Travesía Tigre – Mendoza en bicicleta

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Con la peor sequía de los últimos 10 años… Oscar Luzuriaga y Diego Olenich, en bicicleta, y Armando Balsarini, en auto, lograron atravesar el desierto puntano con viento en contra y 50° en la ruta. Recorrieron 1400 kilómetros arriba de las bicis. Además, en Mendoza subieron el Cerro de la Gloria y el Cristo Redentor.
Hay personas a las cuales les gustan los desafíos. Y los comparten con sus amigos. Este es el caso de Oscar Luzuriaga, a quien se le ocurrió unir Tigre con Mendoza en bici. Lanzó la idea en abril y surgió una lista de 12 candidatos, sin embargo el 2 de enero a las 8 de la mañana sólo estaban él, Diego Olenich, Armando Balsarini (apoyo en auto) y Gabriel Barrera, quien debió abandonar el quinto día.

Los preparativos

Oscar (58) y Diego (31) participan en carreras de bicicleta desde hace años. “Corremos en muchos circuitos, siempre representando a Tigre”, comentó Diego. “Preparamos el viaje durante meses, pero nuestra fortaleza fue el entrenamiento; en octubre empezamos a salir al mediodía, al rayo del sol, porque íbamos a partir en enero, pleno verano”, contó Oscar.
Durante el entrenamiento evaluaron que cada 100 km. gastaban 3800 calorías. “Como el viaje eran 200 km. por día, íbamos a quemar 7000 calorías por día. Había que reponerlas como fuera. Un día, Armando trajo la noticia de que la barrita de cereal trae 30 calorías. ‘Oscar, te tenés que comer 38 barritas en un día’, me dijo. ¿Cómo hacemos para comer eso? Fuimos a lo básico, carne, pastas, verduras, en cantidad”. De cualquier manera, los corredores aclararon que viven a dieta, “no comemos una barra de chocolate ni un pote de helado”. Todo para mantenerse en forma para cada circuito.
Planearon con detalle la cantidad de horas de pedaleo, las paradas para comer y descansar. “Todo estuvo muy pautado. Programamos una velocidad crucero de 30 km. por hora, de 8 a 12 teníamos que hacer 100 km., parábamos para descansar y a las 15 comenzábamos otros 100 km. hasta las 19”, detallaron.
Desde luego, sabían que haría mucho calor, pero lo que no pudieron prever fue la sequía y el viento arrollador. Les tocó la mayor sequía de los últimos 10 años. “Yo dejaba el auto con freno de mano y me lo llevaba el viento. Cuando bajaba a la ruta, se me hundía el pie en el polvo”.

Imprevistos
“Salimos de Tigre y a los 150 km. recibí una llamada de Armando diciendo que se había roto el motor. ¡Recansados y con el auxilio roto! Con Diego no nos hablábamos, pero pensábamos ‘qué se rompió?’”.
Llegaron a Chacabuco de noche; allí estaba Armando, esperándolos, con el auto roto, en una gomería que “encontramos de casualidad porque ni cartel tenía”. Entonces, en el medio de la noche, Diego tomó la decisión: “Dejamos todo así hasta mañana”.
Perdieron un día reparando el auto ellos mismos. Lo arreglaron, salieron a la ruta y se volvió a romper. “No conseguíamos repuestos. Lo que encontramos, lo tuvimos que reformar”, señaló Diego, que puso manos en el asunto, hizo soldaduras y finalmente arregló el auto que dio toda la vuelta y “ahora sigue andando”.
Con dos días de retraso, llegados al límite Santa Fe/Córdoba, “Gabriel decidió volverse. Ahí empezamos solos con Diego, teníamos 600 km. por delante. Armando iba en el auto con la bebida. Hay que cuidarse de la deshidratación porque es muy difícil recuperarse, puede llevar 2 o 3 días. Teníamos en el auto una heladera con mucho líquido”.
Pero como en la ruta había casi 50°, nada alcanzaba. “En una etapa de 100 km. consumimos 6 litros de coca cola y 4 de agua, 8 gel y 10 barras de cereales. Nuestro cuerpo era una esponja”. El problema era reponer lo consumido: “En un momento nos quedamos sin líquido, entonces le dije a Diego que, si no conseguíamos agua, parábamos y lo llamábamos a Armando porque no quería llegar al punto de deshidratarnos. Se puede tener sed una hora, pero no tres. Al final, encontramos un lugar, nos mataron, nos cobraron una bebida 20 pesos”.
También Armando tuvo problemas con el agua: “Ellos me decían ‘tomá agua, tomá agua, pero ¡era agua hervida!!”. Y Diego explicó: “El sol era tan fuerte, que el agua de la caramañola se calentaba en seguida. Parecía agua para el té”.

Después de la ruta, cerros

“En la ruta, Diego me decía ‘¿en qué pensás?’, yo le respondía ‘pienso con qué mano voy a apretar el timbre de la casa de mi mamá’”.
El domingo 8, por fin, llegaron a Mendoza. Descansaron un día y el martes otra vez a pedalear. “Con Armando subimos el Cerro de la Gloria”.
Después se fueron a Uspallata, donde se encontraron con un ciclista de La Plata que había intentado 5 veces subir el Cristo Redentor. “Eso nos tiró un poquito la moral abajo. Pero nosotros lo subimos, de primera”.
A un mes de haber recorrido 1400 kilómetros en bici, los muchachos ya están pensando en la próxima travesía, por supuesto, siempre con Armando. Lo único que piensan cambiar es el auto por una combi.
¡Tiemblan las rutas argentinas!

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