Párroco Cuerva: “Estoy para trabajar con los pibes que no tienen ganas de vivir”

, Sociales

En las barriadas más pobres de Talar, algunas cosas están cambiando

Apuesta a la educación de los más pequeños para cambiar el futuro. Reflexiona sobre la diferencia entre justicia y venganza y un tema que conoce de cerca: la droga.

 

La localidad de El Talar está atravesada por la Panamericana y “vivir de este lado, es muy determinante”, dijo Jorge García Cuerva, párroco de Santa Clara de Asís, una parroquia que abarca los barrios Almirante Brown, San Pablo, El Embrujo, El Palito, El Sapito. Todo ellos conforman el sector que limita con Malvinas Argentinas y “eso marca mucho; aunque los últimos hechos delictivos ocurridos en Talar no fueron de este lado, igualmente se atribuyen a este sector, rápidamente se dice ‘son los de la villa San Pablo’. Tenemos un estigma que nos pega a todas las malas noticias. Por eso, uno de los proyectos pastorales de nuestra comunidad es generar buenas noticias”.

 

El proyecto educativo

“Creemos que, a largo plazo, lo único que revierte las situaciones de marginalidad, es una educación de calidad. Por eso queremos los mejores colegios, las mejores docentes, el mejor proyecto educativo para los chicos más pobres y conflictivos”, expresó Jorge y con alegría contó una buena noticia: el jardín de infantes tiene nuevo edificio, grande y luminoso.

“Insistimos con algo que es un estudio realizado hace muchos años: lo que los niños reciben o dejan de recibir entre los 0 y 5 años, los marca para toda la vida. Por eso apuntamos a la primera infancia, intentando que los niños tengan el estímulo necesario para ser hombres de bien el día de mañana”, explicó.

Tienen también un jardín maternal – ubicado en el barrio San Pablo – que recibe a niños a partir de los 45 días y un apoyo escolar para niños y adolescentes.

 

La voluntad de pie

“Si bien algunos no sabían que este sector también pertenece a Tigre, tengo que reconocer que la nueva gestión municipal tiene una mirada distinta. Hubo muchos años de marginación, pero eso se está revirtiendo”. Efectivamente, caminando por el barrio Almirante Brown se pueden notar los cambios, además de ver máquinas que siguen trabajando.

“Ya hay muchos vecinos que se mudaron a las casas del programa Sueños Compartidos. También la gente que vive en los monoblocks ha visto regularizada su situación dominial. La calle San Martín, que nos divide de Malvinas Argentinas, antes estaba destruida, ahora se está haciendo allí un trabajo enorme. De este lado, el Municipio trabaja, claramente, mucho. Estamos contentos”.

También es la gente de esas barriadas la que pone su granito de arena diario: “Las catequistas son del barrio; las mujeres que trabajan en la defensoría, son del barrio; las maestras del apoyo, las cocineras. Esta es una parroquia conformada por vecinos. Es mucha la gente que quiere sacar esto adelante”.

 

Los jóvenes del barrio

“Estamos muy contentos porque en pocos días gran cantidad de jóvenes empiezan confirmación”, anunció el párroco de Santa Clara. Esta alegría se ve opacada por otra realidad: el consumo de droga.

“Hay pibes que han dejado la escuela, que viven prácticamente en la calle, que les da lo mismo estar vivo que muertos. Si tienen problemas con la droga, antes han tenido problemas con su familia, con la escuela, con el barrio, con ellos mismos. La droga puede ser causa de otros males, pero claramente es la consecuencia de una angustia existencial, de falta de ganas de vivir y uno frente a esto o se pega un tiro o lo tapa y se escapa a través de la droga”, explicó Jorge, que tiene su vida dedicada a acompañar a “estos pibes para que reviertan esa mirada tan pesimista que tienen sobre ellos mismos y sobre la vida”.

Al hablar de jóvenes, a veces casi niños porque “cada vez consumen desde más chicos”, uno se pregunta qué pasa con las familias: “Hay muchas que lo viven con un profundo dolor y que golpean todas las puertas, buscando ayuda. Otras, o no les importa o bajaron los brazos. Por esto, nosotros decimos que el problema de las adicciones es bio-psico-social-espiritual-familiar, con lo cual hay que trabajar con el núcleo familiar. Cualquier tratamiento donde la familia no acompañe, es mucho más difícil”.

