 latinoamericanos. Entre estos últimos: Panamá, Bolivia, Perú, Chile, Ecuador, Uruguay, Venezuela y Argentina, que ha firmado su incorporación en el reciente viaje al gigante asiático realizado por el presidente Alberto Fernández en el marco del 50 aniversario de las relaciones bilaterales entre ambos países.

        La incorporación a esta iniciativa económica china implica recibir inversiones y financiamiento de ese país; se ha conocido que Argentina recibirá 23.700 millones de dólares.

        Los acuerdos fomentan inversiones en: economía digital, empleos verdes, desarrollo espacial, agricultura, medios de comunicación, educación y cooperación universitaria, energía nuclear.

        Desde este gran mercado internacional, China promueve el uso de las monedas nacionales en el comercio y las inversiones, o sea el desplazamiento del dólar en el comercio mundial.

        Algunos que se consideran expertos, advierten sobre riesgos de dependencia económica. Vale preguntarles si desconocen la dependencia económica que tiene Argentina con el FMI, generada por una deuda impagable – desde el momento mismo en que se tomó – que se fue por la canaleta de la bicicleta financiera.

        Incorporarse a la Ruta de la Seda no significa recibir divisas, sino inversiones en obras que generarán trabajo.

        Según datos oficiales, China es el segundo destino de nuestras exportaciones agroindustriales y el primer inversor en energías renovables. El gigante asiático puede ser un socio complementario de nuestra economía ya que nosotros producimos algo que ellos necesitan: alimentos.

Por Mónica Carinchi

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