Un documental sobre la destrucción provocada por Colony Park y la resistencia isleña: Nido

A partir de un hecho ficcional, un fotógrafo que quiere retratar isleños, el documentalista Miguel Barata da voz a hombres y mujeres que transformaron sus vidas por un conflicto ambiental y social provocado por un megaemprendimiento inmobiliario. La película se estrenó en el cine Gaumont el 10 de febrero, próximamente se subirá a la plataforma cine.ar. Las agrupaciones interesadas en proyectarla, en cualquier lugar del país, puedan comunicarse con el director a través del Instagram @nido_documental

        “Descarté el testimonio de algún político porque siempre escuchamos la misma falsedad, una y otra vez presentan argumentos falaces. Me pareció prioritario darles voz a aquellos que nunca la tienen”, expresó Miguel Barata refiriéndose a su último documental, NIDO.

        Una humilde embarcación isleña se va adentrando a un territorio donde un grupo de hombres, hace 13 años, puso el cuerpo ante las retroexcavadoras que tiraban abajo árboles, casas y sueños.

        Con la misma cadencia de las aguas isleras, el documentalista va presentando a los pobladores que lograron frenar un megaproyecto inmobiliario, mostrado como un “modelo de bienestar en la naturaleza”, respaldado por poderosos intereses económicos. Pero Diego Domínguez, uno de los testimoniantes del documental, precisa: “Todos decían que Colony era el progreso y nadie lo iba a frenar y sin embargo no era el progreso y nosotros lo frenamos”.

        Nacido en Tigre, Miguel Barata recuerda cuando iba al Puerto de Frutos con su papá a comprar naranjas de la isla y cuando iba con sus amigos a pescar a la costa del río Luján y terminaban tirándose al agua; también recuerda que en el momento del conflicto con Colony Park recibió algún volante en la estación de trenes, pero “ahora fue el momento” para contar esta historia de un territorio que intentaron que no fuera y, como es nido de vida, resurgió.

Entre lo estético y lo político

        NIDO es un documental que se arma a partir de una ficción alimentada con testimonios reales. “Un fotógrafo llega a la isla con el objetivo de hacer una serie de retratos y las personas le van contando sus historias”.

        La selección de los personajes fue pensada como “una especie de coro, con diferentes miradas para que no fuera sólo el isleño al que le tiraron la casa abajo”. Y entre todas esas voces, resalta la ternura de Andino: “Si uno se quiere morir en la isla es porque es lo más grande que hay. Perdí mucho en la isla, mi señora, mi nieto, pero yo quiero estar en la isla” y todo lo dice con la sonrisa del hombre que se fortaleció en la lucha. Y la empatía surge, también, con la melancolía de Miguel: “Vinieron y voltearon el rancho con una máquina y para mí es mi casa, pero para ellos es un cacho de tabla que no sirve para nada. Yo nací y me crie acá… y quiero morir acá” y se limpia los ojos porque ya no puede retener el llanto.

        Mientras la cámara del fotógrafo se detiene en las personas, en los objetos, en la flora; la cámara del documentalista muestra “el lugar inhóspito, desconocido, que no se sabe muy bien dónde está”. Algo que sorprendió a todo el equipo de filmación “es que está muy cerca del continente” y muy cerca de la Capital Federal y, aun así, ninguno de ellos conocía este conflicto. Por esto, “la película se propone ser un granito de arena para que la gente se entere”.

        Internarse en el monte deltaico le permitió a Miguel interesarse por la flora y la fauna, algo que no le había pasado antes, así que “seguramente, la próxima película tenga que ver con esto”.

        Hacia el final de NIDO, la música va in crescendo y las imágenes son bellas y simples y todo repercute en la memoria ancestral de los espectadores. Probablemente, lo mismo le pasó a Miguel Barata que asegura que “los desastres del extractivismo no pueden seguir ocurriendo, hay un momento en que hay que decir basta”. Para eso filmó NIDO.

Por Mónica Carinchi

Deja una respuesta