70 años de la TV argentina

, Historia

Una pantalla que sin pedir permiso se instaló en todos los hogares.Oficialmente nació el 17 de octubre de 1951. Jaime Yankelevich, con apoyo del gobierno peronista, compró los primeros equipos de transmisión que instaló en el edificio de Obras Públicas en la avenida 9 de Julio. De programas de gran producción se pasó, en la década del 90, al puro rating.

        Cada vez que se rememora un inicio, comparándolo con la actualidad, se llega a la conclusión de que todo tiempo pasado fue mejor. Y, en este caso, muy merecido lo tiene: la TV argentina nació con una voz apasionada, sostenida por el clamor de mujeres y hombres que venían cambiando el país desde los cimientos profundos de la patria.

        Con apoyo del Estado, la televisión inició su vida desde el Banco de la Nación donde se instalaron 3 cámaras a las órdenes de Enrique Susini, Oscar Agromayor y Jaime Yankelevich, para transmitir el acto del 17 de octubre de 1951.

        Después de los discursos de Perón y Evita, la transmisión continuó con música y dibujos animados; por la noche se pasó música clásica y de zarzuela y, desde el teatro del Palace Hotel, Yankelevich -empresario de medios de comunicación- dio por iniciadas formalmente las transmisiones de la TV argentina.

        En los primeros años de la década del 50 muy pocos hogares tenían televisores dado que su costo era muy elevado, el doble de lo que costaba una heladera. Por esto, era muy común ver a los ciudadanos agolpados frente a las vidrieras de bares y de negocios de electrodomésticos para seguir las imágenes de esa “caja mágica”, como se la llamó en un principio.

Otra vez en la terraza

        Los equipos utilizados por Yankelevich – el padre de la TV argentina – llegaron de Estados Unidos. La antena de 50 metros y 5 kilómetros de alcance fue instalada en la terraza del edifico de Obras Públicas, en la avenida 9 de Julio, donde además se instaló un estudio de transmisión en el piso 23. Desde allí, en septiembre de 1951 se iniciaron las transmisiones experimentales con vistas panorámicas de la ciudad de Buenos Aires.

        En cuanto a los aparatos domiciliarios, las dos marcas que se vendieron durante la década del 50 fueron Standard Electric y Capehart, un mueble de lujo que tenía las válvulas debajo de la pantalla.

        Ya en los 60 había unos 800.000 receptores de televisión, por lo cual empezó a hablarse de medio masivo de difusión. La familia argentina comenzó a reunirse alrededor del aparato que concentró la atención de niños y adultos.

Los primeros grandes programas

        Entre los programas que veían los niños en los 60, Laura Singer recordó a Supercar, el Capitán Escarlata -ambos de producción inglesa- Meteoro, serie japonesa, Los Picapiedras, producción norteamericana, y Payasín, un programa argentino. “Los muñecos del Capitán Escarlata estaban muy bien hechos, no como ahora que son todos deformados, un asco”, dijo Laura Singer, quien además de televidente atenta, tiene una larga trayectoria como actriz de teleteatros.

        Por aquel entonces las mujeres sufrían con la telenovela escrita por la famosa Nené Cascallar, El amor tiene cara de mujer, con Bárbara Mujica y Delfy de Ortega, y aprendían a cocinar con Doña Petrona C. de Gandulfo en Buenas Tardes Mucho Gusto, el programa de Annamaría.

        Laura Singer está segura de que nadie puede olvidar a Pipo Mancera y sus Sábados Circulares, Los Campanelli, Rolando Rivas, Pobre Diabla, Piel Naranja, Dos a quererse y, entre sus recuerdos personales, atesora haber trabajado con Malvina Pastorino: “Jugábamos pulseadas en el camarín y con 80 años me ganaba”.

Rating mata esplendor

        Ya en la convulsionada década del 70, los adultos se sentaron ante el televisor para ver los monólogos humorístico-políticos de Tato Bores; Rolando Rivas taxista, “la telenovela que paraba el país”, exclamó Laura, no sólo vista por mujeres, los taxistas dejaban de trabajar para palpitar en los bares. Con el 76 irrumpió el golpe militar y la censura: muchos actores, actrices y productores quedaron sin trabajo, fueron perseguidos, debieron partir al exilio. Surgieron las listas negras y los moralistas empezaron a recortar películas.

        A la censura hay que agregar los inconvenientes técnicos: según la zona donde se vivía, se podía ver mejor o peor. Acomodar la antena era un clásico que a veces ponía nerviosas a muchas personas: se podía perder parte de la novela o lo mejor del partido de fútbol.

        Con los 80 llegó la TV en color, las videocaseteras y el video club. Quienes gustaban de ver cine ya no estaban limitados a los ciclos del sábado, la independencia de la programación televisiva se inició por ese entonces.

        Hacia los 90, la tele se convirtió en “una picadora de carne”, sentenció Laura Singer, que añora la época en que “los noticieros eran noticieros” y las historias que se transmitían dejaban “valores, respeto, comprensión”. “La tele se empezó a desmejorar cuando ya no la manejaba ni un Yankelevich ni un Romay ni un ser humano, sino los capitales, ‘hay que hacer rating, matá a tu mamá, hay que hacer rating, pisoteá a tu amigo’”, expresó la entrevistada, que conoce la TV en sus recovecos.

        Aunque en 2017, Martín Becerra, especialista en medios de comunicación, decía que “la tv abierta compite con formatos personalizados”, las generaciones más jóvenes, al menos de sectores medios, son contundentes en sus afirmaciones: “la tele pasó de moda” (Giuliano, 23 años). Efectivamente, la elección en la actualidad pasa por Netflix, You Tube, Amazon y, si de vez en cuando los jóvenes prenden la tele, es para ver programas pasatistas y, en esto, Masterchef se lleva la palma.

        Con 70 años, la televisión argentina podrá estar jubilada, pero aún está dispuesta a jugar pulseadas como Malvina Pastorino.

Por Mónica Carinchi

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