El padre Jorge recordó que el tema de la droga atraviesa todas las clases sociales, pero “hay determinadas cosas que, si se viven en condiciones de pobreza, de riesgo social, se dan de manera más complicada y generan mucha mayor vulnerabilidad. Un chico de clase media alta que se droga, por empezar, se va a drogar con sustancias menos dañinas; en segundo lugar, podrá recurrir a buenos profesionales, incluso a muy buenas internaciones, además tendrá la posibilidad de redes de contención. En nuestros barrios, en cambio, los pibes están a la deriva”.

Muchos años de trabajo con poblaciones tan vulnerables, le han dado la experiencia suficiente para remarcar: “es determinante generar vínculos afectivos con ellos. Acercarse, ganar confianza, llamarlos por su nombre. Son pibes que están enfermos y llegan a un punto en que creen que ya está todo perdido. Algunos ven la necesidad del cambio, pero no creen que puedan cambiar”.

A esta angustiante realidad personal, estos jóvenes deben sumarle el rechazo de muchos vecinos, que inclusive llegan a decir que “bancamos delincuentes porque vienen al mediodía a comer a la parroquia. Para nosotros, desde una mirada cristiana, son personas y como tal tienen derechos, entre otras cosas, a algo tan básico como la alimentación”.

Para las personas que se atreven a censurar su conducta, el párroco tiene un mensaje: “Lo que le pido a los que no comparten esto es que no nos jodan, que no nos combatan, no nos compliquen la vida. Si no quieren hacer nada por el otro, si prefieren quedarse en sus casas y ampararse en el miedo que les provoca esto, está todo bien. Pero no compliquen a aquellos que se quieren comprometer, a aquellos que se juegan y que, a altas horas de la noche, mientras ellos duermen en sus camas, están tratando de dar una mano a esos pibes”.

 

Convivir con la venta

“Estamos atravesados, como la mayoría de los barrios del conurbano, por el drama de la venta de droga”, admitió Jorge y asimismo explicitó que “los grandes vendedores no viven en ninguna de nuestras villas, seguramente viven muy cómodamente en otras zonas o países”.

Sin lugar a dudas, el consumo y venta de drogas encuentra su tierra fértil allí donde hay fuerte deterioro de la dignidad humana que “hay que sostener todos los días desde una educación de calidad, desde una vivienda adecuada, desde una buena alimentación, desde la posibilidad de recreación y la expectativa de un futuro vital”. Cuando nada de esto hay, entonces “son los vecinos los que venden droga, llevados por la necesidad, por la falta de trabajo”, dijo con tristeza.

Quienes se meten en la venta de drogas, en muchas ocasiones se exponen a situaciones muy conflictivas, por esto “quieren salir, pero al que es transa le resulta muy difícil salir de ese lugar. Sin embargo, conozco casos concretos de gente que consiguió trabajo estable y dejó de vender”.

Inmediatamente, Jorge aclaró: “para nosotros el problema no es cuántos venden. Como iglesia no estamos para atacar la oferta, de eso que se ocupe la policía o la justicia. Yo estoy para trabajar con esos pibes que no tienen ganas de vivir. ¿Qué pasa con un pibe de 16 años que piensa que el año próximo va a estar muerto? Para nosotros ahí está el problema.

 

Paco no, pegamento sí

Si bien últimamente se escucha hablar mucho del paco, el padre Jorge hizo mención a una desgarrante realidad: “En la zona norte no hubo aún un gran ingreso del paco. Esto es por algo terrible, los que venden droga se han puesto firmes para que no entre el paco porque saben que se quedan sin clientes, por dos razones: es más barato y además el pibe que consume paco, en 6 meses puede estar muerto”.

Sin embargo, hay otra sustancia barata que circula sin restricciones: “Los mismos que venden droga, también venden pegamento; compran latas grandes y lo fraccionan en bolsitas. Además se consigue fácilmente en ferreterías, fundamentalmente la marca Fortex. Es una lata amarilla, que me llama la atención porque no tiene ningún tipo de identificación, ni barras de identificación como cualquier otro producto, ni dirección de distribuidora. Si uno quisiera ponerse en contacto con alguien de Fortex, no se sabe con quién hablar, la lata no tiene ningún tipo de referencia. Es más barato que otros pegamentos y tiene el químico que más pega”.

