De la voz a la escritura

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Isabel Zwanck y Mónica Ávila presentaron un nuevo libro

A partir de la experiencia de coordinación del taller literario de la Biblioteca Sarmiento de Tigre, las autoras escribieron el libro Texturas. Encuadre, antología y proyección de un taller literario, pensado fundamentalmente para coordinadores de talleres literarios, bibliotecarios y profesoras de lengua que enseñan escritura creativa. El libro se consigue en la biblioteca y en la librería Koala.

 

El viernes 3 de septiembre, Isabel Zwanck y Mónica Ávila presentaron el libro Texturas. Encuadre, antología y proyección de un taller literario, de autoría compartida, resultado de 24 años de experiencia como coordinadoras del taller literario de la Biblioteca Popular Sarmiento de Tigre.

En el libro, además del encuadre teórico, las autoras presentan la metodología desarrollada en las clases y las distintas tipologías trabajadas, reforzando este material con ejemplos de los talleristas.

En cuanto al método, Isabel explicó que presentan a cada autor “dando las claves de su obra, su concepto de cuento, de literatura, algunas nociones sobre su ideología”. Sobre esto último, siempre se han manejado con un abanico muy amplio, trabajando autores no solo de habla hispana, sino también “sufriendo las traducciones”.

Un marco teórico regula la actividad, pero no se muestra para que las reuniones no se conviertan en una clase de secundario: “Vamos encontrando algunos resortes para conducir la lectura. No pretendemos imponernos como modelo, pero somos concientes de que vamos poniendo ideas en las cabezas de la gente porque, cuando están frente a la página en blanco, aflora algo de lo dicho. Es interesante ver la evolución de las personas a través de los años”.

La antología surge de muchísimos talleristas que han poblado esta actividad y “a pesar de que algunos nos han dejado para siempre, creo que para los familiares será una satisfacción ver sus textos en este libro”.

 

Un poco de historia

“En 1986, la directora de la biblioteca, Haydée Scotto, nos pidió que hiciéramos algo para que la gente leyera más, entonces se nos ocurrió leer un cuento todos los viernes. Así surgió este espacio”, explicó Isabel.

De esta manera, “para recuperar el gusto de la infancia”, viernes tras viernes, un grupo que fue creciendo, acudía a la biblioteca para deleitarse con la lectura y luego realizar un comentario. “Nos gustaba que la gente no supiera qué íbamos a leer, esto lo pudimos mantener a pesar de la curiosidad. Pero insistieron en que querían seguir la lectura cada uno con su texto. En esto concedimos, porque hay gente grande que se siente más segura leyendo el texto al mismo tiempo que lo escucha”. Esta táctica dio frutos, ya que luego de la lectura compartida, la gente se asociaba y retiraba más libros del mismo autor que la biblioteca “apoyando nuestra tarea, fue comprando paulatinamente porque a ellos sí les avisábamos qué íbamos a leer”.

El encuentro se fue transformando, ya que “empezamos a dar las claves de la escritura para que la gente reconociera estilos. Entonces empezaron a comentar que al volver a sus casas les daban ganas de escribir, así incorporamos la escritura”. De esta forma, el encuentro de lectura pasó a ser un taller literario de narrativa con un mes dedicado a la poesía, “se acercó gente pidiendo que también leyésemos poesía, por lo tanto incorporamos agosto como el mes de la lírica”.

En 1992 se publicó el primer libro con producción de los talleristas. Entre risas y nostalgia, Isabel recordó: “Ese primer libro lo escribimos con una Comodore prestada, después fotoduplicación y ganchitos”. El trabajo sostenido del taller permitió que, desde aquel entonces, todos los años haya una nueva producción.

Como cada clase es unitaria, esto permitió una gran movilidad entre los asistentes. “Si bien predomina la gente mayor, los jóvenes que vienen en su mayoría son estudiantes, por eso dependen de los horarios de la facultad. Además hay gente que pudo conseguir trabajo, nunca nos vamos a olvidar de un señor que era mozo, escribía como los dioses, pero un día mandó a avisar que había conseguido trabajo”.

Cada encuentro exige un trabajo previo: “Siempre en febrero nos reunimos, elegimos los autores, el eje temático y los cuentos”. Y el plural se debe a que Isabel siempre trabajó con una compañera, “trabajar con otro enriquece, además siempre me gustó presentar dos puntos de vista”. Por eso este libro está hecho “a cuatro manos y si hubiésemos tenido más tiempo, hubiéramos incorporado a Clara de Simone que es la profesora con la que comparto la actividad actualmente”.

Un cúmulo de aprendizajes de más de dos décadas compartidas con colegas y talleristas es lo que se puede encontrar en Texturas. Encuadre, antología y proyección de un taller literario, un libro ágil y conciso, dedicado a profesores de lengua que enseñan escritura creativa, bibliotecarios y coordinadores de taller literario.

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