Redistribución global de los recursos

Frente a la crisis ambiental, construir una economía ahorrativa y solidaria

En charla con este medio, el economista José Cárcamo, especializado en crecimiento y desarrollo económico, analizó las urgencias del mundo actual desde la bioeconomía, un nuevo paradigma que integra la economía  con los sistemas naturales, porque la supervivencia del hombre no sólo depende de la economía, sino también del uso que haga de los recursos naturales.

Desde 1990,  Naciones Unidas produce un índice de desarrollo humano para determinar la calidad de vida de cada país. El índice se obtiene a partir de 3 indicadores: ingreso per cápita, esperanza de vida al nacer y tasa de alfabetización y educación en general. “Pero es importante tomar otras variables como la distribución del ingreso porque Kuwait, que tiene un alto ingreso per cápita, tiene una distribución del ingreso muy inequitativa”, dijo el economista José Cárcamo, autor de Bioeconomía y Desarrollo en América Latina y el Caribe.

Hablar de desarrollo podría significar, para algunos, crecimiento económico, sin embargo, Cárcamo aclaró: “Un país puede crecer, pero no desarrollarse, porque el desarrollo tiene que ver con la distribución del ingreso, la alimentación, el sistema de salud, el acceso al agua, la participación ciudadana, la igualdad de oportunidades”. Y agregó un concepto que no se escucha en los gurúes de la economía mundial: “El crecimiento económico debe ir acompañado por el respeto a la naturaleza”.

 

La propuesta: decrecer

Si el crecimiento económico se toma como un fin en sí mismo, entonces la explotación sin límites de la naturaleza – de la cual extraemos los recursos para vivir – nos coloca, a todos, en una situación de riesgo. “Lo fundamental no es el dinero, es la vida. Nuestra nave espacial es el planeta tierra, donde estamos todos, y lo estamos destruyendo”.

“A nivel mundial, el crecimiento económico no fue acompañado por una correcta distribución de la riqueza porque actualmente hay más desigualdad en el mundo que hace 20 años atrás. Y, además, ha crecido el grado de deterioro del ambiente”, explicitó el economista.

Obviamente, quienes más afectan el ambiente son los países más ricos por sus altos niveles de consumo y producción, generando, en consecuencia, una gran huella ecológica.

“La huella ecológica se mide en términos de demanda de recursos naturales y de espacio físico para satisfacer esa demanda. Por ejemplo, Estados Unidos produce petróleo, pero, en función de lo que consume, no le alcanza su propia producción, entonces necesita del territorio de otros para satisfacer su demanda de recursos naturales. En este sentido, podríamos decir que Estados Unidos es pobre porque su huella ecológica es muy superior a su espacio físico”.

El país del norte es el mayor emisor de dióxido de carbono y, por su demanda de recursos naturales y su generación de residuos, supera varias veces su espacio físico.

“Si tomáramos a Estados Unidos como modelo económico y todos emitiéramos tanto dióxido de carbono como una persona típica de allí, se requeriría la atmósfera de 9 planetas Tierra. Entonces, estos patrones de producción y consumo son insustentables”.

 

¿Qué propone frente a esto la bioeconomía?

“Primero hay que aclarar que la bioeconomía no es lo mismo que economía verde ni está relacionada con el desarrollo sustentable, porque estos dos conceptos representan al capitalismo verde y el capitalismo no es sustentable”.

“La propuesta fundamental de la bioeconomía es detener el crecimiento e, incluso, decrecer, por medio de una redistribución global de los recursos. Esto se comienza desarmando la guerra, o sea, construyendo la paz. Para esto es necesario practicar el desarme, con lo cual, el capital que se ocupa para producir armas se redistribuiría para la producción de alimentos, educación, salud, conocimiento”. José Cárcamo sintetizó: “El armamentismo es un uso ineficiente de los recursos”.

Desarme y redistribución de los recursos son un desafío que se puede ganar con educación y creación de conciencia: “Los pueblos, los movimientos sociales han hecho que el mundo tome conciencia del problema ambiental y le han puesto restricciones a las multinacionales. Es muy importante que todo el control de los recursos naturales lo tenga el Estado, porque al sector privado sólo le interesa la ganancia rápida. Los recursos generan renta que no puede quedar para las multinacionales. Por esto está bien que Argentina haya recuperado el petróleo”.

Si bien José Cárcamo sostiene que la energía fósil debe ser aprovechada, también reconoce que es necesario dirigir la mirada hacia su reemplazo: “Hay que avanzar hacia formas alternativas de recursos energéticos, la biomasa, la energía eólica y solar. Los países que tienen la mayor responsabilidad en buscar alternativas energéticas son los países más ricos, porque ellos son los mayores demandantes de petróleo”.

 

Los países ricos también son los mayores productores de dióxido de carbono, ¿qué hacer frente a esto?

“Las células verdes son las que combaten las emisiones de dióxido de carbono, por eso el que tiene el control de las células verdes, tiene el control de la vida. ¿Y quién tiene el control de las células verdes? Monsanto, que genera vida estéril. Hoy tenemos campesinos sin semillas, porque están obligados a comprar semillas en un círculo sin fin. Mi abuela sembraba batatas, limones, ella era la dueña de sus propias semillas, hoy hay que comprarlas. Se quiere hacer semillas transgénicas de la papa y la quinoa, es decir que podemos tener en el futuro papas estériles, cuando este tubérculo es terriblemente fértil. Hay que tener cuidado porque se está privatizando la naturaleza. Este es el debate que se dio en Río+20”.

 

El problema es ético

En el marco de este encuentro de mandatarios del mundo – donde estuvo ausente el presidente de Estados Unidos -, quienes llevaron auténticas propuestas fueron las organizaciones sociales reunidas en la Cumbre de los Pueblos por la Justicia Social y Ambiental. Allí presentó su libro José Cárcamo.

“Fue un encuentro de una gran diversidad, gente de distintos colores e idiomas, que, sin embargo, pudieron comunicarse. Y eso fue lo fundamental de la Cumbre, la comunicación de las distintas redes sociales: campesinos, pueblos originarios, mujeres, minorías sexuales, trabajadores, defensores de la paz, productores de videos, estudiantes”.

Frente al grave problema del exceso de emisiones de dióxido de carbono, Estados Unidos, desde hace tiempo, propone que “la reducción de emisiones de carbono sea de un 5% para todo el mundo. Pero, para un nigeriano o para los países situados en el África subsahariana, esa reducción significa reducir su población en un 5% porque los seres vivos también emiten dióxido. Mientras que, para Estados Unidos, reducir las emisiones de dióxido en un 5% significa que practique la guerra un 5% menos, que sus oficiales, que están en todas partes del mundo, disparen un 5% menos sus armas, que tiren un 5% menos de misiles, que sus autos funcionen un 5% menos. Entonces aquí ya estamos frente a un problema ético, porque se le da mayor valor a un auto que a un pobre hombre negro que vive en la zona más pobre del planeta”.

Frente a esta sinrazón, la Cumbre de los Pueblos “planteó la negativa a la mercantilización de la vida, no se puede someter la vida al juego de la oferta y la demanda. La vida no es una mercancía”.

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