Habría que recordar que en la provincia de Buenos Aires fue sancionada la ley 12.011 (promulgada en 1997) que prohíbe la venta de pegamento con tolueno a menores de edad y establece que los comerciantes autorizados a venderlo, deben llevar un libro foliado en el que constatar los datos del adquiriente y del distribuidor, pero “las disposiciones no se cumplen”.

 

La justicia no es venganza

Además de trabajar y vivir en la villa San Pablo, Jorge también conoce la realidad de las prisiones ya que es capellán de la cárcel del Camino del Buen Aire. “Veo a los pibes que entran cada vez más jóvenes a la cárcel y es cierto que en muchos casos el delito está unido a la droga, pero no es así necesariamente. Hay grandes delincuentes que no se han drogado nunca y hay quienes consumen mucho y nunca han delinquido”.

“Cuando un chico entra en conflicto con la ley, previamente hubo conflicto con la escuela, con el barrio, con la familia. Para no llegar a la cárcel, las distintas instituciones deben poner su mirada en estos jóvenes, porque si todas expulsan, entonces están fomentando el futuro conflicto con la ley. Y cuando llegamos ahí, ya es tarde”.

Jorge García Cuerva es abogado y coordinador de la Pastoral Carcelaria de la Diócesis de San Isidro, por esto tiene un profundo conocimiento del tema judicial/carcelario, de ahí que pueda decir: “Yo no conozco a los que entran por una puerta y salen por la otra. La gran mayoría de los presos entran y se quedan. No estoy defendiendo a nadie, estoy diciendo que estemos atentos porque el tema carcelario no resuelve la cuestión de la inseguridad. La mayoría de las personas que han cometido delito y van presas, cuando salen, siguen cometiendo delitos. Pongamos nuestra atención en el sistema carcelario, las cosas ahí no funcionan”.

Jorge, asimismo, advirtió: “Me parece muy peligroso que, ante algunos hechos terribles – cometidos incluso en Tigre – se está casi fomentando la venganza. Nunca hay una condena que conforme, parecería que hay que formar tribunales populares y si lo que los jueces deciden, no gusta, inmediatamente se los amenaza con un juicio político. Esto es peligroso”.

Con su palabra clara, explicó: “Muchas cosas se dicen desde el dolor y el dolor no es buen consejero a la hora de reflexionar. Las leyes deben hacerse desde la tranquilidad, desde la objetividad y el bien común y para eso hay que dejar de lado sentimientos como el dolor o la bronca. Debemos tener en claro que la justicia es algo muy diferente a la venganza”.

Y para ayudar a la reflexión, trajo como ejemplo el pasado reciente: “Hoy tenemos en vigencia el código con la reforma que pidió el papá de Axel Blumberg y el tema de la inseguridad no desapareció de ninguna manera. Esto no se resuelve con leyes más duras. El problema es el modelo social; aquellos países con mayor equidad social son los que tienen menor índice delictivo”.

El trabajo constante del padre Jorge y de toda una comunidad, que también busca el bien común, le permitió decir “por este barrio se puede caminar con tranquilidad”. Eso, sin dudas, es una buena noticia.

 

Dar hasta que duela

“Muchos piensan en los pobres en clave de pobre y salvo situaciones extremadamente límites, no somos solidarios. Un ejemplo son los sectores de la clase media y clase media alta que reaccionaron en el 2001 cuando se les tocó el bolsillo, pero el nivel de pobreza venía de años anteriores y nunca se los escuchó decir nada por los pobres.

Somos solidarios con lo que nos sobra, prueba de esto es cualquier Cáritas de cualquier parroquia del país: muchas de esas ropas no sirven más que para disfraces. Cuando ha venido gente a conocer nuestro jardín de infantes, me dijeron ‘¿no es demasiado edificio para estos chicos?’ Esto es prueba de cómo piensa el argentino: para el pobre, polenta.

Una frase de la madre Teresa dice ‘hay que dar hasta que duela’ y yo creo que el argentino no da hasta que duela”.

Deja una respuesta