Parir en libertad

Atravesar un parto fortalece el vínculo madre-hijo

Dos mujeres con una misma preparación y dos experiencias diferentes. Vanesa y Ayelen cuentan sus vivencias.

 

Cuando se habla de violencia de género, inmediatamente se piensa en golpes o insultos, pero la partera Sandra La Porta también utiliza este concepto para hablar del parto medicalizado: “Durante muchos años nos han violentado. El uso indiscriminado de la peridural empezó a darse porque se vio que acorta el parto”, haciendo más fácil y redituable el trabajo de los médicos; es decir que, bajo el argumento de que la mujer sienta menos dolor, se la está privando de que sienta la salida de su bebé y “tanto para ella como para su hijo, pasar el parto es una cuestión de fortaleza vincular. En un parto fisiológico, la mamá siente que se ganó al bebé”.

Como en la época de nuestras abuelas, en el parto respetado la mujer se fortalece porque “saca la hembra que lleva adentro”, y el niño no sólo es recibido de manera amorosa, también se beneficia física y psíquicamente: “No se le pone sonda nasogástrica para aspirarle líquido. Hay que saber que el bebé, al pasar por la vagina, es exprimido en sus pulmones y empieza a largar líquido espontáneamente. No se le coloca sonda rectal, o sea que se espera a que haga caca en 48 horas. No se corta rápidamente el cordón umbilical, entonces sigue pasando sangre de la placenta y esto evita las anemias de los primeros 6 meses. Y el mayor de los beneficios es que se lo coloca rápidamente sobre el pecho de la mamá y así continúa, afuera, el vínculo. El bebé reconoce a su mamá por sus latidos. Hay estudios que demuestran que en la separación hay angustia y esto se reedita en una grieta que permite entrar cualquier cosa, bichos o una huella psíquica negativa. En definitiva, no ser intervenido desde el mismo momento en que se nace”.

Y Sandra, que practica partos domiciliarios, recomendó: “Creo que al bebé no se lo debe separar de su mamá aunque nazca en una institución. Porque si el bebé toma buena coloración, tiene buen latido, está regulando bien su temperatura y respira bien, no hay que molestarlo”.

Si bien la mayoría de la población femenina aún se ve sometida al parto medicalizado, también muchas mujeres, sabiendo que el dolor se puede atravesar porque es muy diferente al sufrimiento, han decidido recibir a sus hijos en un ámbito de respeto y cobijo.

 

Sobre el pecho de la mamá

Como muchos padres primerizos, Vanesa y Martín llegaron a la puerta de la clínica con un bolsito, mucha ansiedad y necesidad de ser atendidos cordialmente y lo que encontraron fue “una recepcionista que parecía la de Gasalla”, dijo Vanesa Ribera que, después de 6 años, puede relatar aquella experiencia con humor. Sin embargo, aquel momento no fue del todo feliz: la separaron de su marido, le pusieron goteo, la acostaron en una camilla, la partera la tactaba a cada rato, le rompieron bolsa sin permiso y terminaron haciéndole una cesárea. Cuando su hijo nació, se lo llevaron para pesarlo, lavarlo, ponerle una inyección en la rodilla, gotas en los ojos, vestirlo; mientras, ella era conducida, en silla de ruedas, a una habitación “en estado de desesperación porque quería ya a mi bebé”.

Después de aquella desafortunada experiencia, en su segundo embarazo, el joven matrimonio se decidió por un parto domiciliario. Ya en contacto con la partera Sandra La Porta y habiendo hecho el curso Abordaje Corporal Emocional (ACE), Vanesa comprendió muchas cosas: “Mi primer hijo nació por cesárea por comodidad del médico. La medicina convencional no da herramientas para transitar el dolor, porque directamente lo piensan como sufrimiento, entonces dan una peridural para que la embarazada no grite porque los médicos no se bancan los gritos. En el embarazo anterior hice yoga y eso es bueno para estar bien uno, pero en el momento de parir uno no se pone a hacer om. En cambio, con el ACE una se conecta directamente con las emociones”.

Para enfrentar aquel momento, compraron todo lo necesario: gasas, jeringa, paños, “el gasto no llegó a los $100.- por eso entiendo que un parto es un gran negocio”. Y el momento llegó: “Comparado con el primer parto, poder estar en mi casa fue un abismo. Para un trabajo de parto es necesaria luz baja, para resguardarse, porque es como meterse para adentro. Entendí que una contracción no es la muerte de nadie. Pasaron muchas horas, entre contracción y contracción me metía en la pileta de parto porque el agua calentita sirve como analgésico. Finalmente, me senté en el banquito de parto, porque para parir hay que estar vertical, di tres pujos y nació Manuel. Inmediatamente me lo pusieron sobre el pecho y ahí estuvo mientras me cosían porque tuve un desgarro. Estuvo sobre mi pecho desnudito, recién al otro día a la tarde lo vestimos”.

Manuel es un bebé supertranquilo, que sólo llora “cuando quiere comer”. Su mamá Vanesa aseguró: “Esto fue un antes y un después; hoy me creo una leona total de la vida. La experiencia nutre como mujer, como madre. También es importante para el hombre, mi marido tiene una visión de mí que no tenía antes, me vio luchadora”.

 

Lo importante es conocer los derechos

Ayelen del Rivero se preparó para tener a su bebé en su hogar y allí comenzó su trabajo de parto, pero “como venía de dos días con presión alta y además los latidos del bebé no eran normales, marchamos para la clínica”. O sea que en este caso hubo un plan B, pues en toda la preparación, además de compartir vivencias y emociones, queda en claro que “para tener al bebé en casa hay que tener todo 10, no se va a arriesgar a la mamá ni al bebé”.

Ya en la clínica “empezó otra historia”, dijo Ayelen, aunque igualmente “haber hecho el curso ayudó para pararse de otra manera porque una sabe sus derechos como madre, por ejemplo que se puede estar acompañada por la persona que una elige”.

Nacido el niño, se lo dejaron sólo un ratito, ya que enseguida se lo llevaron, como es costumbre, pero “por suerte no lo bañaron porque no había agua caliente así que me lo dieron con toda la grasita”.

Pero el bebé no estuvo solo, su papá Nicolás lo acompañó constantemente y vivió una experiencia mágica: “Mientras estuve embarazada, cuando mi marido volvía de trabajar, silbaba. En la clínica, cuando al bebé le estaban haciendo una de las tantas intervenciones, lloraba y lloraba, entonces mi marido silbó y paró de llorar y se puso a buscar de dónde venía el silbido. Mi marido casi se infarta”.

Aunque el bebé estuvo apartado de su mamá, Ayelen aclaró que “no fue sometido a la sonda nasogástrica ni a las gotas en los ojos porque en la Fundación Hospitalaria están cambiando un poco”.

Dos días después del nacimiento de Milo, Ayelen y Nicolás volvieron al hogar con la semilla de la vida, para seguir alimentándolo con impulsos auditivos porque ellos ya saben que un oído sirve para escuchar las conversaciones mundanas y el otro, para escuchar los sonidos del alma.

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