Señor director

De mi mayor consideración.

Habiendo llegado a mis manos un ejemplar del libro Petrona Villegas de Cordero, Vida y Obra, de Roberto César Carleo, me veo en la obligación de hacer algunas aclaraciones con respecto a aseveraciones del autor que indudablemente, aluden a mi persona.

En la página 37 del mencionado trabajo, Carleo afirma: “Se ha dicho también que la casa colonial sobre la calle 3 de Febrero llevaba la inscripción Año del Señor de 1837 y que la entrada se hallaba por la calle Lavalle”.

No es verdad esto último, si es verdad que por Lavalle se entraba con los carruajes y por ello se ingresaba por los fondos casi siempre, en algunos casos mucho más ornamentales que las frentes principales.

La confusa redacción, sintaxis y puntuación, las frases sueltas y deshilvanadas y el exceso de palabras pueden llevar a interpretaciones erróneas de ahí que, habiendo sido yo el último en ocuparse del tema en mi libro Familias Tradicionales de San Fernando, me veo en la necesidad de aclarar que al menos en el período en que vivió doña Petrona, la quinta de los Cordero tenía una edificación en la esquina de Alvear y Lavalle, con salida por esta última calle al 40 de la antigua numeración y una segunda construcción, más pequeña, sobre Alvear, seguramente la casa del casero o cuidador o algún galpón para guardar herramientas.

Estos datos fueron extraídos de los antiguos periódicos del siglo XIX que se guardan en la Biblioteca Madero, entre ellos “El Republicano” y “La Unión” de 1874 de los que he trascripto infinidad de apuntes y referencias, entre ellos el de la quinta de la señora Cordero, a la cual se accedía por Lavalle 40. Pero hay algo más esclarecedor todavía: el Plano del Pueblo de San Fernando levantado por el ingeniero municipal Augusto Jacobson a fines de 1892, cuya copia obra en mi poder. En el mismo, se puede apreciar con claridad cómo era nuestro pueblo en aquellos años; los años en los que vivió doña Petrona. Allí se ve, en la manzana enmarcada por las calles Alvear, Lavalle, Tres de Febrero e Ituzaingo, las dos edificaciones arriba mencionadas, la de Alvear y Lavalle, con su acceso por esta última calle y la mucho más pequeña, sobre Alvear, donde el terreno se inclina en forma de barranca hacia el noreste; el resto de la propiedad es descampado. En aquellos años no existía ninguna construcción sobre Tres de Febrero, como tampoco sobre Ituzaingo y según apunta el ingeniero Jacobson, el predio se hallaba rodeado por un cerco de material.

Dado que el plano es de fines de 1892, es imposible que doña Petrona, fallecida el 28 de febrero de 1894, haya habitado la amplia casona colonial sobre la calle Tres de Febrero, que Carleo describe. Evidentemente, sus descendientes, levantaron esa edificación varios años después.

En lo que respecta al cementerio, el autor dice en la página 55: “Estos terrenos (se refiere a los del Hospital) habían sido cementerio, espacio que compartía con el ubicado donde hoy se halla el palacio municipal”.

Muchos historiadores locales incluso algunos recientes desestiman esta posibilidad que ha quedado probado con un comentario de un diario local que data aproximadamente de 1867…”.

No se a qué historiador local pueda estar refiriéndose Carleo pero en varios de mis trabajos, entre ellos, Nuestra Señora de Aránzazu, la iglesia histórica de San Fernando, página 186 y Familias Tradicionales de San Fernando, páginas 37 y 111, he mencionado esa necrópolis. Incluso hago mención al repliegue que Cordero hizo hacia su quinta durante la revolución de 1893, intentando resistir a las tropas leales. Antiguos empleados administrativos del hospital me han confirmado la existencia de documentos que hacen referencia a ese cementerio.

Me han sorprendido ciertas afirmaciones del autor, cuando dice que existe un desconocimiento casi general de la vida de doña Petrona y que esta es la primera vez que se ha ahondado en su obra y su trayectoria cuando es co-autor de un libro dedicado a mujeres sanfernandinas en el que la escritora Alejandra Murcho, gestora de la idea, detalla la acción no solo de esta noble dama sino también la de su hija, Petrona Cordero de Stunz. La señora Murcho aclara al pie de cada capítulo, que extrajo la información de mi trabajo Familias Tradicionales de San Fernando. Lo llamativo es que el libro de Carleo, dedicado pura y exclusivamente a la señora de Cordero y su obra, con sus 215 páginas, contiene menos información sobre su persona y su actuación que aquellas dos publicaciones, la de las mujeres y la de las familias, pues en ningún momento habla de sus aportes para el sostén de la Banda de Música de San Fernando, que en el mes de abril de 1873 hizo lo propio para las obras del templo parroquial y que diez años después tomó parte en la suscripción destinada a socorrer a los inundados del río Salado. Son datos ubicables que hacen a su vida y su obra, como el de su hija, que formó parte de la comisión de damas de la Obra del Cardenal Ferrari que el 20 de marzo de 1931, organizó en nuestro pueblo las Jornadas del Evangelio y que en 1944 se la designó presidenta honoraria del consejo directivo del hospital.

Para finalizar, solo deseo aclarar que con respecto a lo que el autor sostiene en la página 144 sobre cierta información solicitada a las parroquias de Nuestra Señora de Aránzazu y Nuestra Señora de la Guardia, en lo que respecta a la iglesia de Victoria, no es cierto que se puso en contacto con sus representantes ya que mi esposa es secretaria parroquial desde el año 2004 y en ningún momento Carleo se acercó o se comunicó telefónicamente para solicitar documentación. Al margen de ello, puedo garantizarle que nada conservan sus repositorios sobre la capilla del hospital porque la misma jamás dependió de Nuestra Señora de la Guardia. He recorrido ambos archivos exhaustivamente juntando información para mis libros sobre ambas iglesias y cuando en el año 2003 organizamos la muestra histórica en el templo de Victoria y no he encontrado nada al respecto.

Son frecuentes los deslices y errores en los trabajos históricos; no hay libro que no los contenga y nadie está exento de cometerlos, sobre todo en materia de nombres, sobre todo al abundar las homonimias en las historias regionales, lo mismo en fechas, direcciones (tal propiedad tenía su ingreso por la esquina cuando en realidad lo tenía a mitad de cuadra o por la otra), la especialidad de algún médico o abogado y otros por el estilo. Son los típicos yerros que el historiador comete al recopilar y transcribir la información; lo grave es cuando un autor repite una y otra vez el error de otros por el hecho de copiar sin cotejar con la documentación de los archivos. No se puede escribir una biografía como la de Petrona Villegas de Cordero o la historia de un establecimiento centenario como la Escuela Normal Nacional de San Fernando en solo 25 días.

Carleo transcribe la bibliografía existente, casi siempre sin citarla, pero son escasas, por no decir ninguna, las veces que consulta archivos, registros, padrones, colecciones particulares o repositorios. De ahí su intento de justificarse diciendo que se le negó información, como en el caso de Nuestra Señora de la Guardia.

Agradezco a Ud. la publicación de esta nota aclaratoria ya que siento la obligación de despejar cualquier duda sobre la comunidad parroquial de Victoria.

Sin otro particular, lo saluda Atte.

Alberto N. Manfredi (h)

DNI 12.801.018

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