Un emprendimiento con aroma a campo y recuerdos familiares: La chica de las lavandas

Desde hace 3 años, Carolina Di Caro está instalada en el rubro de cuidados personales y belleza con Aroma a Campo, un emprendimiento que nació con cero capital y logró sostenerse en pandemia a fuerza de constancia y creatividad. Sus proveedores son productores orgánicos de Saldungaray, una localidad de la Comarca de Sierra de la Ventana.

        Un día se anotó en un curso de diseño de indumentaria para tener, una vez por semana, la excusa perfecta para encontrarse con sus amigas. La única que terminó el curso fue Carina. A esos nuevos conocimientos los unió con los recuerdos de su infancia y otros cursos para emprendedores y así nació Aroma a Campo by Carina Di Caro. “La relación con los aromas me viene por parte de mi abuela paterna, que hacía sus propias sales de baño. Cuando mi abuelo llegaba de la obra, se hacía baños de relax en los pies con las sales de mi abuela. Además, era una bordadora nata y yo aprendí a bordar con ella”, contó Carina con la nostalgia amorosa de una nieta que año tras año vuelve al pueblo donde pasó sus vacaciones infantiles. Ahora, además, Saldungaray es la zona que la provee de la materia prima más importante de su emprendimiento: la lavanda.

Desde cero

        De la mano de los aromas familiares, Carina Di Caro se abrió camino en el rubro del cuidado personal y la belleza. Sales de baño, almohadas aromáticas, perfumadores de placard, difusores, velas aromáticas son algunos de sus productos.

        “En abril van a ser 3 años que empecé con este emprendimiento. Pero antes me capacité durante 6 años. Lo primero que hice fue el logo de la marca. La pandemia me agarró sin saber usar el zoom, entonces empecé a capacitarme porque no quería que mi marca muriera”. Esta decisión sumada a las “redes humanas”, como ella dice, le permitieron pegar un salto cualitativo: ahora está pensando instalar un establecimiento en Campana, donde reside, y otro en Saldungaray, donde tiene la otra mitad de su corazón. “Quiero apostar a la economía local de los dos lugares”.

        Para entusiasmar a las lectoras, Carina dijo: “La particularidad de mi emprendimiento es que nació con cero capital. Acá todo es trabajo y creatividad” y por supuesto mucha dedicación: “Trabajo 24 x 7, pero lo disfruto”. Por ahora todo lo hace ella, pero ya está pensando en delegar algunas tareas.

        Durante la pandemia estuvo vendiendo aromas de manera virtual e, incluso, sacó un nuevo producto: el antifaz relleno 100×100 de flores de lavanda. “Nacieron en pandemia para el día del padre. No uso aceites porque los ojos son una zona delicada. Los entrego en una caja aromatizada”.

        Carina es muy detallista: almohadones, corazones, antifaces los corta manualmente, los cose a máquina y las terminaciones las hace a mano. Como ejemplo de los detalles, comentó: “Las cintas de mis cajas tienen el reborde quemado porque así no se deshilachan”.

        El rango etario de sus clientas es amplio y los contactos surgen por Facebook, Instagram y también del boca a boca. “En pandemia, una señora que cumplía 80 años quiso que yo le hiciera 30 regalos para sus amigas. Ahora esas 30 señoras son clientas mías”.

Preparación exhaustiva

        La denominada Comarca de Sierra de la Ventana está compuesta por 7 localidades, una de ellas es Saldungaray, en cuyo paisaje “lo primero que aparece son las lavandas”.

        Este año, Carina participó en dos campos en la cosecha de estas aromáticas hierbas. “No es fácil cosechar, hay que saber usar la hoz”, especificó la entrevistada, agregando que no es fácil conseguir gente para este trabajo.

        Hasta el 2021 trabajó con 4 variedades y este año incorporará otra que está esperando que salga del campo disecada. “Mi proyecto lo empecé con 2 kilos de lavanda. El año pasado usé 16 kilos y este año voy a usar el doble”.

        La lavanda que utiliza está certificada como producción orgánica y “la mayor parte se exporta”.

        Si bien la sequía prolongada impactó un poco en los campos, “no afectó en el rinde ni en la calidad porque es una planta enemiga del agua, igual que el romero”.

        Justamente el romero es otro de los aromas que utiliza, el preferido de los hombres. “Mi romero también es orgánico certificado. Mis proveedores son directamente los dueños de los campos, yo retiro mi pedido en la tranquera y sé cuántos años tienen las plantas, qué análisis de suelo tienen, qué rinde”.

        Para envidia de muchos, Carolina contó: “En este momento mi casa está inundada de olor a romero porque ya lo tengo seco y despalado. También tengo el eucalipto seco. Estas plantas las trabajo totalmente yo”.

        Para catar un nuevo aroma, se prepara exhaustivamente: se baña con jabón blanco, no usa desodorante, se pone una ropa que no tiene ningún tipo de perfume y desde luego limpia con profundidad el lugar que va a utilizar. “Así evito tener contaminada la nariz”.

        La introducción de cualquier producto lleva un tiempo prolongado: “El año pasado incorporé unos cuencos que hace una artesana de Saldungaray. Son de madera dura y cuando ella me los trae, los dejo en estacionamiento un año”.

        Seguramente por esto sus clientas son fieles y confían en sus decisiones: “Tengo una clienta que vive en Luxemburgo y cada vez que tiene que hacer un regalo, me llama y me dice ‘hacé lo que a vos te parezca’. Todo lo que hago le gusta”. Y otras, como la identifican plenamente con las lavandas, le mandan fotos de campos en flor y le llevan a su casa muestras de otras regiones.

        Carolina Di Caro tiene el deseo profundo de que su marca deje huella. Indudablemente ya lo está logrando.

Por Mónica Carinchi

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