Un nuevo modelo de mujer política

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La reelección de Cristina, a casi un año de la muerte de Néstor Kirchner, demostró que ella, como compañera de su marido, estuvo siempre en simetría con Néstor en el mismo proyecto, que tiene la capacidad necesaria para llevar adelante la primera magistratura y que es un modelo de cuadro político femenino novedoso en nuestro país. Las descalificaciones alrededor de su condición de mujer comienzan a acallarse.

 

Últimamente hay signos de que algunas cosas están cambiando en la política argentina. Cristina Fernández, la primera presidenta electa en nuestro país, es ahora la primera presidenta reelecta en la historia de América Latina. Considerando el patriarcalismo de nuestras sociedades latinoamericanas y el arrastre de una fuerte cultura machista, la condición de mujer de quien tiene el mandato popular más importante de una nación ha despertado fantasmas dormidos. En nuestra historia, la mujer política emblemática ha sido Evita, quien además fue vituperada y denostada hasta el hartazgo por lo sectores de la “oligarquía”. El filósofo León Rozitchner decía que comparándola con Evita, Cristina no es mejor ni peor, sino que es una mujer histórica distinta y que Cristina ocupa un rango superior a Evita en la escala de Richter de la evolución femenina. Señalaba además que Cristina es un animal político femenino que se unió en igualdad de condiciones con el animal político de su marido Néstor, a diferencia de Evita que ocupó un rol de complemento sumiso de Perón, con devoción hacia él.

Cuando Cristina ganó las elecciones en el 2007, la mayoría de los medios se cansaron de repetir que Néstor Kirchner proyectaba quedarse en el poder en forma indefinida y que para eso, se iba a intercambiar en la presidencia con su esposa una y otra vez, y se sostenía que él era el único artífice de la pareja presidencial y que Cristina ocuparía un rol honorífico mientras que él sería el que tendría el poder real. Luego se habló del “doble comando”, argumentando que Cristina no gobernaba y que Néstor era el que negociaba con el aparato peronista, los sindicatos y los varones recios del Conurbano, es decir, que él era el que metía las patas en el barro y el que detentaba el poder. Probablemente, existía en la pareja una división de roles, como siempre habría existido en esta dupla política durante más de 30 años, pero esta apreciación encerraba un profundo desprecio hacia las capacidades de Cristina como dirigente para hacerse cargo del mandato popular que se le había asignado. Por ello, cuando Néstor Kirchner falleció el 27 de octubre de 2010, los medios decían que se venía el caos, y que Cristina no iba a poder manejar el país sin Néstor. Había fallecido el creador y con él toda la criatura.

Posiblemente la gente sintió que con la muerte de Néstor, se habrían interrogantes y que la situación se complicaría porque los poderes corporativos se querrían devorar a Cristina, pero también importantes sectores le manifestaron su apoyo con las palabras “Fuerza Cristina”. Las demostraciones de aliento fueron hacia la Presidenta de la Nación que perdía a su compañero de militancia política de toda una vida. Incluso los índices de buena imagen de Cristina crecieron. Pero en esa aceptación primó el apoyo a Cristina, no sólo desde la emotividad por su condición de viuda, sino en defensa de lo que hasta ese momento el Kirchnerismo había logrado, reconociendo lo que Néstor había hecho y lo que quedaba por hacer en manos de Cristina, que logró que sectores indiferentes al kirchnerismo y a la política reflexionaran sobre lo transcurrido hasta el momento y miraran con más perspectiva el curso de la política. Ese fervor popular se resumió en “te vamos a apoyar, seguimos adelante y no nos van a detener”.

Ahora viendo a la distancia cómo Cristina llevó adelante este año de gestión sin su compañero y cómo revalidó su mandato, quedó demostrada con creces su capacidad y su valentía para llevar adelante un modelo e incluso para profundizarlo. Le puso un freno a los sectores corporativos como el que lidera Moyano, demostrándole que ella es la Presidenta y que no se iba a dejar sobornar, relegándolo a un solo lugar en la lista de candidatos a Diputados nacionales.

Cristina supo redoblar la apuesta con inteligencia, con más trabajo pero con cautela, y hoy es ella la síntesis del proyecto que se inició en 2003. A pesar de los pronósticos oscuros y fatalistas, Cristina ha salido fortalecida de las distintas batallas que le han tocado sortear y es la mujer política que seguirá conduciendo los destinos de este país en los próximos años.

 

“La yegua”

Otro fenómeno a analizar es el profundo odio que ha sabido generar la figura de Cristina en algunos sectores de la población. El uso del descalificativo “yegua”, haciendo referencia a la condición de animal y a su sexualidad, al referirse a la Presidenta se hizo popular durante la crisis del campo en el 2008. La pregunta es qué provoca Cristina en la subjetividad de los sectores medios-altos, y sobre todo en las mujeres de esa clase, para despertar esos sentimientos llenos de odio y rencor ¿Será porque es una mujer atractiva, inteligente y con poder, características que toda mujer quisiera reunir pero que no todas tienen? Tal vez su imagen plantea contradicciones a los ojos tradicionales, porque sin dejar de ser femenina y de usar tacos y maquillaje, tiene el poder con firmeza y valentía, cualidades que suelen atribuírsele al varón. ¿Se suponía que debía ser una mujer sumisa o una cara decorativa como las mujeres de muchos políticos que acompañan a sus esposos en los eventos públicos? Al contrario, si bien desde el principio mostró un alto perfil político, -a ella se la conoció primero como Senadora nacional-, es a partir de la muerte de Kirchner cuando demuestra que siempre había estado en igualdad de condiciones con su compañero. Una igualdad que tampoco era completa, porque una mujer con poder está obligada a demostrar permanentemente que es inteligente, mientras que los varones no tienen esa exigencia, y los ojos acusadores están siempre sobre sus actos. Ser mujer todavía es como un lastre que hay que cargar y que se asocia con la debilidad, la emotividad hueca, las pasiones desordenadas y la histeria. Por eso mismo, cuando asumió en 2007, Cristina Fernández manifestó que, por ser mujer, su tarea iba a ser más difícil.

El crecimiento del liderazgo de Cristina a la par de la implementación de medidas que afectaron a determinados intereses y que beneficiaron a millones de argentinos, activó toda una batería de agravios y prejuicios alrededor de su condición femenina. Ante la ausencia de argumentos racionales para oponerse o ante la imposibilidad de manifestar sus verdaderas motivaciones, resultaba más fácil descalificar y denostar a la Presidenta y volcar así sentimientos de furia y odio. Es que Cristina descoloca porque derrumba prejuicios acerca del rol del género femenino en el poder, e incomoda porque su figura traiciona los valores de su clase, de clase de mujeres – como dice León Rozitchner – sumisas, que escoltan a sus maridos poderosos y que saben soportar las infidelidades con una postura estoica por el bien de la familia.

Cristina es un nuevo modelo de mujer política que ha logrado fortalecerse en medio de la adversidad y que ha contribuido a cambiar la imagen de la mujer con poder. En vista al fuerte apoyo popular recibido en las últimas elecciones, las ofensas hacia la Presidente han ido perdiendo espacio y a algunos se les han venido en contra.

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