“Mi padre era un hombre muy capaz y emprendedor”

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80 años del tradicional corralón de Greggi. Iniciada en 1932, la firma Greggi fue pasando de padres a hijos. Nicolás, hijo del fundador, acaba de jubilarse, dejando la dirección a sus hijos y nietos, “la cuarta generación”, dijo con orgullo.

 

“Mi padre trabajó entre 1926 y 1932 en el negocio de materiales de construcción de Costa. Ahí aprendió y, a los 21 años, recién casado, se puso por su cuenta”.

Así comenzó, entonces, en 1932, la firma de José Nicolás Greggi, en Cazón 1220, “por donde entraban los camiones”.

Hasta 1962 llevó adelante la empresa y un día “se fue a Europa, volvió y dijo ‘no trabajo más, quedate vos’”, contó su hijo Nicolás, que hasta hace unos pocos meses estuvo al frente del negocio. Ahora son sus hijos y próximamente sus nietos quienes continuarán con la tradicional firma, que acaba de cumplir 80 años.

 

Entre muebles y recuerdos

Como no podía ser de otra manera, después de haber trabajado 65 años en el mismo lugar, esta nota se hizo con Nicolás Greggi detrás del mostrador, donde él apoya sus brazos, no para sostenerse, porque se lo advierte muy fuerte, sino como un gesto innato, propio de un hombre que es buen conversador.

Lo único que ocupa el mostrador es una balanza Howel, que tiene más de 100 años y “pesa 50 gramos y hasta 100 kilos”. Probablemente no se encuentre allí para ser usada como instrumento de pesaje, sino como testimonio de un gusto exquisito del fundador de la empresa: comprar muebles y objetos antiguos. “Ese escritorio me lo quisieron comprar en muchas ocasiones, pero yo lo veía a mi padre ahí, trabajando, entonces no lo puedo vender”, dijo Nicolás, señalando un antiguo escritorio persiana, y el duende de su padre se sentó, una vez más, allí.

En concordancia con su máxima, la familia Greggi vivía en Cazón 1220 porque don José sostenía que “había que tener el trabajo lo más cerca posible, así se trabaja mejor, no se pierde tiempo”. De ahí, la estrecha relación de Nicolás con la empresa: “Desde los 7 años estoy detrás de los camiones. Y ahora (ya jubilado) vengo todos los días un rato porque no puedo despegarme”.

Actualmente, al corralón se ingresa por la calle Sarmiento y Nicolás aseguró que allí “se fundó el Club Tigre”, pues su padre le compró esa propiedad a José Dellagiovanna, que guardaba allí sus chatas tiradas por caballos. Con el tiempo, José Greggi empezó a comprar las propiedades que rodeaban el corralón, “quería seguir dos calles más, entonces yo lo paré”, recordó su hijo, que agregó que “era un hombre muy capaz y emprendedor”. Efectivamente, tomó la iniciativa de fundar el Banco Norte y Delta Argentino, que estaba donde hoy funciona el Santander Río; fue dos veces presidente del Club Alberdi, también de la Federación de Ciclistas Argentinos.

Pero no todo era trabajo en la vida de Nicolás, por eso tuvo un recuerdo para la calesita de don Juan, que estaba en la esquina de Albarellos y Cazón y para “el campito de Enciso y Sarmiento, donde se jugaba al fútbol. Yo le pedía 10 centavos a mi mamá porque si no, no me dejaban jugar; tenía 10 años y me ponían de arquero”. Desde luego, es por todos conocida su arrolladora carrera como ciclista.

Y así, con los recuerdos entrecruzados por la historia familiar y la del barrio que lo vio crecer, dejamos a Nicolás Greggi con los ojos inundados de nostalgia y el deseo de seguir contando una vida que tiene muchos capítulos.

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