Bachillerato Popular del Centro Cultural de Los Trabajadores

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Del otro lado del zanjón, hace 16 años que se apuesta a un mundo mejor. Profesionales, egresados y alumnos dan vida a una institución que promueve la horizontalidad en las decisiones y el trabajo cooperativo donde todos, siempre, aprenden algo.

 

Mientras que en Chile estudiantes y trabajadores luchan por lograr que la educación sea estatal y gratuita, en Argentina, desde 1884 – gracias a la sanción de la Ley 1420 – la educación es común, gratuita, mixta, obligatoria (esto implica que el Estado debe proveer este derecho) y laica.

La democratización de la educación se instaló en la sociedad argentina y da frutos de manera constante. En los últimos años, educadores de jóvenes y adultos se reapropiaron de este derecho y generaron los bachilleratos populares. Justamente en Tigre se realizó la primera experiencia y, actualmente, son 5 los bachilleratos populares que están funcionando aquí. Uno de ellos, en el barrio Los Troncos, es el Bachillerato Popular de los Trabajadores, que forma parte del Centro Cultural de los Trabajadores.

 

La educación es un diálogo

En un asentamiento que está pasando un zanjón, apestoso y contaminado, hace 16 años comenzó a funcionar un comedor y apoyo escolar que se dio en llamar Centro Cultural de los Trabajadores. Como los nutrientes fueron buenos, dio muchos frutos; uno es el Bachillerato Popular que surgió “de un censo en el barrio, donde descubrimos que la mayoría de los adultos no habían terminado sus estudios secundarios”,  contó Victoria Aguiló, profesora de Lengua y Literatura.

El primer año dieron clases en la cocina; al siguiente ya estaban justos con el espacio, entonces “con los estudiantes construimos dos aulas en el fondo. A los profesores, que no sabemos levantar una pared, nos enseñan los estudiantes que tiene mucho conocimiento de albañilería, pintura, herrería. Así nosotros también aprendemos”, dijo Vicky.

Si bien en el 2007 recibieron la oficialización y, en consecuencia, pueden expedir títulos, no reciben “plata para infraestructura ni salarios, por eso todo se hace a pulmón”, aclaró la profe.

Según Victoria, la modalidad del bachillerato – la educación popular – facilita la inserción de los alumnos y la terminación de los estudios: “La mayoría de nuestros alumnos son mujeres, madres que vienen con sus chicos, por esto tenemos cochecitos. Además muchos vienen directamente de trabajar, pasan por la cocina a preparar el equipo de mate y van al aula. Algunos que se mudan y siguen en otro lugar, cuando nos vienen a visitar, lo primero que nos dicen es ‘no me dejan tomar mate’. Estas pequeñas cosas, y otras más profundas, hacen que sea más atractivo este lugar que una escuela estatal”.

Un aspecto más profundo es considerar a la educación como un diálogo “no sólo en los temas que hay que dar, sino también en la forma de relacionarse”, explicó Vicky y agregó: “Aquí se genera un ambiente donde las personas pueden charlar sus problemas, ya sea en asambleas o con los tutores. Aquí no se generan climas de tensión”. Por su parte, Carolina Schönamsgruber – también profe de Lengua – sostuvo: “También el diálogo es un aprendizaje. De una manera se plantan los estudiantes de primer año, de otra, los de tercero. Entre profesores y alumnos se va generando un vínculo que también se va aprendiendo”.

Obviamente, el diálogo se produce cuando todas las partes están dispuestas a él y eso quizás pase por la responsabilidad con que se asume el estudio: “Nuestra idea es que cada persona se haga cargo de su proceso educativo; como los profesores que venimos lo hacemos, los estudiantes, también. El que viene lo hace porque tiene ganas de terminar su secundario”.

Lucas Larrosa (27) es alumno de 3° año; su historia puede sintetizar la de muchos estudiantes: repitió una vez 1° año y cuatro veces 2°, porque “me enganché con la joda, como todo el pendejerío”, dijo con sinceridad. En el 2010 retomó 2°, “no sé si era el tiempo y el lugar, pero se dio”, y todo marchó sobre ruedas, incluso como le gusta Historia y tiene “facilidad para darla”, ya estuvo hablando con el profe para acompañarlo el año próximo en las clases. “Acá dan libertad, pero con todas las responsabilidades de un adulto. Nos tratan como adultos, aunque algunos sean adolescentes”. Lucas trabaja como cadete en la Capital Federal, vive a 15 cuadras del Bachillerato Popular y, si bien le gusta Historia, el año próximo va a estudiar ingeniería industrial en la UTN. “De nuestra primera camada de egresados, la mayoría terminó un terciario, enfermería, administración, casi todas son mujeres”, acotó Victoria.

Otro estudiante, en este caso de 2° año, Jonathan Godoy (18), dijo: “El secundario ‘normal’ tiene otro esquema. Ahí me sentía ahogado, no me gustaba. Para llevarme a la otra escuela había que sacarme de la cama y, ahora, espero todos los días que sean las 6 de la tarde porque me gusta venir y encontrarme con mis amigos”.

 

Implicarse activamente

“Acá somos horizontales” dijo Matías Pereyra De Freitas, ex alumno del Centro Cultural, egresado del Bachillerato Popular y actual coordinador de la formación de quienes tienen a su cargo el apoyo escolar. Como “la idea es que las actividades surjan del barrio y sean mantenidas por gente del barrio”, en la vida académica de la institución participan otros ex alumnos, tres de los cuales integran la coordinación de la materia Cooperativismo en este cuatrimestre.

“La intención es generar una conciencia crítica sobre la realidad del barrio, ver que hay una alternativa”, subrayó Matías. Y como la apuesta es al conocimiento, Carolina aclaró: “En la clase se estimula constantemente un rol activo, no queremos que sea un consumo de conocimiento, sino una apropiación activa de conocimientos”. A su vez, Vicky manifestó: “Creemos que todos tenemos algo para aprender. Hay compañeros que saben más porque tienen más trayectoria docente, entonces la idea es socializar ese conocimiento”.

Otra cosa que se socializa es la limpieza del lugar y para esto sirven, por ejemplo, las asambleas: “A los de primero hay que explicarles por qué hay que limpiar el curso. Cuando les damos la escoba y les decimos ‘tenés que limpiar todos los días’, responden ‘yo vengo a estudiar, no a limpiar’, entonces segundo y tercero les explican que lo hacemos entre todos”.

Lo burocrático también se resuelve en conjunto, aunque “hay dos personas encargadas de llevar adelante esa tarea, si bien todos están al tanto de lo que hay que hacer y ayudan si es necesario”.

Asimismo, las situaciones más conflictivas se trabajan grupalmente, aún casos de estudiantes que “han entrado drogados o tomados”, explicó Vicky, “se habla con ellos y, si en ese momento no hay posibilidad de diálogo, se pide que se retire. Sobre todo porque es imposible llevar adelante el proceso educativo en este estado. Al día siguiente se habla con la persona y se trata de involucrar a todo el grupo en el conflicto, fundamentalmente para generar una red de contención que haga que el estudiante no ingrese al bachi en ese estado y además para que evalúe dejar el hábito”.

Si bien la educación popular se va direccionando y redefiniendo permanentemente, los educadores de esta institución tienen en claro que “otro mundo es posible y eso se puede construir en conjunto”, finalizó Victoria.

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