Con sabor a madera

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Recuperando un típico oficio tigrense

APEMA es un astillero escuela que capacita a jóvenes para reparar y construir barcos de madera. Funciona como una cooperativa y además de los trabajos por encargo, tiene sus propios proyectos, el más original: hacer una góndola. Para comunicarse, barcosdemadera@gmail.com

 

El 10 de diciembre de 1873 se corrió sobre el río Luján la primera regata oficial de remo. A partir de ese momento, las costas del Luján y del Tigre se llenaron de clubes de remo y con el tiempo, la ciudad de Tigre fue conocida como la cuna del remo argentino. Sin embargo, esta prosapia no impidió llegar a la inquietante cifra de “más de 2000 botes rotos”, dijo el Ing. Gustavo Griot, presidente de APEMA, el astillero escuela ubicado en Benito Lynch 1200.

Desde hace 4 años, sobre la ribera del Tigre funciona esta original escuela que es “una cooperativa de trabajo donde se aprende a reparar y construir barcos de madera”, aclaró Javier Salerno, carpintero naval y maestro de los jóvenes aprendices de la institución.

“Esta es una escuela de artes y oficios. Nosotros continuamos la vieja tradición de los carpinteros de ribera, que es un oficio que se está perdiendo. El carpintero de ribera está capacitado para hacer barcos de madera, pero no los hace con planos, los hace con el ojo clínico, con la intuición, con el conocimiento del oficio. Las lanchas colectivo, por ejemplo, son un diseño de los carpinteros de ribera, esto es algo propio de Tigre, es único en Argentina y en el mundo”, subrayó Gustavo.

Javier, que es hijo de uno de esos viejos artesanos, explicó que “los carpinteros se fueron muriendo y los hijos no siguieron el oficio, por eso ahora no hay maestros”; pero como él y Gustavo son amantes de los barcos, un día que estaban buscando a alguien que lijara uno, como no lo encontraban, se dijeron “algo tenemos que hacer” y de esta forma surgió APEMA.

 

Aprender trabajando

Además de que los hijos no siguieron el oficio de sus padres, surgió el “criterio erróneo de que los barcos de plástico son el futuro. No es así, el barco de madera navega distinto al barco de plástico; el roce con el agua que tiene el bote de madera es diferente, porque forman una burbuja de aire y deslizan el agua de manera distinta”, aclaró Gustavo.

APEMA es una escuela eminentemente práctica, por eso al que traspasa sus puertas le dan una lija y ¡a trabajar! La única condición para ingresar es ser mayor de 18 años, “los alumnos se inscriben y cuando hay trabajo los llamamos, porque nosotros funcionamos como una cooperativa, aprenden mientras van trabajando y lo que se gana, se reparte. Por ahora no podemos tener más de 10 o 12 alumnos por año porque la enseñanza es muy personalizada”, especificó Javier. Uno de los alumnos que más se destaca es Diego Acosta, “se interioriza en las terminaciones, está muy avanzado” y su maestro agrega que pronto lo ayudará a dar clases.

No sólo tienen aprendices que se preparan para desarrollar un oficio con real salida laboral, también le dan clases a aquel que quiera arreglar su propio barco.

Entre los trabajos realizados, hicieron la adaptación del bote de remo que utiliza la escuelita que tiene el Municipio para chicos especiales, “fue muy emocionante el acto de entrega. Ahora están faltando botes para que se puedan integrar más chicos a esa escuelita”, comentó Gustavo.

Lo que también está faltando es que los clubes de remo se decidan a arreglar todos los botes que tienen fuera de servicio: “La reparación de los botes no es costosa. Además, si el club no tiene plata, puede buscar padrinos o recurrir a empresas privadas que puedan invertir ese dinero porque después lo desgravan impositivamente. En algunos clubes, si todos los socios quisieran salir al agua, no podrían hacerlo porque no tienen botes, pero los botes están, falta repararlos”. Por ahora, sólo el club La Marina les ha llevado botes para reparar.

Tanto Gustavo como Javier consideran que personas con capacidades diferentes pueden aprender este oficio: “Así como hacen bolsas de plástico o panadería, podrían aprender a reparar botes. Lo que necesitamos es un profesor de esa especialidad que pueda estar aquí con ellos”.

Desde sus comienzos, APEMA ha trabajado de manera constante, “acabamos de terminar la restauración de un barco americano que nos llevó 14 meses de trabajo”. Con sobriedad, Javier transmitió su orgullo y el de todos sus alumnos: “Es una satisfacción ver un barco y poder decir ‘a ese barco lo reparé yo’”.

 

Con habilitación en mano

Recientemente, APEMA ha sido habilitada como astillero, “eso nos da la posibilidad de matricular los barcos y venderlos”, aclaró Gustavo.

Como astillero, tienen varios planes: hacer botes de trabajo, construir lanchas de madera para exportar, pues “en Europa hay un mercado interesante, porque al que le gusta navegar, le interesa un barco confortable, que se desplace bien, que sea fuerte y eso lo da la madera. Desde luego, hay que ser serio y tener calidad en el trabajo, entonces siempre hay un mercado”, señaló el ingeniero. Además tienen la ilusión de hacer una góndola que se pasee por el delta, “necesitamos el inversor que quiera pagar la mano de obra y la madera”.

El astillero-escuela tiene abiertas las puertas para los alumnos y también para todo aquel que quiera concretar el sueño del velerito propio. Que el viento portante sople para todos. Para comunicarse, barcosdemadera@gmail.com

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